Colombia está ansiosa de paz. Todos los habitantes de este gran país, al que lo único que no le han podido matar son los sueños, esperamos anhelantes el día que podamos vivir tranquilos, sin temores, sin miedo en la mirada.
Queremos una Colombia en donde no duela vivir, en donde no sintamos que el vecino puede ser el enemigo. Una patria en la que no miremos con impotencia cómo cada día el lenguaje de las armas habla su discurso de muertes.
Todos queremos esa Colombia nueva en la que se silencien para siempre los fusiles y la vida vuelva a tener valor entre los hombres.
Hay un espaciopara la esperanza luego de que se anunciara que habrá un “desescalamiento” con el que se pretende que se minimicen los disparos que tanto dolor y horror nos causan para que en la isla, que es símbolo de luchas los negociadores, lleguen por fin a un acuerdo para que la cordura regrese a nuestra patria.
Pero la paz no llega. No ha valido de nada llenar el horizonte de pañuelos blancos en un remedo de palomas blancas gritándoles a los hombres que hacen la violencia, que nos den una tregua para secar el llanto a tanta madre angustiada. Que nos den una espera para que el hijo entienda porque papá no vuelve pronto a casa.
Nuestros bellos paisajes de antaño se han llenado de cruces y en el viento, pasa sobre la patria un murmullo de rezos angustiados.
Todos queremos la paz, pero la paz no llega. Y no va a llegar mientras los campesinos tengan que abandonar la tierra que aman con ternura, mientras sean muy pocos los que puedan acceder a la salud, mientras gastemos con esfuerzo dinero y tiempo en el estudio para entrar a formar parte de las estadísticas de desempleo.
No puede haber paz mientras los grandes empresarios pretendan que sus obreros vivan con un salario mínimo y ellos, a fin de año, aumenten hasta el hastío sus cuentas en los bancos. No puede haber paz mientras el hambre se ensañe con los niños. Jamás vendrá la paz si los gobernantes despilfarran los recursos que podrían dar un poco de bienestar a los del pueblo. No habrá paz mientras la corrupción sea el norte de muchos políticos sin escrúpulos.
Todos queremos la paz, pero la paz no llega. Se enredó en los fusiles de aquellos que buscan la igualdad para todos en las montañas. La paz revolotea buscando una salida en las bóvedas sin fondo de los que todo lo tienen. La paz está perdida, embolatada entre la verborrea de los inescrupulosos, de los enredadores, de los promeseros que han hecho del engaño su canción eterna.
Todos queremos la paz, pero la paz no llega, quizá le pasó lo que Luis Flores Berrío, el poeta antioqueño hace tiempo cantó:
“La paz no tiene paz, nació cansada
Creció enfermiza y navegó en la sombra;
Dios que la quiso tanto...no la nombra
Y en sus milagros la dejó olvidada”
Todos queremos la paz, pero la paz no llegará mientras no entendamos que somos habitantes transitorios de un pedazo de barro que gira perdido en el espacio y en el cual –pobres simios erguidos- nos creemos los únicos dueños del entorno.