Quienes me conocen saben que valoro la vida de los demás por encima de la mía, por eso siempre ayudo al que puedo y en uno de esos momentos tuve la mejor experiencia con la vida, al ayudar a un mujer en su labor de parto en vía pública.
Apreciado ladrón, hace dos semanas tú quisiste robarme mi moto, la cual conseguí con mucho esfuerzo. Por la forma de actuar junto a tu cómplice cuando me cerraron y empujaron, pensé varias cosas en ese instante: actué de forma correcta, no eres tan diestro o quizás el consumo de sustancias alucinógenas nubló tus habilidades.
Como ciudadano de bien, busqué la autoridad (sí, la Policía Nacional de los colombianos) para que te buscaran y quizás detuvieran, pero tu suerte y el desdén de ellos ratificó lo que todos sabemos: no existe delito si no te golpean gravemente, apuñalan o disparan para causar tu muerte o en efecto te roban tu vehículo. “Ande con más cuidado” fue el sabio consejo del señor agente.
En esos breves segundos de tu actuar y aún pensando que era un simple hecho vial, entendí que quisiste lastimarme porque no te detuviste a recoger tu casco y con la adrenalina y rabia que generaste por tu acto delictivo, descargué mi rabia en redes sociales y por un momento quise que tu vida tuviera un final trágico o la peor desgracia.
Y gracias a ese casco y la cantidad de amigos que tengo en el gremio motero, recibí sugerencias “Non santas” y consejos “muy sabios”; pero al poder saber quien eras, quise conocerte y averiguar si valía la pena darte una lección, una mala experiencia o un espacio en mis historias.
Pude averiguar que eres un tontarrón de 25 años, sin antecedentes, con un inconcluso curso de electrónica en el SENA, que ante los ojos de tus conocidos, eres un todero en Abastos, vives por los lados de la Sevillana, en una casa de 3 pisos, que tu mamá se llama “Mxxxxxx”, una respetable ama de casa como lo es mi madre. Que tu padre falleció hace tiempo y al no tener ese modelo de autoridad, quizás fue tu excusa para caer en el delito.
Pienso que por eso a tu hija de 4 años a quien abrazas y consientes con tal ternura es una fiel demostración de amor paterno, como el que yo le profeso a mi hija. Pero deberías pensar por un largo momento si tu profesión, “si así la consideras”, es la mejor forma de asegurarle un futuro y si las mejor opción que tienes es terminar en una cárcel o sobre una fría mesa de metal en tu autopsia.
Puede averiguar más de ti, desglosar tu historia de vida de tal manera que sería fácil lastimarte. Pero recordé que soy hijo, hermano y ante todo padre y me debo a las personas que amo y que por más cosas malas que pudiesen venir a mi vida, ya escogí mi destino.
Estoy convencido que aún estás a tiempo de cambiar y escribo esto, con la esperanza de que algún día lo leas, te identifiques y sepas lo cerca que estuve de causarte el daño que tú quisiste causarme a mí.
Dios te bendiga y te permita ver más allá de un dinero mal habido.