**¿Quién era Fidel Castaño?**
—¿A su hermano Fidel lo acusaban de las masacres de las fincas Honduras, La Negra y Punta Coquitos, las primeras en Urabá?
Sí, él estuvo acusado desde marzo de 1988 y fue condenado injustamente, pero el Tribunal Superior de Orden Público lo absolvió de perpetrar las citadas masacres, en junio de 1991. Lo condenaron por concierto para delinquir, nunca por ordenar esos cuarenta y siete asesinatos. Tampoco tuvo nada que ver en las masacres de Segovia y la Mejor Esquina. Para esa época un grupo de la Autodefensa del Magdalena Medio, comandado por Ariel Otero, fue contratado por personas ajenas a nosotros, con el fin de hacer esas ejecuciones en Currulao, cerca al municipio de Turbo, en el Urabá. Nosotros aún no operábamos en el Urabá, sólo en Córdoba.
—¿En una época les decían a los paramilitares o a los miembros de la Autodefensa los ‘Mochacabezas’?
A partir de un caso en la zona de las Changas, la guerrilla, en su guerra de desinformación, nos acuñó el término de los ‘Mochacabezas’, regaron el cuento y asustaron a la gente de la región. Un reservista del Ejército, a quien un comandante del EPL, al que apodaban ‘Boca de Tula’, le había violado una hermanita, entró a nuestra organización y tiempo después lo enviamos a un operativo. Había detectado un grupo de guerrilleros en una cantina y a él se le asignó ejecutarlos, pero antes de realizar la acción se enteró de que eran los compañeros de ‘Boca de Tula’. Al entrar en el sitio, el muchacho cogió un machete que había sobre unos bultos de maíz, y sin mediar insulto decapitó a uno de los guerrilleros, una escena macabra.
Después de la investigación que hice, me consta por primera vez que una cosa de estas se haya presentado. Acepto este hecho como la única oportunidad en la que un miembro de la Autodefensa decapitó a una persona. Hay cuerpos que al recibir una sola ráfaga de fusil, se han partido en dos o han visto mutiladas sus extremidades. Lo que no acepto es que se diga que en la Autodefensa nosotros sometemos los enemigos a vejámenes; es falso y nunca ha sucedido. Es distinto que un comando nocturno tome de manera silenciosa un campamento guerrillero y le ocasione la muerte al enemigo con arma blanca, como cualquier ejército. Insisto hoy y siempre que si se presenta un único caso donde en las AUC se haya utilizado una motosierra para cercenar y mutilar una persona, ese día mes o meto a la justicia. Nunca ha sucedido pero continúa la campaña de desprestigio. Hace poco, el Ejército capturó en el Naya varios miembros de la Autodefensa, la mayoría de ellos con sus fusiles. Al presentarlos ante la prensa, se dijo que se les había incautado dos motosierras. ¡Por Dios! Es una zona maderera donde en cada finca hay motosierras. Se dijo que cercenaban personas, ¿y las pruebas?
Acepto que al enemigo, si hay que hacerlo, se le meta un tiro, y punto. Pero nunca se le ha quitado la vida a nadie con una motosierra.
A partir del caso ‘Boca de Tula’, la guerrilla, con el cuento de la combinación de formas
de lucha, ha mutilado los cadáveres de sus hombres cuando son ejecutados por la Autodefensa, con el fin de perjudicarnos.
Muchas de las cosas que ocurren en la guerra no se conocen porque la Fiscalía y, en especial, la gente de Medicina Legal con frecuencia no tienen acceso a las zonas donde se han presentado los combates o llegan tarde al lugar de los hechos. La guerrilla pone bajo intimidación dos campesinos a que le digan a la prensa que los paramilitares hicieron atrocidades, pero nunca hay pruebas.
Mire, debe quedar claro que las características de este conflicto las determinó la guerrilla desde su origen, nosotros nunca hemos inventado un arma o un método distinto a los que ellos han utilizado en esta guerra irregular. Lo único es copiar los métodos de la guerrilla para agredirnos. Se ha presentado también una guerra de desinformación controlada por las ONG de izquierda y algunos periodistas, que financia en Colombia y fuera del país la subversión. Nosotros no planteamos ese tipo de estrategias porque no somos comunistas y no tenemos nada que esconder, reconocemos nuestras actuaciones y errores.
