Sin duda, los colombianos estamos muy golpeados. Pero debemos estarlo más por la crítica situación de nuestros compatriotas, deportados de Venezuela perdiéndolo todo o huyendo del país vecino en medio del peligro de ser explotados por la Guardia Venezolana. Es tan delicada la situación que en este punto se debería trabajar en dos frentes: uno en el cual ha puesto todo su empeño el gobierno, apoyado por la solidaridad de colombianos, que es la situación de esa población que vive una grave crisis humanitaria. Pero, es necesario prever hasta donde puede llegar está situación. Colombia debe tener alguna idea de cuantos colombianos que viven en Venezuela están expuestos a nuevas deportaciones o a salir perdiendo sus propiedades, ante la amenaza del gobierno venezolano. Debemos ser muy realistas para que no nos sorprendan nuevas situaciones críticas.
También tenemos la moral en el piso por el golpe que recibimos en la OEA pero es precisamente en este punto donde también debemos reflexionar. No se trata de buscar culpables pero si de entender que es lo que nos pasa. Los extranjeros que vienen a Colombia normalmente se sorprenden positivamente sobre todo si no van a nuestras zonas rezagadas. En general se encuentran con gente amable que los recibe muy bien, informada y con ciudades con áreas modernas. Nada que ver con la mala imagen que aún se proyecta de Colombia.
Sin embargo, es hora de entender que nos pasa con nuestras relaciones internacionales. Han salido a la luz por parte de expertos en el tema, falencias de está política que hoy nos están pasando la cuenta de cobro, en el momento cuando necesitábamos más solidaridad de la Región y por qué no, del mundo. No son nuevas las que se mencionan como debilidades de nuestra política internacional pero hay una de ellas que sería de fácil solución si se reconoce como un grave problema: las debilidades de nuestros embajadores, muchos de ellos sin el más mínimo entrenamiento para un mundo tan complejo como es el de hoy y particularmente el de América Latina.
Los embajadores son representantes plenipotenciarios del Primer Mandatario de la Nación, por consiguiente, especialmente en países con relaciones complejas como Venezuela y otros países del Alba como Nicaragua, entre otros, deben tener representantes de nuestro país con gran experiencia en el manejo de relaciones bilaterales difíciles. Una de estas tareas, es tener al gobierno de nuestro país perfectamente informado en documentos privados, de lo que realmente sucede con nuestros vecinos internamente y de cómo se desarrollan todas las relaciones con Colombia.
Hasta no hace mucho se había tenido especial cuidado con nuestra representación en Venezuela pero últimamente parece que el afán ha llevado a la improvisación en estos nombramientos. No es fácil para cualquiera sin toda la experiencia, manejar nuestras delicadas relaciones con Venezuela ni en organismos internacionales donde tenemos poco apoyo. Por ello es necesario que esta crisis que vivimos sobre todo la de nuestra gente en las fronteras, lleve por fin a una discusión muy seria sobre la situación real de nuestro país en América Latina. Si no lo hacemos seguiremos sin el respaldo internacional que requerimos. Es triste decirlo, pero si no lo hemos logrado frente a un claro ejemplo de violación de derechos humanos de nuestra población, mucho menos podremos obtener respaldo en otros temas menos sensibles.
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