Generalmente se cree que la devoción católica se limita a los pobres de Colombia. Sin embargo, al menos en las ciudades grandes del país es evidente que los cacaos —o por lo menos gran parte de ellos—, van a misa y comulgan. Imposible saber cuántos lo hacen por convicción y cuántos, especialmente en sociedades pequeñas, para no mostrarse indiferentes a lo que, se supone, se debe hacer. Un acto reciente donde asistió el grueso de la élite Bogotá me confirmó este catolicismo de los cacaos y de aquellos que aspiran a serlo y hasta ahora solo clasifican como "cacaítos".
Esta observación viene al caso frente al contenido de la encíclica del papa Francisco que se va con toda frente a la acumulación de riqueza, la indiferencia frente a los pobres, la ideologización del mercado, y ante el androcentrismo del modelo actual de desarrollo capitalista. Este es, tal vez, el llamado más profundo que se le hace a los dueños del poder en todo el mundo pero que en el caso de Colombia parece haber sido escrita justo a la medida de lo que ha sido, y es actualmente, el comportamiento de ese pequeño grupo que sigue manejando las cuerdas del poder económico, ahora en concubinato con el poder político.
Aunque se ha presentado como una encíclica sobre la trascendencia del medio ambiente y los males que amenazan a la humanidad ante la indiferencia del hombre que no cuida "su casa", la verdad es que al vincular de manera contundente el medio ambiente con la actividad humana, toca esas fibras, hasta ahora inabordables, sobre el comportamiento de la humanidad actualmente: sus antivalores y todos esos pecados que se silencian en todo el mundo occidental. Para empezar, afirma el Papa que “La mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”.
A partir de ese análisis, emite juicios que van directo a los poderosos: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?”; y, “se requiere de la política una mayor atención para prevenir y resolver las causas que pueden originar nuevos conflictos. Pero el poder conectado con las finanzas es el que más se resiste a ese esfuerzo, y los diseños políticos no suelen tener amplitud de miras”. Más aún, “la salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que solo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación”. ¿Qué pensará Sarmiento Angulo, dueño absoluto de casi todo en Colombia? Muy oportuno, cuando el más reciente libro de José Antonio Ocampo señala la profunda concentración del sector financiero del país.
“La política no debe someterse a la economía”, clama Francisco, “y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”. Estos son solo unos de los muchísimos llamados que el Papa Francisco le hace a los cacaos y dirigentes del mundo que son, obviamente, aplicables a nuestro país.
La pregunta interesante es ¿cómo reaccionarán los dueños del poder político y económico en Colombia, que son más o menos los mismos? Por lo menos los gringos de extrema derecha menos hipócritas que los colombianos, ya salieron a descalificar estos mensajes afirmando que no eran los temas propios de la Iglesia católica. Pero ante estas graves acusaciones sobre su obvia insolidaridad, su equivocado manejo del poder, ¿nuestros cacaos criollos se atreverán a criticar estos postulados del pontífice Francisco? Definitivamente no. Conociéndolos, lo más probable es que hagan "mutis por foro" y sigan en las mismas: concentrando la riqueza en sus manos, manejando la política para su propio beneficio e ignorando esa población que sufre las consecuencias de la forma egoísta como manejan en este país el poder económico y político.
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