En el año de 1990, la Autodefensa controlaba Córdoba. Iniciamos en el Alto Sinú y Fidel se extendió por la parte baja del río Sinú a los municipios de Valencia, Tierra Alta, Montería y las tierras hasta el golfo de Morrosquillo, en el mar Caribe. Expulsamos a la guerrilla del EPL del departamento, los ganaderos y agricultores volvieron a la región. El entonces gobernador Joche Elías Náder le planteó a un grupo de senadores de la República tramitar la amnistía y el indulto para la Autodefensa de Córdoba, pero el tema no tuvo acogida y el ministro de Justicia dijo que no existían mecanismos jurídicos y sólo nos quedaba el sometimiento.
Al conocer la decisión del gobierno, la gente honesta de Córdoba nos presionó para que entregáramos las armas, pues ya tenían un acuerdo con el EPL. La guerrilla que lideraba el comandante Bernardo Gutiérrez haría un armisticio si Fidel Castaño abandonaba las armas. Nosotros comprometimos nuestra palabra con la gente de Córdoba, que si el EPL concluía la guerra, nosotros también. Los habitantes de la región dudaban porque al no recibir perdón jurídico, como sí lo recibiría por parte del Gobierno la guerrilla del EPL, no respetáramos la intención de desarmarnos y permitir la paz en el departamento.
Pero como nosotros sí tenemos palabra y siempre hemos sido presionables por la gente de bien, terminamos accediendo. Fidel le manifestó al grupo de siete ganaderos y a su líder regional don Rodrigo García: “Si el gobierno les responde a los reinsertados y también a ustedes con el batallón que les prometió para controlar la zona, yo no seré un obstáculo para la paz de Córdoba”, y el EPL entregó sus armas. Los fusiles que la Autodefensa le entregó al Gobierno sumaron doscientos noventa y cinco, más de los que entregaron tres guerrillas en diferentes procesos de paz que se dieron en Colombia. El de la corriente de Renovación Socialista, el PRD y el Quintín Lame. Y mire cómo es la vida, para ellos sí hubo indulto. La principal motivación de Fidel para dejar las armas fue haber visto parte de su obra construida. Controlaba siete municipios y prácticamente un departamento; regalando la mitad de su fortuna, aún le quedaba abundante tierra y ganado. Asumió el proceso de paz como la posibilidad de no enfrascarse en una lucha sin regreso. A los cinco meses de la entrega de armas, el Gobierno incumplió los acuerdos con los reinsertados; nunca se instaló el batallón permanente del Ejército que les prometieron. Los espacios que dejamos quiso tomarlos la guerrilla de las FARC, que además persiguió a los ex guerrilleros del EPL que abandonaron las armas, considerándolos traidores de la revolución, cuando lo único que soñaban era vivir en paz.
Después del incumplimiento de los acuerdos por parte del Gobierno, afronté diferencias con mi hermano, por una contradicción que él vivió días más tarde. La actitud del Gobierno produjo una inmensa decepción en Fidel. Mi hermano era incansable, pero hallaba una sinrazón a pelear contra la guerrilla, por la debilidad de los gobernantes. Su desconfianza en los gobiernos era cada vez más notoria, al constatar quela clase dirigente era la responsable de todos los males que sucedían en el país. Ese día mi hermano estuvo a punto de entrar en una auténtica apostasía de sus ideales. Contactó a la guerrilla para iniciar conversaciones persona a persona con los comandantes del quinto frente de las FARC. Como garante envió a mi cuñada Teresita. Por parte de la guerrilla asistieron a la finca ‘Las Tangas’ tres comandantes y allí se realizó sin que yo me enterara, la primera y única reunión de las Autodefensas con las FARC.
Días más tarde, informado del insuceso, le pregunté: “Hermanito, ¿qué es esto?”
“Vea, ‘Pelao’, aquí el problema es el Gobierno, y estando nosotros con la guerrilla creo que podemos moderarla y hasta conseguir lo que siempre hemos querido en la
Autodefensa. Penetrando la guerrilla puedo ser el comandante”.
Y nada raro sería, Fidel era capaz. Pero en ese instante reflexioné: “Aquí se está desdibujando todo”, y luego le dije: “Hay dos cosas a las que yo no puedo renunciar, a mi hermano y a mi ideología. Dígame cómo vamos a hacer, pues yo soy antisubversivo”. De inmediato replicó: “Yo también soy antisubversivo”.
