En marzo de 2005, recién comenzaba la Semana Santa, tres mil campesinos de diferentes corregimientos y veredas de Samaná, Caldas fueron obligados a abandonar sus hogares. El colegio del municipio ordenó suspender las clases al ver que los campesinos llegaban a sus instalaciones huyendo de la guerra que se iría a desatar, pues los paramilitares empezaron a entrar a la zona para sacar a la guerrilla de las FARC en pleno auge de la Seguridad Democrática comandada por el expresidente Álvaro Uribe.
Al llegar al pueblo, los estudiantes ayudaron a conseguir colchonetas y organizar los baños para que las familias, los niños y las niñas se refugiaran en las instalaciones del colegio por quince días. Sin embargo, Mario Clavijo López, alcalde de Samaná en ese entonces, tuvo que buscar apoyo en Marquetalia, Victoria y otros municipios del departamento para poder atender a toda la población campesina. Algunos retornaron a sus hogares a pesar del miedo que tenían.
Diez años después, es decir, el 13 de noviembre de 2015, mil campesinos volvieron al pueblo que los vio nacer para una jornada de integración organizada por el programa Familias en su Tierra del DPS, al que están inscritos desde hace un año y en el que reciben todos los insumos como materiales, tanques, semillas, entre otros, para la reactivación de su economía y la producción agrícola.
La Legión del Afecto acompañó a los campesinos en el encuentro. Se construyó una pancarta colectiva donde ellos expresaron cómo quieren ver al campo cuando no haya más guerra. Los músicos bambuqueros acompañaron la jornada mientras se presentaba una obra de teatro que contaba la tragedia de desplazamiento masivo más grande del municipio ubicado al nororiente de Caldas. Con el ritual legionario se hizo una fusión de instrumentos que empezó con la canción “yo todavía creo” de Carlos Alberto López:
“Aunque las guerras no paren ni las batallas se enciendan
y los odios se nos crezcan como inmensas cordilleras
aunque nuestras tierras verdes de rojo y sangre se vuelvan
yo todavía creo, en el amor creo, y en la paz también”
Un fuego encendido prendía las antorchas que eran llevadas por los campesinos, quienes se devolvieron a sus puestos acompañados de malabares.