Las pocas veces en las que se portaba mal su madre le decía que él era adoptado, que se lo habían regalado una tribu de gitanos. Tenía la frente abombada y los pulmones débiles. Su padre creyó que moriría al año, pero no, Fredo era tan fuerte que podía soportar su debilidad crónica.
Soñamos con tener la valentía de Sonny y la frialdad de Michael. Ninguno quiere ser como Fredo. El tiempo ha pasado y ahora que volvemos a ver El padrino sabemos que es él el único que tiene algún tipo de humanidad. Lamentablemente ha crecido ante mafiosos en donde sólo hay tres cosas importantes: vestir elegante, engominarse el pelo y tener el control. Fredo puede acceder a esas dos primeras cosas, pero si quiere tener el poder debe convertirse en un hombre duro, despiadado y no sabe cómo y en esa búsqueda desesperada traiciona a su familia, a su hermano, su propia sangre. Rezando un avemaría, Fredo es asesinado en medio de un lago.
Su papel consagratorio lo disputó con Richard Dreyfuss, 12 años menor que él y mucho más apuesto. Robert Evans, productor de El padrino, quería dárselo al judío pero se atravesó Cazale, con su frente amplia, su mirada hueca y ese rostro capaz de hacernos sentir el dolor que siempre lo ha atormentado.
Hijo de un autoritario vendedor de carbón y de una sumisa ama de casa, John Cazale vivió desde pequeño por la actuación. No le interesaba ser rico ni famoso sino tan solo actuar. Antes de lograrlo trabajaba en una compañía de mensajería en donde conocería a Al Pacino. En los breves descansos ambos soñaban con ver su nombre en la marquesina de Broadway.
Siendo muy joven se enroló en el taller de actuación de Israel Horovitz y allí se destacó por su pasión desbordada. No había actuado en ninguna película y quería debutar, a sus 37 años, en la que sería la película más taquillera de la historia del cine. El pulso se lo ganó a Dreyfuss y la verdad, no creemos que sea posible otro Fredo.
Su carrera se encendió como una chispa. En los seis años que le quedaban de vida hizo cuatro películas más, entre todas suman cuarenta nominaciones a los Óscar. Ninguna de ellas fue para él. Sin embargo tenía la virtud de presionar a sus compañeros de reparto para sacar lo mejor de cada quien. Gene Hackman en La conversación, Pacino y Brando en El padrino, lograron actuaciones consagratorias en parte gracias a ese silencio intenso y agobiante que destilaba el enigmático Cazale.
De salud frágil, John, en la celebración de sus 40 años salió a comer con su hermano y la novia de la cual estaba completamente enamorado, la joven Meryl Streep. La había descubierto actuando en el teatro neoyorkino y apenas vio su interpretación corrió a un teléfono público y llamó a Pacino y le dijo “Oh, Al, he conocido a la mejor actriz del mundo”. Él fue su mentor, su maestro y el gran amor de su vida.
Así que se van a Chinatown a celebrar sus 40 años cuando una tos amenaza con ahogarlo. Se escurre por la puerta, sale a la calle, y su hermano y su novia lo ven vomitar sangre en una alcantarilla. Allí John les cuenta la verdad: tiene cáncer de pulmón. Los setenta cigarrillos diarios le habían pasado factura.
Para Meryl Streep los años comprendidos entre 1976 y 1978 son los más duros que ella recuerde. John no era una persona fácil, tenía un genio atemperado y además las mujeres caían rendidas a sus pies. Pero el cáncer de su novio fue un golpe muy duro de asimilar. Lo intentaron todo y él estaba convencido de que lo podía vencer. Sin embargo el parte médico era cada vez más desalentador. Herido de muerte le suplica a Robert De Niro que lo incluya en el proyecto que va a participar, se trata de la ópera prima de un joven director llamado Michael Cimino. La película se titulará El cazador. Los productores no querían aceptar que Cazale trabajara allí. Los rumores de que moriría en cualquier momento eran cada vez más fuertes. Le hicieron el casting, más por piedad que por otra cosa, pero John era una fuerza de la naturaleza y cuando lo vieron sabían que el papel era suyo.
Llegaba al plató con el respirador puesto y en silla de ruedas, pero, al escuchar la palabra acción, se mimetizaba en su personaje. Extenuado después del rodaje, se retiró a una clínica de reposo en donde moriría pocos días antes del estreno de la película en brazos de Meryl Streep. El cazador ganó cinco Óscar, entre ellas a mejor película de 1978. Mientras Cimino recogía su premio, nadie se acordaba del heroico trabajo que había realizado John Cazale.
Treinta y siete años después de su muerte el gran público tampoco recuerda su nombre. Algunos, al ver su particular rostro, se rascan la cabeza y preguntan ¿Ese no es el hermano bobo de Michael Corleone? Y después viene la indiferencia absoluta. Los actores de reparto están condenados al olvido, sobre todo si mueren jóvenes.
