Bogotá, D.C., 13 de febrero de 2014
Señores
D. JUAN LUÍS CEBRIÁN
Presidente Grupo Prisa
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Como ciudadano del común, hoy ratifico la decisión que había tomado desde finales del año 2013: no volver a escuchar Caracol y enarbolar, en todas partes y con todas las personas que me cruce, la consigna y la práctica de “no más medios comerciales de comunicación masiva”. La ratifiqué, no porque estuviera escuchando la emisora, sino porque esta semana por todas partes, por las redes, las paredes, uno que otro medio y los comentarios de los transeúntes o comensales normales, daban cuenta del desafuero premeditado, deliberado y tendencioso con que Darío Arismendi desbordó, su sectarismo ya no contra los sectores populares y la diferencia, sino contra sus propios colegas, contra sus propios hermanos, contra los periodistas que no piensan como él, encarnados en el investigador y periodista Hollmas Morris.
Morris fue amenazado de muerte por delincuentes organizados. Suficiente motivo para que todos los medios de comunicación y la sociedad en general, se solidarizaran por esa conducta deplorable, muy frecuente en Colombia. Pero lo vergonzoso, triste, terrible y deplorable es que los medios como Caracol, en cabeza Darío Arismendi y secundado por sus “colaboradores” quienes, al parecer, tienen vínculos con mafiosos y políticos corruptos, actúen a través de los micrófonos, malintencionadamente y sin asomo de escrúpulos en favor de estos y en contra los derechos del comunicador, los radioescucha y de los ciudadanos en general.
El periodista Darío Arismendi, sin ninguna cordura, como se puede oír en el audio, presiona a su “colega” para que diga lo que él quiere amplificar. Claramente se infiere que es el interés del medio, del grupo, persona, político o “empresario” para el que trabaja. Lo más seguro es que el grupo Prisa, creyendo en la idoneidad del susodicho periodista, desconozca la dinámica perversa que se ha montado desde Caracol en estos momentos de polarización del país y de la ciudad de Bogotá como de su responsabilidad en la historia violenta del país.
Colombia, entre los países de América Latina, desafortunadamente los últimos 100 años ha padecido las peores guerras internas. Hoy día se desangra por las guerras que libran los paramilitares, las guerrillas, el narcotráfico, la delincuencia común, las fuerzas legales encubiertas y el mismo Estado, legitimadas y coadyuvadas por los poderosos de la derecha (partidos Conservador y Liberal); esta derecha a su vez amplificada, en buena medida, por sus medios masivos de comunicación comercial. Frente a lo anterior, respetados señores, los convoco a emprender acciones reflexivas y pertinentes al interior de las empresas, organizaciones y el gremio, a partir de lo que sigue.
Los medios masivos de comunicación como instrumentos ideológicos, ¿conceden a sus periodistas, a Darío Arismendi y “su equipo”, la virtud de contribuir al desangre de Colombia? ¿Al usar el micrófono de manera desmesurada, injusta y retorcida; al azuzar los odios, las discriminaciones, el racismo, el clasismo, el sexismo, el micrófono no ocasiona acaso tanto daño como el que ocasionan las armas que emplean los actores en la guerra? ¿No es esto un atentado contra los derechos humanos, culturales y políticos de los colombianos?
¿A caso la libertad de prensa le permite al periodista calumniar, mentir, crear y acentuar estereotipos, por lo tanto, fomentar las prácticas discriminatorias?
¿La libertad de prensa le confiere a los periodistas alinearse ideológicamente con los partidos tradicionales de la derecha colombiana (Conservadores y Liberales) que le han hecho tanto daño al país por más de 200 años y, desde allí, eliminar las diferencias y las opciones otras?
¿A caso la ética periodística autoriza el uso de los micrófonos para defender la corrupción, la delincuencia y el narcotráfico?
¿La ética periodística les permite a los periodistas contar las noticias a medias, no contarlas o tergiversarlas deliberadamente?
¿En el marco de la libertad de prensa es permitido que un periodista como Darío Arismendi atente contra la democracia al desconocer que los opositores, que él mismo ha creado, se defiendan en el marco de las leyes locales y el derecho internacional?
¿La libertad de prensa inhibe al periodista como Arismendi declarar de parte de quién habla, para qué intereses trabaja?
¿La legítima protección especial de los medios comerciales de comunicación masiva, le permite a Darío Arismendi omitir información, desinformar premeditadamente sobre las amenaza de muerte hechas a sus colegas que no están al servicio de los oligomonopolios mediáticos?
¿El oficio del periodismo atribuye a Darío Arismendi la responsabilidad de jerarquizar periodistas y asignar a cada uno “valores” distintos, según el medio donde trabaje?
Desde los propósitos del Grupo Prisa, ¿se le permite a Darío Arismendi que use los micrófonos como un mecanismo para hacer terrorismo mediático, actuar sin cordura ni justicia?
¿Es consecuente que en el marco de la misión y propósitos del Grupo Prisa trabaje un periodista de doble moral como Darío Arismendi?
En el marco de la legítima protección especial de los medios comerciales de comunicación, ¿estos están autorizados para censurar y estigmatizar a aquellos que no están en su idéntica lógica favorecedora de los intereses de plutócratas, banqueros, industriales y mafias encubiertas en ellos?
Hay más reflexiones que hacer. Con estas basta para expresar mi indignación como ciudadano. Y frente a esta situación no se puede callar por prudencia, complicidad o acomodación. Ustedes como propietarios de Caracol y como organizaciones que defienden, con justa razón, la libertad de prensa y la ética periodística tampoco pueden callar. Mientras tanto, seguiré difundiendo, leyendo, mirando y oyendo los medios alternativos de comunicación que, para bien de la sociedad colombiana, emergen con tenacidad en el seno de las comunidades situadas, en los movimientos sociales, en el campo, en los pueblos indígenas, en las regiones aisladas. Seguiré pensando y avivando la necesidad de una Ley de Medios Colombiana que dé otros sentidos a la comunicación social y al periodismo para que las comunidades reales informen, opinen y trasformen sus procesos, sus hechos.
Espero que algún valiente y decido político que no forme parte del concubinato medios-política-empresarios ni de los que solo ven en el constituyente primario el recurso para acceder a los privilegios económicos del Congreso, acoja la idea para que llegue a ser realidad.
Atentamente,
Javier Guerrero-Rivera
Ciudadano Colombiano