Cuando el hombre se aleja de la naturaleza su corazón se endurece, afirmaban las tribus norteamericanas.
Ahora, este hombre todopoderoso y admirable consumidor, apalea al medio ambiente, trayendo como consecuencia, desastres naturales, pérdida de ecosistemas, escasez de agua y hambruna.
Conflictos que exigen una educación ambiental activa, para salvar a la humanidad.
Asumiendo este desafío, William B. Stapp de la Universidad de Michigan, define a la educación ambiental como el arte de concientizar a la ciudadanía a través de la educación y recomendó a los gobiernos ejecutar políticas ambientales.
Desafortunadamente no escuchamos ese encargo y, por el contrario, hemos contaminado pintándolo de gris en nombre de la industrialización, pero siendo optimistas, estamos a tiempo de remediarlo.
Y ¿Cómo recuperar el amor de nuestra golpeada madre naturaleza, para que nos dé más vida?
| Le puede interesar Santa Marta, la más adelantada en la lucha mundial contra el plástico
En primer lugar, todos amamos vivir y a partir de este hermoso pretexto, eduquemos a la ciudadanía.
Pedir perdón por nuestra acción depredadora y desde el sistema educativo, impulsemos vivir en armonía ecológica, haciendo que ella sonría y vuelva a cobijarnos con su abrazo verde como en tiempos del paraíso de Edén.
Siendo conscientes, solo cuidamos aquello que queremos, entonces aprovechemos esta condición humana para inocular en la mente de la ciudadanía, amor a la naturaleza.
Promovamos su protección con alta responsabilidad y provoquemos discusiones, publiquemos libros verdes, foros, debates y congresos para lograr la alfabetización ecológica que, alguna vez soñó el legendario oceanógrafo Jacques Cousteau.
A pesar de los esfuerzos mundiales, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) alerta que más de 1.500 millones de personas carecen de agua potable, poniendo en peligro la existencia humana.
Así que, más allá de quejarnos, aprendamos a asumir nuestra tarea ecológica en cada acción de nuestra vida y practiquemos la cultura de no consumir productos descartables como recomienda Edelmira Altuve.
En esta línea, eduquemos desde el ecosistema pedagógico, ciudadanos ecologistas, capaces de reforestar el planeta como hacen los pueblos originarios.
Busquemos motivaciones ciudadanas que nos comprometan a cuidar a la naturaleza, como realizar talleres de reciclaje y concursos medioambientales que lo viene haciendo con éxito la Organización Pachamama Raymi en los andes peruanos.
Finalmente, cultivar un mundo verde y sostenible, está en nuestras manos y, con decisión, cooperación y responsabilidad, aprendamos a vivir en armonía. De no hacerlo hoy, no habrá tiempo para lamentos, pues habremos desaparecido.