En tiempos de paz, Quibdó capital del Chocó, atraviesa por la peor crisis de seguridad de toda su historia, todos los días hay múltiples delitos como robos, extorsiones, fleteos, tráfico de estupefacientes, secuestros exprés de personas y vehículos, entre otras modalidades delictivas, son el diario vivir de la población quibdoseña, pero la que más preocupa a la colectividad son los homicidios. Por ejemplo, solo en el mes de septiembre 16 personas fueron asesinadas, muchos de estos jóvenes no mayores de 30 años. Por ello que me asaltan varias dudas: ¿Por qué los jóvenes de Quibdó son los principales actores de delincuencia?¿Cuál será la génesis de esta guerra sin cuartel?.
Si se analiza este asunto y se habla con algunos jóvenes se llega a dos conclusiones, la primera y, más obvia, es la falta de oportunidades para el acceso al empleo, teniendo en cuenta que esta ciudad presenta los más altos niveles de desempleo del país con un 19% de acuerdo a las cifras del DANE, sumado a otros fenómenos como la drogadicción y la influencia de bandas delincuenciales que llegaron a controlar todas las actividades que en otrora eran de los grupos alzados en armas, además de la implementación de la Ley 1709 del 2014 o Ley de Descongestión Carcelaria, que ha permitido que muchos capturados sean beneficiarios de casa por cárcel y algunos queden en libertad, pues la cárcel Anayancy de Quibdó pasó de 723 reos a 316 en solo 4 meses.
La segunda y creería que la más estructural, es un factor no menor en una sociedad donde la violencia es el motor de la pobreza: “La Indiferencia”. Quibdó ha sido desde hace 20 años receptora de más de 78.000 desplazados de todo el departamento del Chocó, víctimas de innumerables ataques de guerrilleros, paramilitares y hasta de la misma fuerza pública, personas que vivían en medio de la tranquilidad de las zonas rurales, con ingresos fijos o al menos con la posibilidad de alimentar a sus familias y brindarles un futuro digno. Sin embargo, cuando llegan a la ciudad huyendo del conflicto, sin un lugar al menos donde pernotar, sin un trabajo y con varios pequeños, se suma a esa indiferencia de lo que en ese momento era un “Pueblo Grande”, cambian inmediatamente sus dinámicas de vida y es cuando empiezan a detonar ese resentimiento, que aunque los mayores lo toleran, los que ayer eran niños y hoy jóvenes, al igual que los que nacieron en la ciudad, no están dispuestos a permitir.
Muchos de los que ayer fueron víctimas hoy son victimarios, porque sintieron que esta sociedad no los involucró y encuentran en el líder de la banda o combo un modelo a seguir y una figura de autoridad, porque él es un proveedor de todo tipo, dinero, drogas y hasta ese afecto que no encuentra en su hogar o que cree que no se le da como él quiere. Por eso también nos pasa factura, porque los antilíderes fueron más inteligentes y les brindaron lo que esta ciudad no fue capaz.
Esta situación que hoy vive Quibdó, no es culpa del alcalde, gobernador o comandante de policía de la actualidad, es la respuesta a un caldo de cultivo que se generó por esa indolencia y esa falta de apoyo a una población que fue humillada y tratada como ciudadanos de segunda categoría. Una sociedad que no entendió, que a pesar que estos han sufrido los horrores de la guerra y que hoy representan el 80% de la población quibdoseña, fue indolente e indiferente con sus problemas, que no se hicieron acciones de fondo con sus problemáticas, solo pañitos de agua tibia para tenerlos controlados y usarlos cada 2 años en elecciones. Esta masa que hoy nos cobra factura y que también siguen siendo revictimizada en su mayoría, pues dejan los muertos, los niños y mujeres víctimas de la violencia sexual, los que atracan en sus barrios, entre otras trágicas situaciones, son quienes también sufren por una juventud y niñez que se les salió de las manos sin ellos darse cuenta, pero que como buenos padres y madres chocoanos siempre los apoyaran “con la razón o sin ella”, como dice aquel adagio popular.
No juzgo a los jóvenes que hoy son violentos, no puedo ser capaz de ello porque ellos también son víctimas de una sociedad que les ha dado la espalda sistemáticamente y que hoy los mira con malos ojos. Solo debo decir como quibdoseño que soy, y como un hombre que le duele su tierra, que la violencia no se debe combatir con más violencia, sino con programas con enfoque diferencial, que redirecciones la vida de estos miles de pandilleros, que le apuesten a la cohesión social y a la dignidad tanto para estos niños y jóvenes, como de sus familias. Y con esto no quiero decir que no siento la misma zozobra de todos los habitantes, pero creo que debemos redireccionar la atención a este conflicto, y como dice la canción del panameño Ruben Blades, esto es un tema de “Amor y Control”, pues también se deben tomar medidas para controlar o al menos apaciguar la situación.
@joseperea83