Queremos paz… ¡con mano dura!
Opinión

Queremos paz… ¡con mano dura!

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mayo 16, 2014
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Ven en él un discurso y una figura clara y contundentes. Quieren a toda costa que se penalicen a los grupos armados que han desangrado a Colombia: que paguen por las muertes de niños, mujeres y hombres; por las violaciones, robos y desplazamientos. Muchos hemos sentido tanta rabia por estas situaciones que me imagino que es la primera sensación que se experimenta: venganza a través de la mano dura de la justicia.

Él es un personaje sin propuesta, por eso no es el “número uno”: es claro que todo lo que hace y dice es un monólogo emitido por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (ver video). Resulta tan idéntico su discurso, que da risa verlo haciendo incluso los mismos gestos que aquel paisa iracundo viudo del poder.

El otro, que ahora busca la reelección, parecía en sus comienzos de gobierno como un náufrago aferrado una tabla en medio del inmenso mar. Emite con una convicción sorprendente, unas iniciativas absurdas, como por ejemplo: que Colombia perteneciera al “selecto” grupo armado de la Otan, que dizque porque Colombia también “tiene el derecho” (ver video). ¿Que Colombia tiene también el derecho de qué? ¿No le basta con la guerra interna para ir a buscar más pleitos por fuera? Luego —y como nos tiene acostumbrados— vería la reacción de las personas, y con base en eso, se retractaría de sus despropósitos. Sin embargo, este otro que parecía que iba a tener peores resultados que Uribe; terminó quitándole —no con mucho esfuerzo voluntario— gran parte de las huestes conservadoras, liberales, etc., etc., a su maestro de corruptelas.

Del candidato que por prejuicio social denotaría “sabiduría” con su cabello blanco, nos queda nada más que mirar y no esbozar palabra alguna ante su burrada. Para argumentar el porqué de lo dicho anteriormente, no es sino recordar que en una reunión de Hang Out de El Tiempo, afirmó que "en la agricultura moderna, casi que lo menos importante es la tierra" (ver video). Resulta vergonzosa su cita en un país donde la violencia creciente desde la década de los 50 ha sido ocasionada básicamente por un problema de injusta distribución de la tierra.

Jorge*, es uno de tantos colombianos que le critica las políticas “sociales” a Uribe, sobre todo cuando tiene que ver con seguridad. Es por eso que está en contra de las evidencias de los ciudadanos y campesinos asesinados por la fuerza pública, presentados como insurgentes abatidos. Jorge tiene 53 años y es médico, y como profesional ha tenido que ver cómo sus colegas de trabajo le sonríen al sistema de salud corrompido por la Ley 100 de 1993 de su majestad Álvaro Uribe. Conoce de cerca la muerte en manos de quienes se supone, deben salvar las vidas de los ciudadanos, pero para sorpresa de muchos, Jorge votará (¡botará!) por Óscar Iván Zuluaga, porque dice ser muy conservador y quiere recuperar la posibilidad de volver tranquilo a su finca; y porque, según él, lo peor de todo es que las Farc no sean culpabilizadas y castigadas por todo el daño que le han hecho a la sociedad.

La guerra ya no es opción: si usted quiere un cambio pero piensa como Jorge*, no puede seguir pidiendo el mismo modelo guerrerista que han elegido los colombianos que vivieron antes que usted: bala y más bala. La alternativa es otra y muy obvia: la guerrilla nació por las desigualdades del gobierno; porque los campesinos no eran tenidos en cuenta, porque se les estaban robando la tierra y no se les daban garantías de una vida digna. La respuesta coherente para acabar con gran parte de la guerra colombiana, es esa: dar educación, garantizar el derecho a la vida, a la libre expresión; redistribuir las tierras según sus aptitudes y en extensiones similares, regular la explotación mineral de las multinacionales, mejorar la educación reforzándola con nuevas estrategias de aprendizaje dignas de nuestro siglo; mayor inversión económica, incentivar el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Solo cuando entendamos que la opción para acabar la guerra, no es más guerra; habrá paz.

Para terminar, lo más preocupante: algunos compañeros y colegas de mi juventud, justifican y promueven la reelección de Santos porque es el “único” que ha estado tan cerca de un proceso de paz. Sin embargo, aunque sea verdad, son innegables dos hechos: 1. Que su iniciativa del fin del conflicto armado en mutuo acuerdo con los grupos guerrilleros es un caballo de Troya para su reelección. Y 2. Mis compañeros dicen que cómo no firmar el proceso de paz bajo mano de Santos, si es él y su equipo quienes conocen ya los procedimientos. Y que firmarlo ahora, evitará más guerra; que pensemos en las familias y su dolor.

Mis respuestas: el proceso de paz y su gabinete, pueden seguir sin Santos hasta que se pacte lo necesario. El fin del conflicto sí evitaría más violencia en teoría, pero es falso: cuando las políticas paternalistas entregan subsidios por todos lados para maquillar los daños del TLC al sistema productivo y económico; cuando el modelo de salud es otro tipo de guerrilla para los colombianos; cuando la educación deplorable son las minas que quiebran los sueños de los niños; cuando los salarios son bombas devaluadas ante los altos costos de la canasta familiar, etc.

Ante todo esto, no hay argumentos para apoyar al proceso de paz bajo la mano de que quien escribe una cosa con una de ellas; lo borra con la otra.

* Nombre ficticio para proteger a la persona.

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