Discutimos por un rato y concluimos que sustentar ese cambio no era coherente. Un momento muy delicado, pues en Colombia no se ha necesitado nada distinto para tomarse el poder que las FARC y los Castaño juntos. Fidel entró en una contradicción tremenda, durante corto tiempo. Luego volvimos a tomar las armas para defender lo que el Gobierno desprotegió y se ingresó al Bajo San Juan para entrar al Urabá. Fidel descubrió cómo se manejan los hilos del poder en el país y en un kiosco de la
vereda Las Cruces me dice: “Yo no quiero ser más un idiota útil del sistema, de la clase política y económica corrupta del país. En el fondo usted lo es, Carlos... Para qué hablar, si al final nos van a negociar”.
¿Por qué?, le pregunté, y me dijo: “No sé cómo... pero nos negocian”.
La discusión comenzó porque yo le insistía mucho a Fidel que permitiera una
entrevista que mostrara su rostro y diera a conocer sus puntos de vista. Yo le decía: “La gente debe saber quién es usted”. Pero él me repetía que no.
¿Por qué?, le preguntaba otra vez, y él me repetía, convencido: Porque somos un
instrumento, ‘Pelao’.
“Y qué importa”, exclamé. “Nos negocian, porque somos un instrumento de una cosa que nos está explotando y nosotros hacemos lo mismo”, me respondía.
Fidel tenía el concepto de que en Colombia hay un Estado donde un grupo de políticos y millonarios manejan todo, lo llamaba la oligarquía; yo lo llamo burguesía. Me decía que ellos eran los responsables de todo lo malo, así evidenciaba sus contradicciones al comprender que no se podía dejar utilizar por la oligarquía, pero a la vez tenía claro que él terminaba prestándoles un servicio. Fidel fue más paramilitar que yo, pues mientras mi hermano estuvo vivo, la Autodefensa nunca tuvo identidad, él sentía un respeto exagerado por el poder institucional. Para esa época, en la organización no se revisaban con detenimiento los métodos y las consecuencias de las acciones militares que realizábamos, tampoco se efectuaban con frecuencia ejercicios de táctica y estrategia. Nunca un norte lejano, sólo metas inmediatistas.
—¿En qué se parecían usted y su hermano Fidel?
¡En nada! Bueno, en algunas cosas intrascendentes sí, pero en lo fundamental éramos muy distintos, nos unía el ser antisubversivos y hermanos. Y por supuesto fuimos entrañables. Fidel era mi confidente y el gran cómplice. Juntos éramos peligrositos para cualquier enemigo, hacíamos un buen dúo porque nos complementábamos a la perfección, tal vez por polos opuestos. En el temperamento arrancaban las diferencias. Soy un tipo cascarrabias y me enojo diez veces en el día, pero vuelvo y me contento en otras diez oportunidades. Soy explosivo, condeno a una persona y la absuelvo con facilidad. Me provocan y me sacan la rabia al instante, pero no soy un ser rencoroso y siempre he estado dispuesto a perdonar o a dialogar con mis enemigos. En cambio, a Fidel era difícil verlo enojado, era autoritario pero sin tratar mal a nadie, no gritaba y jamás acudió a una palabra vulgar. Sin ser explosivo como yo, cuando le cogía odio a una persona era para toda la vida. Mi hermano peleaba con rabia y yo no lo hago así. Odiaba a sus enemigos, mientras yo sólo desprecio a los míos. Le encantaba la ganadería y amó la tierra, si por mí fuera yo no tendría una finca ni para ir a pasear. Me quiso enseñar de ganadería, pero no me dejé. Soy un montañero enamorado de la ciudad, y si uno ama al campo, se requiere estar en la ciudad con poder y dinero para poder hacer algo por la tierra. Desde el campo no se puede hacer nada por el campo.
— ¿Comandante, la Autodefensa de hoy es lo que soñaba su hermano Fidel?
