El sociólogo Ramón Grosfoguel explica la teoría decolonial y su articulación con los movimientos sociales; para él, el concepto de la colonialidad parte del momento en que “la modernización occidental se impuso en el mundo a través de la destrucción de otras civilizaciones y la imposición de esta civilización, por la fuerza, a través de la expansión colonial europea”. La decolonialidad también habla de cómo “este proyecto civilizatorio ha sido destructivo tanto de la vida humana, como de la no humana a escala planetaria”.
Para el caso de las Américas, las naciones indígenas han validado su perspectiva (la forma como se representan) sobre los excesos, las extralimitaciones, los desmanes, la tiranía, el despotismo, la tropelía, las arbitrariedades, los atropellos, la osadía, el atrevimiento, el desenfreno, el libertinaje, los desafueros la opresión y el abuso de poder por parte de los conquistadores, la corona y la Iglesia en contra de los pueblos originarios de América.
Por ello esta problemática exige a estos pueblos replantearse una serie de formas y estructuras, de cara al siglo XXI; esto requiere que estas naciones se obliguen a repensar cómo mantienen sus propias identidades y organización política, en armonía con otras naciones, con otros pueblos dentro de una misma o varias circunscripciones territoriales, dado que una misma nación puede habitar varios territorios y les asisten problemas comunes; por ejemplo el ambiental y el cultural, les daría la razón a los grupos indígenas para eliminar este tipo de barreras.
Por otra parte no podemos dejar de lado que en virtud de este proceso de mestizaje, los españoles nos dejaron muchas otras cosas que se encuentran vigentes en la actualidad; dado que el mestizaje no solo fue sanguíneo, sino también de lenguaje, arte, música, gastronomía y hasta de sus rarezas, extravagancias y otras excentricidades como la siesta y esa peculiar forma de engañar a los demás; recordemos los secuestros de Atahualpa, de Moctezuma y el martirio de Cuauhtémoc, quien fue sometido a suplicio; a este huey tlatoani le quemaron los pies para que confesara la ubicación del tesoro de Moctezuma, el cual había sido arrebatado a los españoles durante la Noche triste, fecha en la que la cuadrilla de Cortés tenía planeado huir de Tenochtitlán en canoas cargadas de tesoros saqueados.
Los españoles y europeos introdujeron los caballos, mulas, ovejas, cerdos, cabras, burros y chivos; los cuales también entraron en convivencia con especies autóctonas, como la alpaca, la llama, la vicuña, el guanaco, el ñandú, el armadillo, el jaguar y el puma, entre muchas otras.
En sus bodegas trajeron el trigo, cebada, lechugas, avena, centeno, espinaca, caña de azúcar, limones, manzanas, pan, vino, olivas y las uvas; entre otras, estas son algunas de las cosas que conservamos de ellos; mientras que de américa se llevaron el tabaco, cacao, ajíes, los tomates papos, calabazas, el aguacate; etc.
Además, los españoles adoptarían otras costumbres que observaron en los nativos como fue la de bañarse todos los días, hecho que observaron en el emperador Montezuma. Se dice que cuando los hispanos llegaron a México, los indígenas tenían que quemar hierbas aromáticas para contrarrestar el mal olor del hombre blanco; algo que aun sucede con algunos europeos.
A diferencia de los ingleses, los españoles no trajeron muchas mujeres por lo que sostuvieron cotidianamente relaciones sexuales, inicialmente con mujeres locales y posteriormente con africanas, dando origen así a todo ese proceso de mestizaje que caracteriza a los pueblos de Latinoamérica. También es cierto que con la llegada de los españoles comienza a escribirse una nueva historia que cambiaría para siempre nuestras costumbres creencias y culturas, no sólo para los pueblos originarios de américa, sino también para los europeos.
En América nace una nueva sociedad que es lo que conocemos como la sociedad mestiza y es ahí donde podemos hablar entonces del encuentro de dos mundos, del mestizaje; con un capítulo aparte, que sería el de los pueblos originarios que han conservado sus culturas y su independencia, los cuales debemos conservar y proteger como el más grande patrimonio de las Américas.
Por supuesto dentro de esta nueva realidad de lo primero que debemos hablar es de la sangre mestiza que llevamos en nuestras venas, en donde corre el hierro de los españoles, indígenas y afros y que dan a nuestra raza esa riqueza, su belleza, diversidad e inmunidad.
Uno de los principales efectos fue el concepto de religión que implementó un nuevo postulado bajo el rótulo de la religión católica; frente a toda una diversidad de religiones donde se adoraban a los espíritus de los antepasados, a las fuerzas de la naturaleza, a diferentes deidades tutelares y en algunas culturas a un gran espíritu creador.
