El autocandidato Rodolfo Hernández ofrece donar su sueldo si llega a presidente. De paso convertirá la Casa de Nariño en un jardín botánico o algo de ese calibre. Este tipo de propuestas deberían inhabilitar automáticamente a quien las formule, por incoherencia mental. Si es tan millonario, pues más bien que done sus millones y se dedique a cosas apacibles, como la pintura o la jardinería; o a redactar poesía con Íngrid.
Quizás le sobre el dinero y sin duda le sobran dotes histriónicas, pero en cuanto a neuronas ostenta abundante escasez. A los mandatarios se les paga un buen salario como garantía de que los asuntos financieros no afectarán su desempeño; y para asegurarnos de que no se cobren por la izquierda lo que dejan de cobrar por la derecha. Es por razones similares que al gobernante de turno se le provee de una residencia oficial, así como medios de transporte y toda una arquitectura diseñada para que su tiempo útil lo pueda emplear en tareas de gobierno. No en turismo, vale aclarar.
Una regla de oro es desconfiar de todo lo que se ofrece gratis. De eso tan bueno no dan tanto. Si “a” el ingeniero no quiere cobrar por sus servicios es porque no valen ni cinco. Colombia necesita un gobernante decente con sentido de país, con ética y que se rodee de gente honesta; no un circo de tres pistas.
Prueba de que el man tiene una teja corrida es que amenaza con que a los cinco minutos de juramentado, cuando todavía no ha formado gobierno, lanzará el decreto que ordene reanudar las relaciones con Venezuela. ¿No le soplaron que fue Maduro quien rompió relaciones? Le vendría muy bien que alguien le informe que las relaciones, como los matrimonios, el boxeo, el cohecho o la milonga, requieren de pareja. No se establecen unilateralmente y a la fuerza.
No sé si podrá comprenderlo, pero deben explicarle que si quiere cerrar a la bartola todos los consulados en Venezuela primero debería verificar que existen, pues no contamos con ninguno en este momento. Su dinero le dará para implantarse mechas, pero la ciencia todavía no ha descubierto la fórmula para implantar inteligencia y buen juicio. Quizás debería asesorarse de la gente del Liverpool porque rueda el rumor de que le aplicaron neurociencia a los jugadores para que ejecutaran bien los penales.
El subpresidente y su séquito tendrían que haber aprovechado su paseo a Londres para entrevistarse con Jürgen Kloob y recibir sus consejos, en lugar de tomarse una foto con el príncipe William, a quien no creo que le hayan interesado ni los saludos del Eterno ni los unicornios; y quien no puede prometerle el voto para ninguna otra chanfa internacional. Ni siquiera está en sus manos colgarle alguna orden de caballería, que lo haría feliz, pasando a llamarse “sir Iván, Duque & Marquis”. El único punto en común del que podían conversar es que ambos reciben silbatinas cuando van a eventos públicos.
El señor Hernández también se pronunció contra la existencia de una embajada acreditada ante la Santa Sede y otra ante lo que con pintoresca ignorancia llamó “el gobierno civil” de Italia. Aquí también se requeriría de un alma bondadosa que le explique que se trata de dos Estados independientes, no de un gobierno civil y otro militar o religioso del mismo país, como el buen hombre parece creer. La Ciudad del Vaticano es un Estado independiente y soberano, con todos los atributos.
Pero por tradición internacional, las relaciones diplomáticas se conducen con la Santa Sede, que es la entidad espiritual cuyo jefe de Estado es el Sumo Pontífice, el mismo soberano del Vaticano. Su Santidad tiene dos sombreros, algo que el señor Hernández tendría que saber bien, dados los cuantiosos recursos que invirtió para que le aceptaran presentarse en la Ciudad del Vaticano para ver al papa Francisco.
En lugar de esa tonsura ridícula que se hizo aplicar, debió aprovechar su paso por la Ciudad Eterna para comprarse un sombrero tirolés, de esos que traen una pluma de adorno. Se vería chirriado con los pantalones de cuero y con un porrón de cerveza en la mano, cantando Iha Iha Iha Oh…¡tiene toda la estampa del Oktoberfest!.
Por lo pronto sería de urgencia conseguirle al autocandidato un profesor de rudimentos constitucionales. Que le enseñe que Colombia es en principio una democracia, un Estado que se define como social y de derecho. No un feudo colonial. Porque por su charlatanería de taberna parece identificarse con sujetos patibularios como Calígula, Vlad el Empalador, Tarquinio el Soberbio o Idi Amín Dada, por no compararlo con algunos de los gobernantes modernos que sufren de delirios del poder y mono-megalomanía.