Los seres humanos solo experimentamos dos emociones. Miedo o Amor. Ambas, únicas e inmensamente, o diría yo, infinitamente poderosas; y son, como el agua y el aceite, inmiscibles de manera natural.
El miedo, tan primitivo, ha sido usado desde siempre como medio de cohesión y control social, aprovechándose de la ignorancia a la que todos alguna vez tenemos como huésped. Ya casi después de dos años de pandemia ̶ aunque algunos eruditos callados casi a la fuerza han calificado de sindemia con razón ̶ abundan estudios asegurando que la efectividad de los biológicos ha llegado a porcentajes de éxito que se acercan al 100 %.
Han sido infructuosos mis esfuerzos por encontrar tales estudios que se limitan a la mención de grupos de vacunados y no vacunados con la respectiva inclinación de la balanza a favor de las farmacéuticas. Si las vacunas contra el virus que actualmente atormenta a la humanidad sirven o no es un debate pendiente.
Pero que de un solo tajo nos embutan “tal estudio” es otra cosa bien distinta. Hay que recordar que para que la efectividad de todos los medicamentos y vacunas en el mundo sea avalada debe cumplir varios requisitos y tiempos, no tan simples de evacuar. Para comprobar su efectividad, se requieren ensayos controlados aleatorios, RCT por sus siglas en inglés (randomized controlled trials), y luego, entre otros, estudios de observación, que se extienden en tiempos determinados, no propiamente al azar.
En todos los casos, sin excepción, medicamentos y vacunas deberán probarse mediante los RCT, cuyos protocolos cuentan además con una parte integral del análisis, la cual es llamada “estudio de doble ciego” controlado con placebo.
El ejercicio consiste en administrar la medicación a un número de pacientes y a otro grupo de igual número, en la mayor rigurosidad posible de condiciones de sexo, edad, estados de salud similarmente monitoreados, etcétera; un placebo que no es otra cosa que una sustancia inerte, para así descartar al final del experimento cualquier sesgo y saber si realmente fue la medicina o la vacuna la que ha mejorado el estado de salud, o fue el placebo.
Es para la ciencia sorprendente que los placebos (y no en pocas veces) hayan igualado el éxito de vacunas y medicamentos. ¿Cómo saber hoy si pueden las farmacéuticas con sus biológicos, esgrimir los éxitos en los mencionados “estudios”?
Recordemos que es el efecto placebo, del cual poco se habla porque no es negocio, esa fe infinita que vive en cada uno de los seres humanos. Y así como existe el efecto placebo, también existe su contrario: el nocebo, que no es más que miedo.
De ese que se nutren tantos al momento de hacer que de manera masiva nos adhiramos a un sistema que, aceptémoslo, funciona muy regularmente, que es y seguirá siendo un negocio infinitamente grande y tentador.
