"Debemos respetar el amor que algunas personas sienten por sus mascotas, pues así nos demuestran que el ser humano es capaz de amar sin esperar nada a cambio".
Capítulo 1: "La Negra" Una extraña en mi casa
Fue un día de septiembre del año 2008. Recién llegaba yo a Villavicencio con mi familia, tras varios años viviendo en la capital del país.
Esa tarde llegaron mis hijos cruzando sus manos, con su acostumbrada frase "por favorcito, pa'..." Suplicándome que les permitiera adoptar una perrita que, minutos antes, una señora a bordo de una motocicleta había abandonado en la esquina de mi casa.
En principio les dije que no, pero mis hijos pusieron esa mirada medio tierna y manipuladora que solían poner cuando querían algo. La discusión no duró más de cinco minutos, terminé por aceptar. Mis hijos esa tarde la bañaron, le llevaron a vacunar, y la bautizaron "Negra".
Pocos días después, ese "bicho" —como yo suelo decirle— se fue ganando mi cariño, no solo por su carita de "yo no fui", sino además por esa forma peculiar de mover su colita cuando yo llegaba o salía de casa. Se me hizo tan familiar que casi muero un año después cuando se extravió sin más. Increíblemente, pasadas dos semanas apareció sin ton ni son en la calle, frente a la casa. Solo quienes tienen mascotas podrán imaginar lo que sentí cuando llegó.
Estaba flaca, que digo flaca, reflaaaaaaaaaca. Pero ahí estaba, con su carita de "yo no fui", moviendo su colita, y gimiendo, como dando quejas, como queriendo contarnos que había sufrido en la calle. Pero bueno, la negra había vuelto.
Capítulo 2: Un parto sufrido, un chandoso encantador
Hace apenas 2 años, en un descuido, la negra se salió de la casa, no tardó más de 2 horas. ¡Volvió preñada! Solo lo supimos días después, cuando se fue tornando golosa y le fue creciendo la barriguita.
El día del parto aprendí mucho sobre el instinto animal; pues se fue para el patio y ella misma organizó el sitio donde daría a luz. Claro, no lo entendí sino hasta la noche, cuando comenzó a dar a luz, pero sufriendo mucho, tanto, que con mi hijo Eduard nos dispusimos a ayudarle sin saber ni papa de este tipo de situaciones. Los primeros 2 cachorros nacieron muertos; solo el tercero, al que bautizaríamos Zeus, nació vivo y casi gritando.
Era un bicho hiperactivo, desde recién nacido le quería arrancar las tetas a la mamá cuando lo alimentaba, y creció casi sin darme cuenta. Zeus iba a ser todo lo contrario de la calmada y apacible negra (su mamá)
Zeus lloraba a toda hora, comía como un salvaje, y corría por toda la casa, dañando los muebles, los cojines, lo que hubiera a su alcance. En pocas palabras era un sujeto destructivo.
Sin embargo, era lindo verlo correr, saltar, joder por la casa. Yo le compraba pelotas y hasta recuerdo que también yo renegaba porque cada dos días tenía que comprarle comida. Es que sin darme cuenta, a mis años, tenía un hijo más, uno de cuatro patas, inmamable, incansable y adorable...
Capítulo 3: El adiós a mi chandoso bello
Hace apenas unas horas Zeus ha partido, no sé a dónde, pero se fue. Simplemente murió. Mi familia está abrumada, la casa en silencio y la negra, o "la vieja" como le decimos ahora a la mamá de Zeus se encuentra tirada en un rincón. Su tristeza es evidente, pues sabe que su cachorro, con el que ella tanto gruñía y jugaba, simplemente ya no está.
Y como ella, yo lo extraño, y no sé cuánto tiempo lo voy a extrañar. Pero sí sé que a este, mi ángel de 4 patas, mi chandoso bello, le debo mil alegrías, y el haber despertado en mí la sensibilidad más profunda por esos "bichos" que como él, nos enseñan que en la vida se puede amar sin esperar nada a cambio.
Zeus, mi chandoso... Tal vez algún día, en alguna parte nos volvamos a encontrar. Te confieso que jamás creí que un simple "bicho" como tú me diera tanta compañía, tantas alegrías, y sobre todo, me hiciera conmover hasta las lágrimas. No importa lo que piensen de mí quienes me vean, estoy llorando como un niño y no me avergüenzo, porque fuiste parte de mi vida. No imaginas cuánto te voy a extrañar. Buen viaje, y gracias por tanto, mi chandoso bello.