Querido estudiante, ¡no me escribas en contrajornada!

Querido estudiante, ¡no me escribas en contrajornada!

"El hecho de que trabaje virtualmente no implica que esté disponible las 24 horas para atenderte"

Por: Jonathan Rincón Prieto
mayo 26, 2020
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Querido estudiante, ¡no me escribas en contrajornada!
Foto: Pexels

La crisis de la pandemia nos ha llevado a cuestionar muchas de nuestras prácticas educativas y ha puesto en evidencia los errores y aciertos de las cuestiones evaluativas. La virtualidad se ha erigido como un desafío frente al cual los docentes debemos adaptarnos y dar respuestas creativas con el fin de no descuidar el proceso de enseñanza y aprendizaje que bastante se ha visto golpeado con la cuarentena. En palabras más castizas: los estudiantes tienen lo que menos les agrada del proceso educativo (la transmisión de conocimientos) y se han visto obligados a prescindir de lo más agradable del mismo proceso (la socialización, la cercanía con sus pares, la experiencia existencial del colegio).

No obstante, existe una confusión que conviene aclarar: el hecho de que se trabaje virtualmente no implica que el docente esté disponible las 24 horas para atender a sus estudiantes. No se interprete esto como desinterés por el proceso de los estudiantes, sino como una necesaria humanización del docente que requiere espacios de desconexión, de tranquilidad, de actualización y de compartir con su familia. He podido leer en diversas fuentes que compañeros docentes han sido internados en clínicas psiquiátricas producto del fuerte estrés al que se encuentran sometidos y tales clínicas no son para nada agradables. El espacio propio del docente también es tan importante como el espacio dedicado al proceso de enseñanza y aprendizaje, pues siempre hemos insistido en la importancia de la familia y el acompañamiento de ésta en la educación de los estudiantes, y pecaríamos de incoherencia al hacer de lado a nuestras familias por atender asuntos propios del trabajo. Si un estudiante no tuvo tiempo para realizar una consulta durante las siete u ocho horas de los cinco días de clase y tiene a bien realizarla un domingo en la noche, no puede olvidar que hay un ser humano detrás de cada WhatsApp, de cada e-mail, de cada plataforma; con las mismas necesidades y preocupaciones que la pandemia ha acarreado a la sociedad en general.

En mi práctica educativa nunca he creído en la tarea como mediación del aprendizaje; nunca he puesto tarea y nunca la pondré con el consecuente debate didáctico que ello pueda acarrear, pues soy un convencido de que el aprendiz tiene espacios que deben ser respetados amén de otras motivaciones pedagógicas que me han convencido de su inutilidad; por tanto en estos tiempos mi trabajo virtual también ha tenido como marco de referencia la jornada educativa en procura también de que las partes respetemos nuestros espacios ajenos al colegio. Naturalmente, si uno de mis estudiantes me escribe angustiado por un problema personal o familiar que le ha acaecido (para nada extraños entre quienes nos dedicamos a tal labor), considero un imperativo ético acompañarlo y darle en la medida de las posibilidades, respuesta a su inquietud. Pero eso es una cosa, y otra es el estudiante que me pide que le ayude a despejar la x un sábado a las once de la noche (tampoco es extraño entre nosotros en estos tiempos).

Es sencillo criticar la labor docente desde la postura de quien nunca se ha puesto frente a un grupo de estudiantes o desde la postura del que olvidó sus procesos de aprendizaje; para la muestra basta asomarse a las redes sociales en donde se critica al docente que pone muchas tareas, al que no pone tareas, al que hace clases por Zoom, al que no las hace… y desde esa postura es fácil suponer que el maestro debe estar disponible 24 horas en estos tiempos de virtualidad y con ello poner en pausa su propia vida para atender a los estudiantes; pero en este punto nadie hace conciencia del evidente tiempo extra que los docentes hemos trabajado en razón de la virtualidad, confundida como disponibilidad perenne de los profesores. La educación virtual no significa laborización de la vida del docente, significa un cambio de paradigma que debe tomar en cuenta las necesidades de todos los actores de la comunidad educativa, en procura de sortear esta situación lo mejor posible.

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