No sé... contestó Castaño e hizo una pausa, uno de sus silencios
Creo que el espíritu es el mismo, pero lo que se ha construido después de su muerte es distinto. La guerra le dio la posibilidad de hacer las dos cosas que más quería, atacar la guerrilla y volverse un hombre rico. Su estrategia era comprar tierras y hacer trabajo social, a medida que iba sacando a la guerrilla se volvía un hombre cada vez más acaudalado. Si para las guerrillas es un negocio empobrecer las regiones, para Fidel representó un próspero negocio enriquecerlas. Antes que nada, mi hermano fue un capitalista que no vivía sólo para la causa. En cambio, yo sí he apartado muchas cosas de mi vida por la causa, entre ellas el dinero. Puedo asegurar que idealistas así sólo hay tres en las AUC, el ‘Alemán’, Rodrigo y yo, de eso no me queda la menor duda. En mi vida, la Autodefensa es la prioridad y estoy convencido de que, poco a poco, voy creando una ideología, eso es lo único que lo conserva a uno eternamente. Otra de las diferencias entre mi hermano y yo era que Fidel poseía mucho más conocimiento, siendo empírico. En su forma de ser se notaba una mezcla de percepción elemental campesina con la visión de un acaudalado hombre de negocios. Él fue del pueblo y quiso trabajar por la gente pobre, generoso con su familia y la gente a su alrededor. No se puede negar que fue sensible socialmente, regaló en vida la mitad de su fortuna y siempre generó empleo lícito
Fidel no quería a la oligarquía, pero mire los contrastes de la vida, le gustaba vivir como un burgués. En el monte austero, con decirle que no permitía ni aire acondicionado ni televisores en las fincas de Córdoba. Se vestía de manera sencilla y mandaba a remendar los pantalones. Pero cuando viajaba a Europa, sólo usaba trajes Ermenegildo Zegna o italianos Beltrami. En sus comidas nunca faltó un añejo vino de las selectas cavas francesas, el único licor que tomó en su vida. No se bajaba de los mejores Bordeaux, Chateau Perlus, o un buen Margox. Se movía en la lógica de donde fueres, haz lo que vieres. Para la época, yo había leído más que él, pero mi hermano viajaba muchísimo y conoció gente de diferentes ámbitos. Hoy en día yo no soy un profesional en nada, puedo picar temas de filosofía, historia, química, literatura, arte o cine. Pero Fidel, en cambio, fue un profesional en materia de arte francés. Tuvo grandes amigos en París, la mayoría pintores de tercer o segundo renglón.
En compañía de un curador de arte pagaba dos años de alquiler por una habitación en el hotel Ritz de la Ciudad Luz. Visitaba con frecuencia la galería Malboro, y en Nueva York la City Hall. Sus viajes a Cartagena eran habituales y allí disfrutaba noches enteras hablando de arte con el maestro Alejandro Obregón, él tomando tinto y el pintor con su media botella de aguardiente. Fue amigo del maestro y por sus manos pasaron varios de sus mejores cuadros, entre ellos, las Flores carnívoras, El águila y la flor de arratamacho.
Del maestro Fernando Botero también adquirió obras, entre ellas La familia, Los amantes, El guitarrista y El baile del tango. Recuerdo que uno de estos cuadros lo prestó al lobby del hotel La Fontana, en Bogotá, sitio amable donde siempre se hospedaba al viajar a la capital. Fidel se inclinó al arte porque le gustaba, pero, sobre todo, porque era un excelente negocio. Me decía que un buen cuadro podría llegar a dar doscientos mil dólares de ganancia y uno mucho mejor, después de comprarlo al reducidor, podría llegar a los cuatrocientos mil dólares. Para él era normal mantener treinta cuadros para negociar, deber veinte, tener cinco en compañía y cinco propios. Yo creo que la familia más amiga de mi hermano Fidel fue la de unos judíos, a la que años más tarde le compró su casa en el barrio El Poblado, en Medellín. Halab y Uribe y en especial el viejo William Halaby, con quien compartía a menudo. Fidel fue un gran hermano y también mi papá durante mucho tiempo, yo tenía catorce años cuando murió don Jesús, mi padre. Fidel ya tenía treinta y un años cuando todo comenzó.
