La suerte. Hay una historia que he escuchado narrada de diversas maneras y que comparto como la recuerdo:
“Una vez un campesino perdió a su única yegua, que se fue corriendo. Pasó entonces un conocido y le dijo: “¡Oh! Qué desgracia, has perdido la yegua que era la base de tu trabajo”. El campesino le respondió: “Ya veremos”. Unos días después, la yegua regresó acompañada de un grupo grande de caballos. El conocido, analizó: “Esta sí es una gran fortuna, ahora te has vuelto rico, con todos estos caballos puedes hacer un gran negocio”. El campesino, respondió: “Ya veremos”. Al otro día, el hijo del campesino, amansando uno de los caballos recién llegados, se cayó y fracturó la pierna. El conocido, observó: “Qué tragedia. Tu hijo tan enfermo y con tanto dolor”. El campesino, respondió: “Ya veremos”. El mes siguiente, cuando el hijo ya estaba mejor pero aún en cama, pasó el ejército reclutando a los jóvenes para ir a la guerra. Pasaron por la casa del campesino y, por supuesto, dejaron a su hijo en casa.”
La historia, parece, tiene origen en la China. Hace unos meses, justo cuando iba a empezar el Giro de Italia, Egan Bernal se cayó de la bicicleta y no pudo correrlo. En ese momento, parecía muy mala suerte. Le habían dado la capitanía del equipo, era el gran favorito para ganar la carrera. Egan ha tenido ya bastantes caídas. En esta ocasión cuenta que, al ver que se había fracturado la clavícula, su entrenador se puso a llorar. Egan, lo consoló con una frase: “No llores, ¿cuánto falta para el Tour de Francia?”. La suerte y el poder de quiénes la interpretan. Ya veremos.
Un logro colectivo. En el chat de amigos de la universidad, uno dijo: “Los logros colombianos no son colectivos”. Es un cliché que, ya es repetición, tiene algo de verdad necesariamente. Hipótesis para otra columna: a diferencia de las “noticias falsas” (fake news) tan de moda que son una mentira soportada en una síntesis atractiva para un titular y con un fin, usualmente, político, los clichés tienen un origen más popular, más auténtico, más real. Eso parece, los logros colombianos no son colectivos. En otras palabras, el resumen de hace décadas: “un colombiano le gana a un japonés, pero dos japoneses le ganan a dos colombianos”. Puede ser.
Sin embargo, casi todos dijimos, “¡Ganamos el Tour de Francia!”. Nosotros, lo ganamos. Es más, el mismo Egan, insistió que era un gran éxito para Colombia haber ganado por fin el Tour de Francia. Es decir, no solamente dedicó el triunfo a Colombia, afirmó que era un triunfo de Colombia. Es más, en el único tuit que ha puesto esta semana dijo: “Llórenlo, nuestro primer Tour De Francia (Latinoamerica) No veo la hora de llevar esta camiseta a Colombia”. Egan amplió el sujeto del triunfo, no solamente es Colombia sino Latinoamérica.
No parece que Egan sea un tipo políticamente correcto y, mucho menos, poco preparado. Sus declaraciones y ese tuit son pensados. La pregunta entonces es, ¿hasta qué punto es el triunfo de Egan un logro colectivo?
Es evidente que, en el tiempo de vida de Egan, los artífices de su logro se reducen a un conjunto muy pequeño: él mismo, su familia inmediata, una fundación (Mezuena), Gianni Savio, un señor que lo recibió en Italia y, hasta ahí, ya que la estructura del Ineos contrató a un ciclista que ya se sabía iba a ganar el Tour de Francia. Lo acompañaron, y de qué manera, especialmente Geraint Thomas que es un gran señor. No hubo “estado colombiano” en el camino de Egan, ya por ahí se hizo viral un post en Facebook en el que Egan pedía ayuda económica para ir a competir a Noruega en ciclomontañismo. Tampoco hubo muchos colombianos y, mucho menos, latinoamericanos.
