Desde épocas remotas al pueblo lo han utilizado para justificar el accionar de aquellos que solo persiguen asumir las riendas del poder o de defenderlo.
El término pueblo surgió institucionalmente con la Revolución Francesa, al cual se acudió para derrumbar el ancien regime [el viejo régimen] a través del Tercer Estado que se manifestó con todas sus fuerzas en la toma de la Bastilla.
Los ideólogos de la Ilustración para evitar una oclocracia, con fundamento en las teorías calvinistas crearon la falacia histórica que pregona que la soberanía reside única y exclusivamente en el pueblo a manera de contentillo, proclamándose la declaración universal de los derechos del hombre sobre el cuello decapitado de la nobleza, siendo que el poder real es propiedad de un selecto grupo de personas que lo controlan a sus anchas panchas.
Desde entonces en cualquier manifestación o actividad que propugne por los derechos humanos tienen al pueblo como el soporte fundamental de las aspiraciones, escuchándose que "el pueblo unido jamás será vencido", título de una canción chilena inspirada en la frase del líder político colombiano Jorge Eliecer Gaitán pronunciadas en un discurso en la década de 1940.
La democracia, que tiene su origen en la ágora ateniense, se define etimológicamente como el gobierno del pueblo. Abraham Lincoln, en su célebre discurso en Gettysburg, Pennsylvania, en 1863, lo definió como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; este es quizás el menos malo de los sistemas de gobierno, en el cual el pueblo la única función que cumple es votar por los que lo representen y que hacen parte de ese grupo de personas a que aludimos antes, sin que en realidad tengan el control directo del poder.
En nombre del pueblo muchos sátrapas han gobernado y sometido al pueblo mismo a los desafueros de su omnímodo dominio. El pueblo es el convidado de piedra, aunque algunos la tiran, en toda asunción del poder y la política es el arte de servir al pueblo y no servirse del pueblo, como dijo José María Arrizmendarrieta.