La lengua castellana que era la oficial en toda España se extendió a todas las colonias constituyéndose en un factor de conocimiento más perenne; toda vez que, con excepción de algunas culturas como las mesoamericanas, los idiomas y lenguas en América eran sólo parlantes.
El vestuario es algo que se conserva, por supuesto ya con otras influencias; los indígenas usaban los taparrabos y algunas otras vestiduras propias de los climas de cada región; conservamos también como se dijo ese dormir después de almorzar en la mitad de nuestra jornada de trabajo.
En consecuencia, redescubrir a América tras quinientos años del viaje de Colón significa, a la luz de los medios y de los valores actuales, comprender el mensaje que nos legaron nuestros pueblos originarios, sus culturas, símbolos y mitos.
Estas manifestaciones, expresadas por las distintas comunidades apostadas en el continente americano, sus usos y costumbres, sus mitos y rituales, las distintas conformaciones socioeconómicas y los diversos aspectos, incluso étnicos, pertenecientes a diferentes pueblos indígenas en el espacio y el tiempo, en sus filosofías, en su concepción del mundo y el hombre, presentes como se expuso en las innumerables muestras que van desde la escritura de sus códices y la realización de sus calendarios, en su tradición oral, e incluso en las adaptaciones culturales inevitables; todo ello se materializa en sus escritos, poesía, escultura, orfebrería, tejeduría y cestería y toda esa simbología.
Redescubrir su cosmovisión, a veces análoga, ora exacta a la de otros pueblos demuestra que existe una cosmogonía arquetípica, un modelo del universo cuya estructura manifiesta lo que se conoce como filosofía perenne, la que aparece de manera universal a pesar de las mutaciones que revisten en distintas partes del mundo y en diferentes épocas.
Podemos afirmar que no sólo la tradición precolombina sufrió “la incomprensión de su cultura”, y feneció a manos de una tradición históricamente más poderosa, la europea cristiana; sino que también fueron disminuidos nuestros propios recursos naturales y sus habitantes de manera sistemática desde la conquista hasta nuestros días.
Los españoles cumplieron su rol de conquistadores y misioneros, en función de evangelizadores y civilizadores, lo que en su concepción de supremacía hizo imposible la valorización de las culturas vencidas, la ignorancia de la filosofía perenne, o sea, del sentido real y auténtico de su propia tradición hasta el punto que nosotros mismos ignoramos hoy en día el sentido metafísico y simbólico de esas tradiciones.
Permaneció entonces sujetada la América a España, al vaivén de sus ideologías y de sus roturas y contrasentidos bajo el protagonismo del soldado y el sacerdote. El primero interesado en el poder la conquista y los valores materiales, haciendo al indio su enemigo a quien despreciaba y maltrataba tratándolo como sirviente o un ser inferior y el segundo el evangelizador de espaldas a la filosofía perenne y a los dioses, mitos y rituales propios de estas culturas.
“Una de las causas de fondo por la que resulta difícil el estudio del pensamiento indígena es, sin duda, la pérdida paulatina del sentido cíclico del tiempo. Occidente, a partir de una solidificación de su cultura, de la eclosión de las grandes ciudades (lo que supone un alejamiento de los períodos naturales), y una creciente individualización, transformó en un tiempo lineal y cronológico, mientras los arcaicos fundamentaron sus cosmogonías, y por lo tanto su manera de ser, entender y vivir; a partir de un tiempo reincidente que como una energía regeneradora está viva y siempre actuante conjuntamente con un espacio en perpetua formación”.
Por todo esto y en especial por el robo de los recursos naturales en América Latina, algunos historiadores se han ido en contra de España, pero al mismo tiempo, debemos entender que la de hoy no es la misma España que conquistó América. No debemos olvidar tampoco que Inglaterra y Francia también llegaron a América, con distinto modelo de colonización, pero que también causaron una disrupción cultural.
Por ello no se trata de construir un discurso disociador sino más bien identificador; no necesariamente unificador, el cual resulta necesario para construir una memoria simbólica. Entonces en este este día debemos buscar redescubrir nuestra propia identidad, enmarcada dentro de la búsqueda de una realidad, sustentada en conocer y censurar el exterminio de nuestras culturas, conservar intactas las que aún quedan y entender nuestra propia identidad qué es producto del mestizaje no sólo étnico sino también social, costumbrista y cultural.
Entonces no se trata de crear una cultura hispanoamericana como algunos proponen, sino una verdadera cultura latinoamericana, como comunidad histórica y cultural humana, capaz de brindarnos un sentido de identidad que nos diferencie de los individuos pertenecientes a otras culturas que parta de esa realidad con una historia, símbolos, iconos y personajes sus propios.
*Miembro de número del centro de Pensamiento Libre
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