El miedo es una sensación desagradable y un sentimiento, que nos angustia, aturde, oprime y produce ansiedad. También se manifiesta en una percepción, de peligro real, aparente o supuesta, que afecta a las personas y los animales. El miedo tiene su lado positivo, mediante reacción mecánica defensiva, cuando alerta y previene del peligro, de manera consiente e inconsciente, evitando caer o perder. El miedo debe ser pasajero, para superarlo en instante, reflexionando en calma. Lo grave de este sentimiento (miedo) es que se vuelva traumático y habitual, transformando el comportamiento normal, en los seres humanos, causando pánico, estrés, paranoicismo, sumisión, persecución, conmoción, y pesadillas.
El miedo no solo surge de manera natural, sino que también por inducción, condición y por la fuerza impositiva para ejercer: control, dominio, sometimiento y obediencia en regímenes políticos, religiosos, sociales, comunitarios, domésticos y delincuenciales predominantes. El miedo desestabiliza, bloquea, atolondra, apta, atrofia, inhibe, absorbe, frustra y frena acciones y operaciones defensivas, alternativas y desarrollo productivos. El miedo debilita la espiritualidad humana, aprovechadas por los promotores e incitadores, para utilizarlo con manipulaciones, coacciones, constreñimientos e intimidaciones para explotar y humillar a las personas, castigando, opositores y contradictores, que se alcen y rebelen o por motivo de incumplimientos, a los dictámenes, implementados por reyes, dictaduras, soberanías absolutas de gobierno, mandatos antidemocráticos y tiranos donde el miedo es latente. El miedo es un grave problema que padecemos los seres humanos, que nos acobarda por ignorancias, inseguridades, temores, fobias, caprichos, terror, pavor, asombro, zozobra y desasosiego que limitan la libertad voluntaria e intencional de hacer, programar y manejar, proyecciones particularizadas.
En regímenes autoritarios todo se sujeta a órdenes y cumplimientos, las acciones ejecuciones, particulares no son de libre disponibilidad de las personas, sino que deben ser admitidas y consentidas, por quienes imponen, dictaduras a su antojos y conveniencias, apoyados en el miedo, acosando, asustando y espiando con prácticas abusivas, horrorosas y repudiables, generadoras de torturas psicológicas, que atentan con la dignidad y el derecho humanitario. El miedo es contemporáneo con la humanidad. Se induce en los hogares, establecimientos educativos, lugares laborales, carcelarios, culturales, recreativos, deportivos, iglesias, partidos políticos y administraciones públicas por mitos y prohibiciones, tradicionales y costumbristas para limitar, prevenir y corregir de manera esporádica, con advertencias, castigos disciplinarios y penales por violaciones de preceptos vigentes.
El miedo es un tormento alérgico, que produce cambio de metabolismo desarticularizando, la espiritualidad activa de las personas. Nos pone a temblar, dudar, atemorizar, y claudicar proyecciones y ejecuciones, de utilidad y servicios. De ahí que sean necesarias conocer las causas y fundamentos, de dónde pueda originarse el miedo, para esquivarlo y enfrentarlo, antes de que nos afecten los sentimientos y apague el entusiasmo. El miedo se supera con valor y firmeza, sin afanes, ni precipitaciones, si no de manera reflexiva y serena, con fe y altruismo positivo, guiado por los conocimientos informativos, experiencias e impulsos previsto, para avanzar en objetivos predilectos, con finalidades efectivas de logros, sorteando riesgos, penurias y sacrificios para lograr afrontar la confianza, desechando el miedo, que se constituye en un obstáculo para avanzar en el progreso y desarrollo de la colectividad.
Convivimos con el miedo, en medio de la inseguridad, frente a los peligros que nos rodean, tales como: desemplearse, victimizarse, por acciones delictivas, accidentales, separarse de los afectos, derrotarse y de perder de manera general, por carencia de factores y bases consistentes, que garanticen prevención, respeto, protección y seguridad, globalizada indiscriminada.
A propósito del miedo, este se utiliza en las campañas y disputas políticas como estrategias para mermar o frenar actividades proselitistas, generar dudas, incertidumbres. Esto desencajan el estado anímico y emocional de personas inseguras que pueden llegar hasta perder los estribos y fracasar.