Poco a poco se viene cayendo la imagen casi sagrada que los colombianos tienen de su eterno presidente Álvaro Uribe Vélez, la representación más fiel del gamonal de antaño que se ha podido apreciar últimamente en esta república bananera. A este político antioqueño se lo está acusando de tener vínculos con estructuras de la mafia, de comprar votos a granel y de cuanta artimaña se le ocurra a un conspirador para salirse con la suya. Sin embargo, nadie le comprueba nada, ni mucho menos se atreve a desafiarlo con firmeza, porque cuenta con un aparato político que desde hace décadas lo viene protegiendo.
Desde su tribuna, la del semidiós del voto popular, se hace el mártir y condena las acusaciones que se le hacen. Sus partidarios hablan de un complot de la izquierda radical para acabarlo y tumbar a quien llevó a la presidencia, aun cuando aparecen pruebas y se cree que desde hace meses las ha tratado de ocultar. Lo paradójico de todo esto, es que él sí puede afirmar que la campaña de Santos fue financiada con las coimas de Odebrecht, hablar con voz en pecho de pulcritud en el quehacer político, siendo realmente su proceder, el del hipócrita que esconde su pecado ante los ojos de los que lo han visto pecar.
Ese es Uribe, el que tira piedra y esconde la mano. Samper no ha contado con la misma suerte suya, por más que hace poco confesó, sin que muchos le crean, que no conocía en su momento la procedencia de los dineros que entraron a su campaña. Su nombre fue pisoteado por Pastrana –muy ofendido por perder la presidencia–, se lo expuso a un proceso llamado ocho mil, y hasta la fecha se considera su mandato el epítome de la corrupción en Colombia. Le fue tan mal porque no contaba con los compinches de Uribe, que lo blindan ante cualquier ataque.
Pase lo que pase con el eterno presidente, ya muchos se atreven a creer que está untado de prácticas antidemocráticas hasta el cuello, así sus amigos hagan hasta lo imposible por limpiarlas. Sería bueno que se retirara ya del ruedo político y que no hablara tanto, porque se dice en esta tierra que el que tiene rabo de paja que no se arrime a la candela.