Comencemos por constatar hasta qué nivel ha llegado la falta de operatividad y funcionamiento de nuestras instituciones.
Consenso hay en que el Congreso poco hizo y ninguna ley importante tiene pendiente de tramitar. En parte la explicación es que el debate sobre las objeciones del presidente a la Ley Estatutaria de la JEP ocupó tanto tiempo y tanto desgaste que no hubo espacio para atender otros temas. Pero en parte también por qué la falta de mayorías decisorias no permitió ningún intento de adelantar algún proyecto de ley de peso. Y la idea de ordenar su funcionamiento mediante la Ley de Bancadas lo que acabó fue como una norma que propició su propio incumplimiento, o sea favoreciendo la anarquía.
Se achaca en parte esto a la falta de liderazgo del ejecutivo. Por supuesto que en parte es así. Pero sobre lo que parece haber unanimidad es que ‘el gobierno se quedó sin agenda’. Como explicación se da el que el Dr. Duque tras intentar proponer un modelo propio se encontró con que la oposición de lo que suponía ser el partido que lo subió lo puso contra la pared obligándolo a escoger entre someterse a su proyecto de extrema derecha o quedarse sin ningún apoyo. Como lo dice el calificativo de ‘falta de gobernabilidad’, el ejecutivo lo que está es impotente para gobernar.
Y el legislativo tratando de ganar credibilidad pero cuestionado por el lado de ‘el Cartel de la Toga’; paranoico por unas amenazas que se suman a unas ‘chuzadas’ (sean éstas ciertas o solo soportadas en indicios y sospechas); presionado por todos los intereses involucrados en la polarización del país y por la intromisión de los Estados Unidos para que se cumpla su agenda; y confundida la ciudadanía respecto a la jerarquía y trascendencia de la nueva Jurisdicción como si estuviera en discusión su existencia y no fuera prioritaria la función de ser el tránsito judicial para la Paz.
El nuevo protagonismo del fiscal no puede estar más en entredicho. Los debates sobre sus impedimentos solo pueden concluir en que lo que estaba era impedido para ser fiscal; que demasiados conflictos de interés evidentes, y ahora cuestionamientos sobre su participación en casos como el de Oderbrecht, lo limitan para actuar como el cargo lo requiere; que sus intereses políticos se adicionan a su trayectoria profesional para perturbar una gestión apropiada.
Lo que se vuelve interesante es, ¿por qué o cómo se llegó a esta situación? Y, ¿a quién beneficia?
Esta situación beneficia a aquellos que teniendo ‘rabo de paja’
tendrían que asumir la responsabilidad por la forma en que ejercieron el poder
No hay duda que beneficia a quienes su funcionamiento perjudicaría. A quienes un cambio de modelo, una nueva orientación económica, un orden social diferente les quitaría sus privilegios. Pero más a aquellos que teniendo ‘rabo de paja’ tendrían que asumir la responsabilidad por la forma en que ejercieron el poder.
También a los medios de comunicación que viven de los escándalos y las crisis como fuente para sus ‘noticias’. Un país funcionando no alimentaría a nuestro estilo de periodistas. Pasó la época en que el modelo de periodismo podía ser un Gabriel García Márquez que no buscaba ser ‘tendencia’ para ser apreciado; o un Gabriel Cano que informaba y opinaba desde una tribuna que se dirigía a la cabeza y no a los riñones, que alimentaba la razón y no las pasiones.
Tal vez en buena parte lo que explica cómo se llegó a esta situación es que se complementan y se usan el uno al otro estos dos intereses…