Pareciera que en Colombia fuéramos como los estudiantes: aprendemos algunas cosas para el momento, nos matamos para ganar un examen, pero perdemos nuestro tiempo en cosas que al final no nos servirán. Los fenómenos naturales nos atacan y nunca nos preparamos para lo que viene después.
La inestabilidad climática a nivel mundial-- que se conoce técnicamente como Calentamiento Global, y que, a propósito, no solo está afectando a los colombianos sino que se siente en gran parte del planeta -- ha puesto en aprietos a gobernantes y ciudadanos alrededor del mundo.
Colombia ha sido uno de los países más golpeados por los Fenómenos del niño y de la niña, que no es más que excesos de calor o de lluvia, respectivamente, por períodos prolongados de tiempo. Inclusive en meses que normalmente se han caracterizado por tener un determinado tiempo climático.
Los últimos seis años han sido los más difíciles para las autoridades nacionales encargadas de las cuestiones climáticas. Por un lado, el fuerte verano que se ha presentado en el último año --en el que se han perdido millones de hectáreas de bosque por los incendios forestales, las sequías y los más bajos niveles de los principales afluentes del país, no solamente ríos y quebradas, también represas y demás corrientes hídricas-- han puesto a Colombia en un estado crítico y sacudiendo a los gobernantes y los ciudadanos que pensaban que el agua difícilmente se acabaría en el país “más feliz del mundo”.
El Fenómeno del niño ha traído consigo consecuencias no solo respecto al agua. Los bajos niveles en las principales represas del país --que son quienes generan la energía-- han producido daños eléctricos que tuvieron a los colombianos en vilo por un posible apagón, puesto que las afectaciones fueron en varias hidroeléctricas, que, misteriosamente, sucedieron luego de que el Gobierno vendiera sus acciones en Isagén. A propósito, poco se ha vuelto a saber en los medios de las demandas interpuestas para frenar la venta de las acciones.
Además de lo anterior, se han tenido que hacer racionamientos de agua en algunas ciudades del país para contrarrestar la sequía y poder que el líquido vital llegue a todos los hogares, al menos por unas horas determinadas en el día. Más aún en muchos municipios de Colombia, la escasez de agua llegó al tope y no salía ni una gota de las llaves. Es evidente que Colombia aunque es uno de los países más ricos en agua del mundo, tampoco está a salvo y corre el riesgo de perder esta riqueza natural si no se administran bien los recursos y se controlan actos delictivos como la minería ilegal y la explotación de los páramos.
Cuando el presidente Juan Manuel Santos recién había empezado su primer mandato, tuvo que atender el más fuerte invierno de los últimos años en el país, las inundaciones dejaron desolación, muertes y millones de damnificados. Lo más particular de todo esto, es que la mayoría de personas afectadas, casi siempre son los mismos que sufren las inclemencias del invierno cada que llega la época de lluvias al país. Ahora, le tocó vivir la más fuerte sequía de los últimos años (parece que todos los fenómenos lo atacan).
La pregunta que nos debemos hacer es ¿Qué tan preparado está Colombia para enfrentar los fenómenos y catástrofes naturales? No basta con escarbar mucho para descubrir que en Colombia nos quedamos resolviendo las situaciones del momento y no pensamos en lo que se viene después. Catástrofes como la de Armero y el terremoto de Armenia, nos demuestran que no estamos preparados, al menos no lo suficiente, para un eventual acontecimiento natural en el país. Ni siquiera estando avisados, a veces la negligencia de los gobiernos locales y nacionales; que pasan por desapercibidas las alarmas que en algún momento se emiten o que se actúa ya sobre los escombros; es la culpable de estragos anunciados.
En el país poco se sabe de cómo prepararse para enfrentar momentos de pánico, basta con salir a la calle y preguntarle a algunas personas qué hacer en caso de emergencia para descubrir que hay muchos vacíos sobretodo en habitantes de edificios y mega construcciones. Ni qué decir de las personas que viven en barrios populares o sectores periféricos. Más aun, algunos que viven cerca a laderas y zonas de alto riesgo quienes en la mayoría de los casos se niegan a salir de sus casas o a ser reubicados.
Para terminar, pienso que se deben exigir tanto al gobierno nacional como local medidas urgentes y bien elaboradas que permitan prevenir posibles catástrofes naturales a futuro, crear planes de contingencia que coadyuven al bienestar de los ciudadanos primando siempre el derecho a la vida, la vivienda digna y la salud. De lo contrario, seguiremos sufriendo por los fenómenos y las catástrofes naturales sabiendo que pudieron mitigarse los impactos pero que la negligencia puede muchas veces más que la inteligencia.
@StivenJllo