Los procesos sociales de reivindicación siempre han sido constantes desde que el ser humano aprendió a vivir en grupo. En el planeta se han descubierto diferentes asentamientos humanos organizados, identificándose un organigrama jerárquico de procedimiento y funciones. La historia humana nos ha enseñado que es vital estar organizados, indispensable para poder pervivir y ser competentes ante las circunstancias de la vida.
Las divisiones territoriales, administrativas, políticas, culturales, deportivas, religiosas y otras son producto de un proceso organizativo. Encontramos países o culturas identificadas por una lengua, un color de piel o simplemente un pensamiento ideológico, pero siempre vigilantes de sus propios intereses, proyectados hacia un futuro más prometedor. Sin embargo, la historia también nos muestra que procesos sociales y políticos que no fueron organizados y sin planificación simplemente han fracasado, debilitando las bases hasta desaparecer.
El principio de organización es un sentir natural y estratégico que conlleva a la persona ha prevenirse, instalarse y desarrollar un propósito acorde a sus necesidades y ambiciones particulares y comunes. Volviendo a nuestra realidad nos damos cuenta que los pueblos aborígenes de América siempre estuvieron organizados; se observa que existían unas comunidades más organizadas social, política y científicamente que otras, ejemplo, aztecas, mayas, incas. Estas fueron culturas milenarias que pervivieron en el tiempo, gracias a su visión y a la proyección política de sus dirigentes.
Colombia es un país pluriétnico. Los sistemas sociales se han plasmado de acuerdo a la cultura, costumbres, dialecto, clima, alimentación, y otros; de tal manera que este hecho ha representado una forma de vivir en comunidad y en algunos casos, subsistir ante las inclemencias. Las comunidades indígenas se han dado cuenta que la única forma de subsistir ante la arremetida política de gobiernos neoliberales y conservadores es organizándose.
Aunque las comparaciones son fastidiosas, a veces son necesarias. Tenemos a los indígenas paeces o los guambianos en el departamento del Cauca, pueblos ancestrales que, gracias a su organización y planificación, hoy gozan de respeto y, por qué no, admiración. Ellos han entendido que esta es la herramienta más eficaz para poder solucionar problemas comunes y contribuir al mejoramiento continuo de sus procesos sociopolíticos.
Las organizaciones se manifiestan de diferentes formas; algunas son producto de una excelente planificación, otras se crean por necesidad o también pueden darse por resultado de presiones o circunstancias coyunturales del transcurrir cotidiano del ser humano. De todas maneras, el hecho de estar organizados, significa garantizar y manifestar de forma más relevante los derechos, deberes, y al mismo tiempo exponer necesidades, que por lo general a nivel individual no tendría tanta importancia ni acogida.
Las negritudes vienen trabajando continuamente en sentido organizacional, fruto de ello, los consejos comunitarios. Actualmente dan la pelea legal-jurídica ante el Estado con el fin de proteger sus intereses colectivos y de ésta manera solidificar su proceso en el tiempo. Para nadie es un secreto que para lograr desarrollo y equidad en los pueblos vulnerables de Colombia es la organización; siempre una propuesta comunitaria tendrá más probabilidad de ser escuchada y respetada que una individual.
Los pueblos indígenas de Nariño han tenido dificultad, especialmente en mantenerse unidos con proyección sostenible. Una de las estrategias a tener en cuenta dentro de un proceso social es la identidad, algo que dentro de la comunidad aborigen nariñense se está perdiendo progresivamente. La etnia de los pastos en el departamento está diseminada en diferentes municipios, especialmente en la zona andina, a diferencia de los awá, casi no presenta identidad, incluso algunos asentamientos ya figuran como campesinos.
Obviamente que el régimen gubernamental ha sido el mayor responsable para que las organizaciones sociales sean más vulnerables, haciendo de sus integrantes un flanco débil, tendiente a ser persuadido en favor de intereses megacapitalistas.