(¿De dónde viene eso del “Todo Vale”, el “Perdón Social” y el “Vivir Sabroso”?)
Veinticinco siglos atrás, más concretamente en el llamado Siglo de Oro de Pericles en la Grecia clásica, Sócrates, Platón y Aristóteles, entre otras mentes iluminadas, estructuraron la lógica y los conceptos universales, las categorías filosóficas de sustancialidad, realidad, causalidad, necesidad, que el movimiento Ilustrado apropia cuando emerge el mundo moderno adicionándole los conceptos de libertad, justicia, democracia.
Con estas categorías piensa Occidente y constituyen los arquetipos mentales o formas mediante las cuales se definen las leyes de la ciencia expresadas la más de las veces mediante fórmulas matemáticas.
Dan razón del ser de las cosas, el pensar sobre esa realidad y el actuar humano. Pero en la crisis que sigue después de las guerras mundiales que tuvieron por epicentro a Europa estos fundamentos ontológicos y éticos son puestos en cuestión por el posmodernismo o “French Theory” [teoría francesa], que declara el fin de la metafísica, monta toda una destrucción simbólica del mundo e instauran un nuevo paradigma de pensamiento que sumerge al hombre en una realidad azarosa y una existencia efímera, carente de sentido, amenazada por la nada, es el nihilismo, sin referentes éticos ni epistemológicos.
A este respecto, uno de los exponentes del boom estructuralista, J.F. Lyotard puntualiza: “Simplificando al máximo, se tiene por ‘postmoderna’ la incredulidad con respecto a los metarrelatos”, entiendo por tales las grandes concepciones del mundo y de la vida, el cristianismo, el islamismo, el marxismo que le daban un fundamento idealista o materialista o panteísta a lo existente. No hay pues, leyes universales, se cuestiona el saber científico como criterio de verdad, ya que cualquier saber es válido, siempre que sea funcional al grupo social que lo genera.
Esa negatividad es el común denominador en todos los exponentes del pensamiento de la postmodernidad agrupados en dos grandes escuelas, la fenomenalista y la estructuralista.
La primera fundada por Edmund Husserl y continuada por el ensayista Antonin Artaud, con la pretensión de liberar a la filosofía del lastre metafísico, ir a las cosas, sin lastre subjetivo alguno, y lo primero que en que se manifiestan es en el fenómeno, entonces, reconstruirlo todo partiendo de allí.
Esta corriente se constituyó en el colchón de aterrizaje del existencialismo, especialmente de Jean Paul Sartre (“El existencialismo es un humanismo”), influenciado también por Heidegger puesta de presente en “El ser y la Nada”. En esta línea fenomenológica se sitúa Maurice Merleau Ponty y Simone de Beauvoir, compañera sentimental de Sartre, Maurice Blanchot y George Bataille.
Y esa negatividad se radicaliza con la emergencia del estructuralismo de manos del antropólogo Claude Lévi-Straus, cuyo modelo de análisis es tomado de la lingüística de Ferdinand de Saussure ( Curso de lingüística general, 1916), y pronto se consagra como tendencia intelectual dominante: Lous Althusser ( “Para leer El Capital”,) , Jacques lacan( Escritos), Roland Barthes (“Crítica y verdad”), Michel Foucault (“Las palabras y las cosas”), Gilles Deleuze (“Lógica del sentido”, 1969), Félix Guattari (“Capitalismo y esquizofrenia”, en asocio con el anterior), Jean-Francois Lyotard (“La condición pos-moderna” , Michel Foucault ( “La arqueología del saber”) y Jacques Derrida (“La Différence”). Foucault y Derrida, los más representativos de este “Boom”.
Precisamente Derrida fue quien habló de “perdón social” a lo “imperdonable”, pero no como un vulgar trueque, como el implícito en el “Pacto de la Picota”, tú me das votos y yo te concedo beneficios, a la manera de como los Jesuitas y Dominicos daban indulgencias a los conquistadores desamados para que salvarán sus almas, a cambio de tierras; o el perdón del papa a Rafael Núñez que estando casado con una panameña, se enamoró de Soledad Román y se casó por lo civil, pecado de bigamia a cambo de muchas concesiones y gabelas concedidas a la Iglesia en el Concordato, entre otras, no pagar impuestos y el fuero de que sus bienes no fuesen embargados.
En los casos citados no cabe invocar el “perdón social” al que se refiere Derrida, el cual se concede sin condiciones, sin mediar interés algún. Los citados, son los exponentes del Nuevo Movimiento de Anti-Ilustrados, con la misión de socavar el andamiaje ideológico de la modernidad, viciado al ser utilizado por la burguesía como cortina de humo para ocultar motivos no confesos, como, por ejemplo, invadir naciones y pueblos so pretexto de llevarles democracia y libertad, cuando lo que buscan es saquear sus recursos.
Y cuales son los rasgos sobresalientes del postmodernismo.
- Son rebeldes, se resisten y luchan contra los factores alienantes del capitalismo, pero no desde una perspectiva futurista (socialismo científico) sino desde el pasado (formaciones pre-capitalistas). De hecho, Sartre y Foucault en su juventud militaron en el Partido comunista francés, línea Moscú. Pero pronto se desinflan por el rumo que toma el socialismo en la URSS, el comportamiento de social imperialista en policía exterior, su invasión a Hungría (1956) y a Checoslovaquia (1968).
