¿A quién diablos le importa?
Opinión

¿A quién diablos le importa?

El video de la pequeñita Beatriz abrazando a un compañero que era maltratado, nos confirma que empatía y solidaridad no están escriturados a ningún modelo de familia

Por:
diciembre 31, 2017
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Esta historia empieza con la imagen de unos estudiantes y algunos profesores en un patio al aire libre.  En el centro, una mujer con un micrófono, de más o menos 60 años de edad y quien parece ser la directora, invita a una alumna a que pase al frente.  Aparece en el plano del video, hecho con celular, una niña de unos 10 años de edad, gafas, cola de caballo y vestida de camiseta azul oscura, falda corta escocesa y tenis.

La directora entonces explica que ha invitado a la alumna a acompañarla porque le quiere hacer un reconocimiento ante todo el colegio. “El viernes pasado, de manera silenciosa y fuera de la vista de la mayoría, Beatriz se acercó a un compañero que sufría porque había sido maltratado por otro estudiante, lo abrazó y le dijo palabras de aliento y de cariño.  Sus acciones representan el espíritu de este colegio, pero sobretodo demuestran una humanidad necesaria en estos momentos en los que hay tanto abuso.  Tu abrazo, —dijo mirando a la niña quien parecía algo sorprendida—, permitió que ese niño se acostara esa noche sabiéndose querido y respetado a pesar del desafortunado incidente.  Todos tenemos derecho a estar libres de abuso y a acostarnos sintiéndonos queridos. Ojalá pudiéramos contar muchas, muchas más historias como esta.”  La historia termina con una bonita escena en la que la directora abraza a la emocionada estudiante mientras sus compañeros aplauden.

Imposible no sonreír y albergar un sentimiento de esperanza después de ver el video.  En estos momentos de tanta incertidumbre, con la carnicería de Manchester aún presente y con el tema del bullying escolar catalogado a nivel mundial como problema de salud pública, es un respiro, bienvenido y necesario, poder constatar que la empatía, la solidaridad y el amor, sin grandes titulares ni millones de “me gustas”, siguen avanzando y están presentes en todos los espacios.  Si esa escena  nos produce tanta emoción a nosotros espectadores desprevenidos,  imagínense lo qué habrán sentido los padres de Beatriz.

La niña de gafas y sonrisa pícara, protagonista del reconocimiento escolar, nació hace una década cerca de San Diego, California.  Tiene un hermano mayor y dos hermanos mellizos, hombre y mujer, unos años menores que ella.  Le gusta tocar piano y bailar flamenco. Beatriz es fruto de un hogar hermoso lleno de amor y valores como muchos otros hogares alrededor del mundo. Sus padres se conocieron finalizando el siglo pasado en la fiesta de despedida de un amigo en común y estuvieron juntos hasta hace poco cuando decidieron separarse.  Hoy tienen una relación cercana y cariñosa centrada, como suele pasar en estos casos, en la educación y el bienestar de los hijos.

 

 

Beatriz llegó a este mundo querida y arropada con amor.
Fue el resultado de una mezcla, emocionante y única, de ciencia,
jurisprudencia y voluntad inquebrantable

 

Beatriz llegó a este mundo querida y arropada con amor.  Fue el resultado de una mezcla, emocionante y única, de ciencia, jurisprudencia y voluntad inquebrantable.  Sus padres, al no poder concebir y de acuerdo a la normatividad vigente, recibieron un óvulo en donación de una mujer amiga. Este óvulo fue fecundado con el semen del padre y el cigoto resultante fue implantado en el vientre de una mujer que se comprometió a entregar a Beatriz a su familia luego de dar a luz.

A pesar de la especial aventura que rodeó su llegada al mundo, la vida de la niña ha sido bastante normal y feliz: algunas enfermedades y accidentes menores; es buena estudiante, tiene amigos y amigas de diferentes razas y culturas y una  familia, formada en dos religiones (católica y judía), pero concentrada en la educación laica,  que la quiere y apoya.

Algunos lectores ya lo habrán intuido:  Beatriz y sus hermanos son hijos de una pareja homosexual compuesta por dos hombres.  Una pareja que quiso construir un hogar alrededor de los valores que considera importantes y que ha trabajado, como tantas familias, para educar y brindar seguridad y oportunidades a sus hijos.

Volviendo a Beatriz y al incidente por el cual se le exaltó, cabría preguntarse: ¿qué hizo que ella, sin ninguna recompensa visible, se conmoviera y actuara al ver a un compañero sufriendo?  No pienso que se deba a  los instrumentos del laboratorio utilizados para propiciar el milagro de su vida.  No creo que tenga algo que ver el vientre en el que estuvo.  No me imagino, aunque tampoco lo descarto totalmente, que las dos religiones en la historia de las familias hayan influido.  Finalmente, estoy seguro que el género de sus padres no jugó absolutamente ningún rol en su meritoria actuación.  Hay temas profundos y estructurales como la empatía, la solidaridad, la responsabilidad y el respeto que no están escriturados a ningún modelo de familia.

Quizás podríamos profundizar un poco más en el tema del bullying que propició el abrazo de Beatriz a su compañero y preguntarnos, ¿son los padres del niño agresor una pareja heterosexual tradicional?  Pero… ¿a quién diablos le importa?

Publicada originalmente el 28 de mayo de 2017

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