Egan no habría ganado el Tour sin todos los ciclistas que vinieron antes,
es imposible hacer la lista completa, hago un énfasis relativamente arbitrario:
Cochise, Lucho, Fabio Parra, Santiago Botero, Rigoberto, Nairo
Sin embargo, creo que mi amigo estaba parcialmente equivocado. No es un logro colectivo en el sentido de la victoria en una guerra o la construcción de un sistema de educación público, pero sí hay algo de eso. Para verlo, sin embargo, no basta con ver solamente el tiempo de vida de Egan que es muy corto. Hay que revisar el camino de varias generaciones. Egan no habría ganado el Tour sin todos los ciclistas que vinieron antes, es imposible hacer la lista completa, hago un énfasis relativamente arbitrario: Cochise, Lucho, Fabio Parra, Santiago Botero, Rigoberto, Nairo. Esos ciclistas, y otros tantos, fueron apoyados por sus propios círculos íntimos, algunos por la empresa privada y otros, pocos, por algún gobierno de turno.
He pensado entonces que la reflexión más justa es que el logro de Egan es un logro colectivo inter-generacional. Colombia, en sus complejidades, es una idea que ha trascendido esas generaciones. En ese sentido, es un logro colombiano y podemos decir que ganamos el Tour de Francia. Quisiera preguntarle a Egan qué entiende él por Latinoamérica.
La autoestima. Y, ¿de qué le sirve el triunfo de Egan a Colombia? Me dijeron: “Este triunfo es importante porque nos va a mejorar la autoestima”. Me pareció interesante. Tener poca confianza en sí mismo resulta, muchas veces, en rabia y amargura. En buscar culpables de las propias penas en otros, que siempre es lo más fácil. Pero es un auto-engaño, el más grave de todas: culpa a uno a los demás de algo y sabe, en la intimidad, que el error es propio. De ahí, más agresividad. Las redes sociales son caldo de cultivo para eso y un caso en concreto son los ataques a Nairo: el desahogo de algunos con la autoestima baja que proyectan sus fracasos en el campeón de Boyacá, que no ha hecho sino ganar.
La hipótesis es arriesgada: el triunfo de Egan nos sube la autoestima, a todos, a los colombianos, a Colombia, ¿a Latinoamérica? Y, con mejor autoestima, nos vamos a comportar mejor, ¿cómo exactamente? Con más generosidad, mayor compasión y empatía. Eso, he observado, es lo que resulta de las personas con buena autoestima. Ya veremos.
La vida de Egan. Hasta ahora, he especulado. Espero, con algún interés para quien haya leído. Una de mis obsesiones es entender cómo el ciclismo informa o determina procesos sociales. Termino con una certeza: la mayor consecuencia de la victoria de Egan es el trastorno de su vida misma. Sin duda, su familia tendrá un mejor futuro económico, una obviedad. También mucho orgullo, pero no estoy seguro concretamente eso cómo cambiará sus vidas. De lo que no hay duda es que Egan, en el silencio más profundo de la noche, sabe que su vida cambió para siempre. ¿Cómo conducirá ese cambio? Para no ir muy lejos: Egan Bernal será un nombre que se repita en lo que sea Colombia en 100 años, en 200 años, ahora que estamos de bicentenario. Tiene 22 años. Me da la impresión que sabe que sobre sus hombros está la responsabilidad de darle forma a la identidad colombiana en el mundo. Por eso, los cuatro idiomas en la celebración. Sabe qué forma es la que quiere darle a su historia y a la de su país. Yo estoy muy agradecido y muy orgulloso de ser colombiano ya que él es colombiano. Me ha inspirado a ser mejor persona y a esforzarme más. Viéndolo, pensé en el poema Si de Kipling, esperando que Egan, por siempre, pueda hablar con la multitud y perseverar o caminar entre reyes y no cambiar su manera de ser.