La implementación del punto sobre Participación política (Punto 2) implica cambios tan profundos que de facto se configura como una profunda reforma política y electoral. Los alcances son tan impresionantes que las FARC, como un actor político no partidario (hasta el momento), podría afirmar que en unos meses de negociación y con un texto de no más de 20 páginas (concertado con el gobierno claro está) sentó las bases para las reformas institucionales que los partidos no quisieron o se atrevieron a pensar desde la Constituyente. Siempre he pensado que lo más complejo viene con la implementación y la participación de las FARC como un actor político legal. Estoy seguro que la proyección política del eventual movimiento político de las FARC se encontrará con muchas dificultades; especialmente la desconfianza en los grandes centros electorales del país, las ciudades.
A pesar de los retos y dificultades debemos tener claro que habrá un nuevo actor en el escenario democrático y electoral del país. Algo destacable en defensa del principio de apertura y reconciliación. Sin embargo, el nuevo actor contará con un “plus” muy particular pues antes de ser parte del sistema de partidos habría diseñado los cimientos que renovaron, actualizaron y ampliaron el escenario democrático. Vale recordar que el M-19 desapareció como partido pero su contribución como la Alianza Democrática M-19 en el diseño de la Constitución siempre formará parte de los textos de historia así nunca hubiesen llegado al poder. Ad Portas de la implementación, el movimiento político de las FARC tendrá un anteceden positivo, habrá sentado las bases de reformas tan estructurales que pocos partidos en la historia reciente del país se podrían jactar de ello; y eso que solo estoy hablando del plano electoral y partidista, un punto de seis.
Sin embargo, las FARC ingresarán con una ligera desventaja al escenario electoral, tal vez como un grupo que profundizará la permanente división de la izquierda colombiana, una pieza más en un mosaico de tendencias personalistas y doctrinarias. Sí, porque eso es la izquierda en Colombia, duélale a quien le duela. No creo que el movimiento político de las FARC pueda propiciar una concertación interpartidista en sectores que operan como feudos electorales y excesivamente personalistas. Iniciarán como un movimiento político regional, de base social-campesina, con una posible proyección de crecimiento nacional en un periodo que se acordó en 8 años. Puede que le pasé lo que a la URNG en Guatemala, partido político que surgió de la negociación con una guerrilla y que en pocos años se convirtió en una fuerza sin mayor capacidad de movilización y dependiente de coaliciones.
Tengo una propuesta para el eventual partido de las FARC. Que sea un partido con una orientación diferente. Sin descuidar la vocación de poder que se convierta en un actor político con vocación de implementación. Que procure por salvaguardar lo acordado en un proceso de implementación efectiva. En ese sentido las FARC, como movimiento político, ingresarían ganando. Aunque la implementación será un compromiso de todos los partidos nunca se podrá objetar que fue con las FARC que se acordó inicialmente todo lo implementado. Si ese movimiento velará por una implementación sólida y eficiente con seguridad dejaría un legado en el país que no necesitaría de un presidente con pasado guerrillero para ser reconocido por las futuras generación como un actor que veló por la reconciliación, el desarrollo agrario y amplias reformas institucionales.
