¿Quién es realmente la bestia?

¿Quién es realmente la bestia?

Las corridas de toros como espectáculo, dejan muy mal parada a la humanidad

Por: Liz Moreno
agosto 20, 2014
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¿Quién es realmente la bestia?
Foto: diariocorreo.pe

La ciudad de Bogotá está atravesando un momento decisivo para identificar quién es más bestia: si el ser humano que tortura a otro ser vivo, el que disfruta de este “espectáculo” y “expresión cultural” o el indefenso ser que es utilizado para satisfacer el morbo que proviene del sadismo al que es sometido. El que el alcalde Bogotá, Gustavo Petro, haya dado por terminada las corridas de toros en el distrito es una muestra de conciencia y de verdadera humanidad hacia otro ser viviente que al igual que nosotros merece llevar una vida digna y feliz; es una muestra de que hay personas (diferentes a los activistas animalistas) que entienden el valor de otra forma de vida, que el hecho de su sola presencia en el mundo es una muestra de que también tiene derecho a disfrutar de este sin ningún tipo de transgresión y limitación a su propio existir.

Me pregunto: ¿Quién se cree que es el ser humano para decidir que otra especie no tiene el mismo valor intrínseco que nosotros tenemos?, teniendo en cuenta que toda forma de vida hace parte de la naturaleza y por lo tanto somos iguales ante esta. Que por el sólo hecho venir al mundo merece permanecer en este bajo un ambiente apropiado y que sus derechos inalienables se salvaguarden y no se vulneren. Igual, que se puede esperar de una especie que se destruye a sí misma, que ni siquiera ama y protege a los de su propia estirpe, que los desprecia y los conduce a su propia desaparición; y que además, también acaba con su propio hogar (el planeta tierra). Si esto es así entre los propios “seres racionales” ya se podrán imaginar cómo será hacia otros que nosotros mismos hemos denominado seres salvajes que no tienen ningún tipo de raciocinio y que por lo tanto los hace merecedores de todo tipo de ultrajes sin ninguna contemplación.

Es triste ver hasta donde ha llegado la “humanidad”, que en realidad no hemos evolucionado y que por el contrario hemos entrado en una espiral de barbarie y salvajismo desmedido. Puede que ya no vivamos en las cavernas y que nuestro cerebro se haya “civilizado”, pero eso no ha sido suficiente porque nos comportamos peor que los que llamamos despóticamente animales. Cuando lo cierto es que ellos, aunque sea por mero instinto, conviven armoniosamente en manada, se protegiéndose los unos a los otros, buscan el bien común y no se enfrentan entre ellos mismos; menos en aquellos momentos en que buscan hacerse con el mando, pero esto es puro reflejo de supervivencia, un instinto moderado que va en su naturaleza y no se van por ahí acabando con cualquiera que se les atraviese.

Es de suponerse que como seres “racionales” que somos debemos amar y proteger a aquellos que son inferiores en inteligencia a nosotros y por lo tanto más indefensos. Los animales vinieron a este mundo para ser nuestros compañeros, para que aprendiéramos a convivir con otros especímenes y entendiéramos que hay individuos diferentes a nosotros y por ello merecen respeto, amor y cuidado, más aún cuando estos son más frágiles; que por el contrario no fueron puestos a nuestro lado para servirnos como mercancía, para perversa distracción y muchos menos para explotarlos con extenuantes jornadas de labores físicas y chuparles la vida como sanguijuelas. Se nota que hemos reprobado en este ítem del examen al que constantemente nos realiza la creación misma desde los orígenes del hombre; parece que nunca vamos a llegar a ser ni la cuarta parte de lo que se esperaba que fuéramos desde que la sabia naturalezas tomó la desacertada decisión de poner de habitantes “superiores” a los seres humanos.

Lo único que puedo decir es que sólo mostraremos una verdadera evolución hasta que seamos capaces de convivir fraternalmente entre nosotros mismos, con otras especies y con nuestro propio entorno. El respeto por la vida debe ser el principio más alto en el actuar humano. Ya lo había dicho Mahatma Gandhi: La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en el que se trata a sus animales.

Como profesaba el filósofo y Premio Nobel de la Paz (1952), el alemán Albert Schweitzer: “soy ser vivo y deseo vivir, en medio de seres vivos que desean vivir”. La vida y el amor en su opinión están basados y siguen el principio de: respeto por cada manifestación de la vida y una relación personal y espiritual hacia el universo.

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