Él siempre me mantuvo económicamente y yo no recuerdo haberme ganado un peso o haber trabajado para alguien distinto a él. Le manejaba el dinero a Fidel y jamás me pedía explicaciones sobre mis gastos. Fui el hijo que nunca tuvo y heredé su iniciativa. La campaña antisubversiva la comenzó Fidel, yo me vi abocado a seguirla, él me dejó la tarea empezada. Y para eso sí soy bueno, para terminar lo que alguien empezó, sucedió con los PEPES y ahora con la Autodefensa. A pesar de mi corta edad, me convertí en su sombra, a los tres años de iniciar la lucha antisubversiva, la responsabilidad en lo militar la tuve siempre yo, Fidel nunca estuvo pendiente de dónde se compraban las municiones y los fusiles, tampoco de la gente. Se concentraba en sus negocios y en la próxima región que penetraríamos. ¿Cómo lo haríamos?, ¿cuánto tiempo permanecería ahí?, ¿dónde continuamos después? Fidel fue en la primera etapa de nuestra Autodefensa el estratega y yo el táctico.
La revista Semana se inventó el cuento de que le decían ‘Rambo’ y hasta lo llegó a
comparar con Silverster Stalone, por su gran estado físico y sus capacidades militares. Pero Fidel no sólo fue un hombre de guerra, un hombre familiar, sino un gentleman, un ganadero, un paramilitar y, sobre todo, un experto en arte francés.
—¿De los cuadros que coleccionó su hermano Fidel, usted posee algunos, comandante?
De su colección no quedó casi nada, sus obras más preciadas las vendió entre 1990 y1994, antes de morir, y el dinero lo invirtió en la guerra. Sólo queda por ahí un óleo, que es más un recuerdo familiar. En nuestra casa de Medellín está el retrato de Fidel, que en muestra de amistad le hizo alguna vez el pintor indígena Oswaldo Guayasamín.
—Su hermano murió un 6 de enero de 1994, un mes después de la muerte de Escobar. ¿Cómo fue la transición suya a comandante general?
Con la ausencia de Fidel en el primer semestre de 1994, la Autodefensa estuvo muy quieta. Antes de realizarse la reunión, donde me nombraron como la nueva cabeza de la organización, pasaron algunos meses. Durante esos días la Autodefensa estuvo medio a la deriva y cada uno de los comandantes seguía los lineamientos que se habían trazado, yo no quise darle un cambio tan rápido. Como nuevo líder de la organización, yo quería unir a los demás comandantes, por eso fui muy sutil a la hora de instaurar los nuevos derroteros. Pero en mi mente ya venía creando el tipo de Autodefensa que tenemos hoy. Aunque, en razón a la verdad y a la sensatez, el Estado no es sólo el Presidente, es decir, asumí el mando pero compartí el poder, que más que democrático fue colegiado. La primera dirección de la Autodefensa la integraron: El ‘Mono’ Mancuso, Jorge ‘Cuarenta’, Hernando y el primo ‘Panina’, que ya se retiró. Cuando esto, no éramos las ACCU y menos las AUC, eso vino después, lo que pasa es que la prensa nos llamaba las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá.
Después de conformada la primera dirección, se acordó que en lo militar el manejo sería concertado. Los cambios que impuse se vieron en lo político. Mi primo Hernando fue un gran aliado, entró a colaborarme en todo y me apoyó como estratega militar, así nos convertimos en dos cabezas regionales otra vez, mi primo en lo militar y yo en lo político. En ese momento la Autodefensa dio un giro en su metodología, pues con Fidel la expansión era lenta y a mí me gustaba atacar aquí, desplazarme y atacar allí.
—¿Ahí es donde le da usted su viraje y orientación personal a la Autodefensa y comienza el proceso de politizarla?
Es correcto. Con la ayuda del comandante Rodrigo, ‘Doble Cero’, redactamos los primeros estatutos de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, lo que se comenzó a llamar oficialmente las ACCU. Desde ese momento también entró en vigencia el primer régimen disciplinario interno. Mientras la formulación de un norte político que daba claro en lo militar, iniciamos la fuerte propagación de la Autodefensa en Urabá, allí se dio la etapa más dura de toda esta guerra, la lucha por controlar el Eje Bananero asediado por las FARC y una disidencia del EPL. Todo esto sucedió entre junio de 1994 y el18 abril de 1997, cuando nacieron las Autodefensas Unidas de Colombia.
*Tomado del libro Mi Confesión, realizado por Mauricio Aranguren. Editorial Oveja Negra
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