En muchas ocasiones nos hemos quejado de los malos vecinos, pero alguna vez nos preguntamos ¿qué tan buenos vecinos somos nosotros? El espacio donde vivimos y compartimos con otros es parecido a una república democrática, y aunque seamos propietarios o inquilinos, el bien común está por encima del bien particular y, obviamente, existen normas y reglamentos que a menudo se ignoran.
Hagamos una pausa y preguntémosnos:
- ¿Conocemos los nombres de sus vecinos?
- ¿Saludamos cuando ingresa a un ascensor?
- Si usted ya está acostado y el portero le dice que hay una emergencia y necesitan urgentemente una llave de media y un tapón, ¿usted qué hace?
- ¿Tira frascos y artículos pesados por el shut de basura al finalizar su festejo a las 2:00 a. m.?
- ¿Participa en la junta del edificio y asiste a las reuniones oportunamente?
- ¿Mantiene el volumen de la televisión o de su música a niveles normales?
- ¿Pita con insistencia para que le abran la puerta del garaje o con una cree que basta?
- ¿Es amable con los empleados o los ignora y solo los llama cuando los necesita?
- Si algo le molesta, como un ruido anormal, ¿usted insulta y se queja airadamente o averigua con discreción?
- ¿Organiza rumbas en la piscina en horarios no permitidos?
- ¿Regresa oportunamente el carrito del mercado a su lugar o lo deja durmiendo en su apartamento?
- ¿Limpia los orines que su perrito dejó regaditos en el ascensor al igual que las albóndigas de nutrecan procesado en el antejardín?
- ¿Paga oportunamente su cuota de administración?
He traído este sencillo experimento a colación porque si como adultos, educados y privilegiados no logramos “graduarnos” de buenos vecinos, mucho menos lograremos sacar a Colombia de la polarización en que se halla. Si logramos magnificar el concepto y aplicar unas sencillas normas de convivencia agradable y pacífica a entornos un poquito más amplios, estaremos dando pasos agigantados para lograr que Colombia sea reconocida como país ejemplar de Latinoamérica.