Hace dos años, en marzo, permanecí en Caracas durante un mes haciendo una pasantía profesional en el pabellón psiquiátrico del hospital universitario de la Universidad Central de Venezuela. Allí me encontré con evidencias vivas de la manera como la psique individual es atravesada por la psique colectiva (por ejemplo, en una paciente que aseguraba ser la hija de Chavez y otra que decía tener el poder constitucional de regalarnos los carros parqueados en la calle); pero también pude percibir el ambiente cargado políticamente en la comunidad universitaria: algunos profesores que se quejaban de la centralización excesiva del poder sobre la elaboración de los curriculums y estudiantes que llenaban las paredes con mensajes antigobierno.
Sabiendo que las cosas tenían un matiz parecido en Colombia por esos mismos días, que los estudiantes de la Universidad de Antioquia y la Nacional también protestaban contra lo que ellos consideraban torcido en la sociedad; me pregunté qué era lo que había en todos los estudiantes del mundo que les llevaba a ser esa fuerza denunciante y al mismo tiempo ese grupo perseguido y señalado por el poder dominante. Porque si algo es claro, es el hecho de que la represión sobre los estudiantes es general, así como las acusaciones de infiltración. Quiero decir que la suerte será siempre la misma: Si el gobierno es de derechas, la noticia oficial es que los estudiantes están infiltrados por fuerzas oscuras, nacionales o internacionales de influencia izquierdosa (castrismo, chavismo, etc.), y si, por otra parte, el gobierno es de izquierda, los grupos en protesta han sido infiltrados y manipulados por los igualmente oscuros agentes de ultraderecha (CÍA, paramilitares colombianos, etc.).
Los estudiantes en protesta son, en fin, los que ponen el dedo en la llaga y los que por ello nunca son bienvenidos en las altas esferas del poder. Pero ¿porqué ellos precisamente?. Se me ocurre que dos elementos confluyen en este destino:
Primero que todo su juventud, es decir, el estar viviendo una época de la vida por naturaleza liberal en ideas o, por lo menos, inconforme. Esto se debe a que en esta época el alma está en un proceso de desacomodación (del mundo familiar) y reacomodación (en el mundo externo), en un proceso de construcción de la identidad social (las máscaras en que nos apoyaremos para el lazo social). Esto implica luchas con lo establecido y adaptaciones a lo que va apareciendo como más coherente con el propio destino. Todo ello da a la juventud una fuerza transformadora de la vida individual y colectiva que no debe pasarse por alto, motivo por el cual los estudiantes en todo el mundo han ejercido como demiurgos de nuevos mundos y han derribado monarquías y tiranías de todo tipo. De hecho, es cierto que quienes desean manipular esta población conocen en profundidad estas características y se aprovechan de ellas pues está comprobado que la inconformidad puede ser encauzada, esto lo han demostrado los medios de comunicación con especial fuerza en los últimos tiempos y, anteriormente, lo demostraron líderes de todas las vertientes (recomiendo la excelente película "Historia Americana X", que trabaja brillantemente este aspecto, particularmente con respecto al racismo.).
El segundo factor que me parece de primer órden en cuanto al efecto transformador y conflictivo de la población estudiantil, consiste en que se trata de un grupo que se encuentra en el centro de la movilización de ideas; dicho suscintamente: ellos están leyendo, escuchando y discutiendo lo que leen y escuchan. Si a esto agregamos que algunas buenas universidades no se conforman con los curriculums "científicos", sino que además son espacio de expresiones culturales y debates varios, tendremos a un sujeto, el estudiante, vivenciador de la más intensa dinámica psíquica y social. En él nada puede quedarse quieto, está leyendo, está asomándose a otros mundos, está explorando las otras posibilidades, está pudiéndose hacer las preguntas, está diciéndose "¿y si esto fuera de otro modo?".
(Soy consciente de que estoy generalizando. Uno puede encontrar jóvenes más conservadores que sus mismos padres y esto no puede patologizarse; seguramente los cuestionamientos les llegan por otros lados que no alcanzamos a ver, o les llegarán después, porque la rebeldía, la revisión de los valores y la lucha en el alma tiene también su propio ritmo y sus propios contextos.)
"Que vivan los estudiantes" dice una famosa canción interpretada por Violeta Parra . Muchas personas la cantaron y defendieron como bandera y algunas de ellas, hoy siendo padres, no saben hasta dónde pueden permitir en sus hijos todo lo que pregona esa canción. ¿Qué vivan los estudiantes? ¡Que vivan!... pero ¡que difícil! si lo que ellos denuncian en sus palabras o sus vivencias es lo que a mi, desde el poder (paterno, político o religioso), me gusta que sea el mundo; en ese caso seguramente pensaré que están infiltrados por oscuras fuerzas... por mi sombra.
Lisímaco Henao Henao
Psicólogo - Mg. Psicología Analítica - Analista Junguiano IAAP