En los ochenta los colombianos del interior teníamos solo dos canales: el 1 y el 2. La programación terminaba después de la novela de las diez. La novela casi siempre era una porquería. Planos rígidos, personajes estereotipados. Nosotros nos comíamos esa basura con gusto porque no había nada más en las noches calientes y pueblerinas de Cúcuta. Puro zancudo y Caballo viejo. Sin embargo, los niños alcanzamos a ser felices con esas porquerías. Entiéndanos, no conocíamos otra cosa . En las tardes había algo que se llamaba Televisión educativa y cultural. Era divertido, lo juro, y uno hasta aprendía cosas. ¿Se acuerdan de El tesoro del saber? Era un programa mexicano cuyo intro encontré de milagro en Youtube
Y luego otro programa japonés de cuyo nombre nadie se puede acordar y que nos enseñaban a armar cosas y llegaban las seis de la tarde y no se había hecho una sola tarea pero atardecíamos un poquito menos ignorantes, menos brutos. Nos quitábamos toda esa sarna que los curas nos pegaban en el colegio.
Hoy, casi cuarenta años después, la televisión colombiana es aún peor. Nada se salva, nada tiene gracia y creo que el programa más divertido podrían ser las misas del padre Linero los domingos a las seis de la mañana. A veces, por curiosidad, pongo Caracol un lunes a las tres de la tarde y están dando una novela turca o coreana o no sé de dónde y me pregunto quién será la pobre ama de casa frustrada que puede gastar la inutilidad de sus días en una bazofia de ese tamaño. La cosa no mejora en horario Triple A. Los realities son tan malos que hacen parecer a Silveste Dangond una persona muy inteligente. De los noticieros qué otra cosa hay que decir más que son rellenos hechos a punta de cámaras de seguridad y videos de ciudadanos cualquiera que muestran asaltos, atropellos, accidentes y perritos acariciando con su lengua los cachetes de un bebé. Yo no veo televisión colombiana salvo cuando juega la Selección y pues le bajo volumen porque uno aguantarse a Refisal y al Cantante del Gol es demasiado.
Creo que el programa más divertido
podrían ser las misas del padre Linero los domingos a las seis de la mañana
Es paradójico que justo cuando la televisión mundial vive su época de oro nosotros estemos haciendo programas completamente anacrónicos. El mismo formato de hace cuarenta años solo que ya más gastado, más desteñido. Nosotros, los que nos burlábamos de Pacheco en los noventa y su Quiere Cacao hasta lo extrañamos. No sabíamos que el universo nos iba a castigar con casos patéticos como el Gato de Sábados Felices o Ricostilla. ¿Quién lo iba a imaginar?
Por eso es que los jóvenes se mamaron. Por eso uno ve el rating y Caracol y RCN pueden ufanarse si en una noche de estreno sacan 12 puntos, 12 miserables puntos. Antes era 45 puntos, 50. Ningún programa colombiano volverá a tener ese número, ningún programa colombiano volverá a tener ese grado de atención.
Caracol y RCN pueden ufanarse si en una noche de estreno
sacan 12 puntos, 12 miserables puntos
Los jóvenes están enganchados a Netflix acabando de una sola sentada Stranger Things o Mindhunter¿Para qué uno ver a los siempre sobreactuados Nicolás Montero o Robinson Diaz si se tiene al frente la contención de Justin Theroux en The Leftovers, o al gran Brian Cranstom de Breaking Bad? ¿Para qué martirizarse con el show de Cejas Pobladas si uno puede ver, cuando quiera y una y otra vez, un monólogo del diabólico Louis C.K? Ojo, y no tener plata para acceder a las plataformas no es excusa. Hay páginas online que las ofrecen todas subtituladas y en excelente calidad. Lo único es que hay que tener curiosidad y pegarse una buceada. Seguro las encuentran.
Lo mejor de la televisión colombiana en este momento son las columnas del maestro Omar Rincón en El Tiempo, algunos programas de Señal Colombia y el regreso de Martin de Francisco y Santiago Moure. Y tienen que mejorar. Últimamente ni buenas ideas como la vida de Pambelé pegan. Ni siquiera el nuevo formato de Canal Uno sirvió para ver algo diferente. La apuesta fue conservadora. La apuesta fue intentar parecerse a RCN y Caracol que, afrontémoslo, están agonizando. Tienen que venir con ideas de fuera realmente rompedoras, inventarse una estrella tipo Jimmy Fallon como hicieron los gringos. Si no van a ser aplastados por las plataformas de HBO y sus series, por las geniales ideas de History y sus Vikings. El público colombiano es cada vez más viejo. Mis papás por ejemplo no podrán seguir tramas tan intrincadas como Legion o Twin Peaks. Ellos seguirán extrañando los tiempos donde veían a Carlos Muñoz hacer de Pio Quinto en San Tropel o al Frank Ramírez del Gallo de Oro.
Pero los jóvenes están en otra sintonía. Trabajo con un puñado de muchachos menores de 25 que encarnan la vanguardia de este país. Ninguno se ve siquiera el noticiero de la mañana de alguno de los canales nacionales. No saben quién es la estrella de RCN y si lo saben les importa un comino. Ellos saben que viven la edad de oro de las series y por eso, conscientes de la historia, se ven de una sola tirada temporadas enteras de Soprano, Narcos o Game of Thrones.