¿Qué tan feminista es apoyar a Claudia López?

¿Qué tan feminista es apoyar a Claudia López?

Muchos prodigan su apoyo a la candidata quizás soñando con la primera alcaldesa para Bogotá o quizás hechizados por una cuestión de preferencia sexual, ¿es válido?

Por: Jair Rodríguez Cruz
octubre 23, 2019
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¿Qué tan feminista es apoyar a Claudia López?
Foto: Leonel Cordero - Las2orillas

Una mujer lideresa aguerrida, de temple y con vocación de poder político. Extremadamente inteligente, preparada y dedicada. Ella es Claudia López, una persona a la que, a pesar de todo, aún respeto. Sin embargo, Claudia López es también voluble y cambiante en la marea de la política partidista colombiana, donde sin rubor un día abraza y besa a Enrique Peñalosa y al día siguiente sale a decirle que se robó el futuro de los bogotanos; donde un día sale a decirle lagarto y clientelista a Antanas Mockus y al día siguiente le abraza y le besa tocando piano. Claudia López es, sin duda, una política sagaz que no teme hacer uso utilitarista de los demás con tal de alcanzar los objetivos personales que se ha propuesto. Aprendió muy bien las mañas del maquiavelismo criollo.

Esto fue, justamente, lo que hizo Claudia López con Gustavo Petro, el líder político que, para mal o para bien, ha logrado encauzar a gran parte de esas fuerzas populares variopintas inconformes con la brutal, sangrienta y mísera realidad nacional. Claudia López se le acercó a Petro, buscando cooptar esos votos indignados que se cuentan por millones y que quieren un cambio para el país.

Pero para apoyarla, Gustavo Petro le propuso a Claudia López un acuerdo programático (metro subterráneo y público, educación superior masiva y gratuita, política social de lucha contra la delincuencia y el delito y, quizás lo más importante, políticas públicas medioambientales que afronten con seriedad la relación del cambio climático con el Plan de Ordenamiento Territorial). Claudia López estuvo a punto de aceptar el acuerdo, un día, pero al día siguiente lo rechazó. ¿Cuál fue la razón? El apoyo a la eventual candidatura a la Presidencia de la República de Sergio Fajardo y, por ende, la definitiva ruptura con Petro.

Gustavo Petro volvió, entonces, su apoyo a un candidato difamado y humillado, con su intimidad desnuda y a merced de sus enemigos, que se mantenía con el aval de un pequeño partido político en la carrera por llegar al Palacio Liévano. Me refiero, claro, a Hollman Morris, un periodista perseguido y amenazado por el antiguo DAS, detestado por lo peor de la mafia corrupta y paramilitar. Él fue parte del gobierno de la Bogotá Humana, es hoy concejal de la ciudad y a pesar de la fractura familiar con su exesposa, de la exposición mediática que afecta a sus hijos y con su honorabilidad cuestionada por señalamientos cargados de tal vileza que no me explico cómo sigue en pie, continúa en una lucha quijotesca peleando para que no nos claven a los bogotanos, por lo que resta del siglo, el megadesastre urbanístico del metro elevado, un caro alimentador de TransMilenio.

Esto desató una escisión más dentro del mosaico de los progresismos y las izquierdas colombianas, eternamente divididas. Un sector de las líderes políticas, militantes, activistas y seguidoras despreciaron la decisión de Petro y demandaron del movimiento un distanciamiento del machismo y la violencia de género. Personas autodenominadas feministas secundaron y retiraron su apoyo al proyecto de la Colombia Humana en Bogotá.

A pocos días de las elecciones, gran parte de las personas progresistas, muchas de ellas y ellos consideradas/os feministas y/o activistas de la diversidad sexual, prodigan su valioso apoyo a Claudia López. Quizás hechizados por una cuestión genital, soñando con la primera mujer alcaldesa electa para Bogotá o quizás hechizados por una cuestión de preferencia sexual, soñando con la primera persona abiertamente gay gobernando esta ciudad andina tan gazmoña y, al tiempo, tan moralmente decadente.

Pero ninguna de ellas realmente segura de estar apoyando a Claudia López por su programa de gobierno, que está claro que difiere muy poco del de Miguel Uribe y Carlos Galán. Y es que la contradicción es patente, pues Claudia López se granjeó el apoyo de un sector supuestamente feminista aún cuando ella ha dicho claramente que no es feminista, y de un sector del activismo de los derechos sexuales y de diversidad sexual, aún cuando ella se esfuerza cada día por no centrar su imagen política en su preferencia o identidad sexual.

¿Cuál feminismo entonces la representa? Yo pienso que es un feminismo ramplón y burgués que se expresa desde la comodidad y el privilegio. Al mejor estilo de Florence Thomas. Algo lo suficientemente agudo como para la tertulia en los sectores de Chapinero alto y los clubes campestres bogotanos, que encuentra megáfono en las publicaciones más tradicionales y retardatarias de la prensa nacional, pero que se queda impávido ante la realidad que padecen las mujeres obreras y desempleadas, las mujeres cabeza de familia, las víctimas de la violencia en su casa o del conflicto armado, las estudiantes que tienen que elegir entre comer o pagar un pasaje de TransMilenio obscenamente caro para llegar a sus centros de estudio. Yo lanzo la pregunta: ¿qué tan feminista es realmente apoyar a Claudia López?

Así mismo, en una ciudad abiertamente hostil hacia la comunidad llamada LGBTI, donde ser marica y pobre no será jamás lo mismo que ser gay y adinerado, ¿tiene sentido apoyar a una candidatura que no les da importancia en su programa de gobierno y que a pesar de sus preferencias sexuales promete seguir por la vía del excluyente y clasista modelo de ciudad peñalosista?

¿Cómo se puede ser feminista sin defender el derecho a la ciudad?

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