- Su fuente suprema de este pensamiento lo es la doctrina de Friedrich Nietzsche: El Vitalismo nihilista, irracionalista, subjetivista, agnóstico e individualista del autor de “Así hablaba Zaratustra”.
- Expresa la frustración de la intelectualidad de la posguerra frente al incumplimiento del Manifiesto de la burguesía revolucionaria a través del Movimiento de la Ilustración, que se afirmó como sujeta de la historia prometiendo a la humanidad democracia, libertad, equidad y Justicia, que no cumplió. Esa burguesía aposentada en el poder y defendiendo el orden capitalista mundial, ya no es revolucionaria sino reaccionaria, ya no está por el progreso sino por consolidar su poder como clase dominante su “Manifiesto” escrito por Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Diderot, devino en simple ideología, un velo o cortina de humo para ocultar la explotación y la opresión.
- Entonces la tarea de desconstrucción de los posmodernistas apunta a destruir los cimientos ideológicos de la dominación: las categorías filosóficas, la verdad científica, los conceptos universales, las leyes que regulan el devenir histórico. Todo ello es una falacia. Cualquier parecido con Hume, no es mera coincidencia: El subjetivismo en su máxima expresión, caldo de cultivo para toda esa basura ideológica nihilista, anarquista e irracionalista. He aquí el carácter acientífico y reaccionario del pos-modernismo, reaccionario tanto por buscar soluciones a los problemas presentes en el pasado, antes del capitalismo, como por los efectos prácticos de esas teorías llevadas a la política siendo el Movimiento de las Primaveras árabe, su más estruendoso fracaso. Es la negación de la dirección de un partido, seguir a Mesías, a Caudillos, la apología al espontaneismo de las masas. Con lo cual destruyen, pero no saben qué construir ni cómo hacerlo, porque rompen con quien da la clave para ello, el materialismo histórico de Marx.
- En consecuencia, niegan la lógica de los procesos sociales, niegan las leyes del devenir histórico, allí todo es caótico, y cualquier cosa puede suceder, hasta un retorno al pasado. Nietzsche declara la muerte de Dios y de la metafísica, dejando a la realidad en una total orfandad, mirando al abismo sin fondo. Y allí el “Súper hombre” o caudillo o profeta o Mesías, más allá del bien y del mal, hace lo que se le venga en gana, el todo vale, todo aquello que afirme su voluntad de poder y de dominio. América Latina es terreno abonado para la dictadura de los supuestos “Súper hombres”, como Pinochet en Chile, Fujimori en Perú, Videla o Perón en Argentina, Hugo Chávez en Venezuela, Fidel Castro en Cuba, Ortega en Nicaragua, y en Colombia, Rojas Pinilla, Álvaro Uribe y por allí se asoma Gustavo Petro. Roa Bastos los caricaturiza en su novela “Yo, El Supremo”, y García Márquez con “El Otoño del Patriarca”.
- Y es por ese pasado por el que abogan, un retorno al buen pastor de Juan Jacobo Rousseau, al súperhombre, más allá del bien y del mal, a la Utopía de Tomás Moro, al socialismo Utópico de Proudhón. Luchan contra el capitalismo desde el pasado, y reniegan de todo lo que trajo aparejado el nuevo orden, la ciencia, la racionalidad, las fuerzas productivas que desencadenó, entre ellas la ciencia y la tecnología.
- Estas posturas están en la base de los ambientalistas radicales. Desconocen que el hombre para sobrevivir tiene que actuar sobre la naturaleza y al transformarla la va conociendo. O sea, el hombre es un animal minero. El problema está en la minería a cielo abierto de las Multinacionales que le ocasionan un daño inmenso al ambiente, o la minería no regulada. Y diré una herejía, Hidroituango responde a una necesidad, pero la invernal que azotó al país provocó la tragedia que todos lamentamos. Pero cuando esté en plena producción de energía, y la energía es una poderosa fuerza material productiva, veremos las bondades del proyecto para el desarrollo del país. Peores catástrofes se han dado en otras partes del planeta, como lo de Chernóbil en Rusia, los tsunamis en el Japón y los Estados Unidos, los terremotos en muchas partes, las inundaciones en China, pero la humanidad ha sabido vencer esos obstáculos.
- En el fondo, cual es la inconsecuencia de estas peregrinas teoría: Que le han declarado la guerra a las fuerzas productivas cuando el problema no está en generación de riquezas sino en la forma como ésta se distribuye. Esa es la impostura del anarquismo: A destruir las fuerzas productivas, siendo que el mal está en las relaciones sociales de producción, lo que hay que cambiar.
- Y como un mentís al agnosticismo en materia científica, la actual pandemia. No fueron los rezos y menjurjes de los chamanes, ni los sahumerios con eucalipto lo que salvó a la humanidad del Covid-19, sino la ciencia médica, la investigación científica y las vacunas. Gracias a los avances de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas que posibilitan la satisfacción de las necesidades básicas, es como el hombre puede vivir sabroso, pero para ello debe romper las trabas de relaciones sociales de producción que incuban la inequidad y la injusticia.