¿Quién decide cuál es la mejor política científica para Colombia?

¿Quién decide cuál es la mejor política científica para Colombia?

Por: Lina Beatriz Pinto García *
julio 18, 2013
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¿Quién decide cuál es la mejor política científica para Colombia?

Ya se han vuelto recurrentes las diatribas en contra de la gestión de Colciencias y del camino escarpado que debe ser recorrido para acceder a recursos del Sistema Nacional de Regalías destinados a la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI). Como lo han dejado ver las recientes columnas de Arturo Argüello (http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/arturoargello/y-si-liquidan-a-colcie_12843208-4) y Julio César Zuluaga (http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/6901-iliquidar-a-colciencias-ciencia-tecnologia-e-innovacion-en-colombia.html), reinan en el sector académico la confusión, la incertidumbre y la frustración, agravadas ahora con el inesperado cambio en la Dirección de Colciencias. Parece urgente tomar medidas que depuren el aire que se respira y garanticen el avance sostenido y no politizado del conocimiento. Además, es necesario buscar maneras en que la ciencia responda a la diversidad de demandas y necesidades de la sociedad colombiana, más allá de aquellas consideradas rentables por su vinculación con el sector productivo, por importante que este sea.

Si bien Colombia ha reconocido la importancia de aumentar el presupuesto para la ciencia y de fomentar la innovación, es claro que se montó en ambos trenes a la carrera: no se concertó con aquellos que tradicionalmente han hecho ciencia en este país y que, con dificultad, han construido la escasa capacidad científica existente. La comunidad científica nacional – un grupo disperso que requiere también del apoyo y el respaldo de Colciencias para organizarse, unificarse y pronunciarse – comparte una preocupación por las maneras en que se promueve la generación y aplicación del conocimiento, y tiene puntos de vista válidos basados en su experiencia. Personas que, pese a la adversidad del entorno, han decidido hacer ciencia en Colombia, tienen mucho que decir al respecto, más allá de la crítica perniciosa, y pueden ser parte de un proceso constructivo en el cual sean tenidas en cuenta de inicio a fin, y no simplemente informadas cuando las decisiones ya han sido tomadas. Si así fuese, no solo la desconfianza y el descontento generalizados frente a la gestión de esa entidad sería menor, sino que la ciencia avanzaría de manera menos incierta y la responsabilidad del progreso científico, la aplicación del conocimiento y la innovación recaería sobre todos.

Un Colciencias revitalizado, con un presupuesto digno de un Departamento Administrativo, con voz y voto en las decisiones relacionadas con los proyectos de regalías, con personal tanto de corte administrativo como académico, y planes y líderes que perduren más allá del gobierno de turno, se vería fuertemente beneficiado de una construcción participativa de la política científica nacional. Brasil nos lleva la delantera en este terreno. Su experiencia ganada en la definición y la implementación de una política nacional en CTI puede ofrecernos a los colombianos un ejemplo concreto de cómo reunir las voces, no solo de la comunidad científica, sino de todos los actores, sectores y regiones.

Brasil es el país latinoamericano con mayor tradición en la construcción participativa de políticas públicas, principalmente a través de las Conferencias Nacionales, espacios democráticos donde todo tipo de actores discuten propuestas y aspiraciones relacionadas con un tema específico. Desde 1985 se realizan Conferencias Nacionales en CTI, la más reciente de las cuales (la cuarta - http://cncti4.cgee.org.br/) tuvo lugar en 2010, reuniendo a más de 4000 participantes de la academia, el gobierno, la industria y la sociedad civil, para discutir la Política Nacional de CTI. Esta conferencia, declarada por decreto presidencial, fue precedida por 5 conferencias regionales, 25 conferencias estatales, un foro municipal de CTI y 6 seminarios preparatorios. El evento fue desarrollado a lo largo de tres días durante los cuales se desarrollaron 6 sesiones plenarias, 24 paralelas y 24 temáticas. Los resultados de la conferencia se consolidaron, luego de 7 meses, en el Libro Azul (http://cncti4.cgee.org.br/index.php/assessoria-de-imprensa/357-livro-azul-da-4o-cncti-e-lancado-pelo-cgee), un documento ensamblado por un Comité de Redacción y alimentado por los relatores de la Conferencia, el Consejo Consultivo, el Comité Organizador y, finalmente, por todas aquellas personas que quisieron contribuir a través de mecanismos de participación pública disponibles en internet. El Libro Azul guía, desde diciembre de 2010 y hasta 2020, las políticas públicas para CTI del Brasil.

Colombia podría tomar el ejemplo y las lecciones aprendidas por Brasil para desplegar quizás no un iniciativa de las magnitudes de una Conferencia Nacional, pero sí un evento participativo, apoyado por una fuerte voluntad política y adaptado a nuestras posibilidades. Los fondos de regalías destinados a CTI, que suponen una distribución regional e intersectorial, podrían ser invertidos para impulsar acciones inclusivas como estas. Colombia y Brasil, con recursos limitados, no se pueden dar el lujo de hacer toda la ciencia ni cualquier tipo de ciencia: hay ciertas necesidades y capacidades existentes sobre las cuales cimentar un plan hacia el futuro. Decidir cuál es la ciencia que necesitamos debería ser un ejercicio plural, alimentado por todos aquellos que consideran que el conocimiento puede y debe contribuir a reducir las brechas de inequidad, el mayor problema de la sociedad brasilera y de la nuestra.

* Gerente Científica Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas CIDEIM - Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen únicamente al autor y no reflejan necesariamente la posición u opinión de CIDEIM.

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