La semana que pasó ha sido particularmente dura para aquellos que pensamos que este país no solo tiene el problema del conflicto armado. Muchos de los desafortunados eventos de los últimos días son muestras claras de que algo muy profundo pasa en nuestra sociedad para que se den casos como los que han sucedido. Para no repetir lo que todos conocen, sí creo que merece especial atención el comportamiento del joven Gaviria. ¿Qué hemos hecho los adultos de este país para que, entre muchos jóvenes, el arribismo, el oportunismo y además la agresividad hayan llegado a estos niveles?
No es un caso aislado. En la promoción de una nueva serie de televisión, antes de las actuaciones censurables del señor Gaviria, en un episodio se ve a un muchacho adinerado que llega a urgencias y reacciona de manera parecida alegando que tiene un estatus superior. Pero para completar, algo que con seguridad está sucediendo, llega su guardaespaldas y le dice que tranquilo, que él arregla al policía. Esto trae a la memoria el caso de la muerte, aún sin aclarar, de Luis Andrés Colmenares: doloroso episodio en el que la actuación de algunos guardaespaldas sigue en el misterio.
¿Será posible que así actúen muchos niñitos 'bien' de esta sociedad tan indolente en la cual los que tienen dinero todo lo pueden? Al escuchar a tanto padre preocupado por estos hechos, queda la esperanza de que esta sociedad se está despertando de esa superficialidad, de ese afán de acumular, como menciona Moisés Waserman en su excelente columna reciente. Ojalá el nivel de burla y seria preocupación que ha generado el episodio del joven Gaviria, sea un llamado de atención para las familias que creen que a sus hijos todo les está permitido.
Y como si esto no fuera suficiente, lo sucedido con la Corte Constitucional, y de nuevo con un abogado costeño y amigo del expresidente Uribe, Jorge Ignacio Pretelt, ha causado conmoción. Todo el mundo tiene derecho a la presunción de inocencia pero el daño que este escándalo le ha hecho a la justicia y al país es de inmensas proporciones. También un daño enorme a la Región Caribe, que no hace sino acumular casos que refuerzan su fama de liderazgos 'complejos', por llamarlos de alguna manera.
No son casos aislados ni manzanas podridas: son, todas, señales de una sociedad cuyos sectores privilegiados no responden a lo mínimo que se espera de ellos, precisamente porque son pocos, los de las mismas familias de siempre. Y como se discute actualmente, es en el hogar donde se educa, puesto que estos casos demuestran que algo muy de fondo está sucediendo. No podemos seguir echándole la culpa a la cultura del narcotráfico y al conflicto armado.
Nos volvimos más arribistas de lo que éramos; mas agresivos, y desafortunadamente, menos respetuosos de las normas mínimas que hacen que una sociedad sea realmente respetable. Para completar, un paseo millonario que cobra la vida de una joven que toma un taxi, ¡nada menos que en la 85 con 11! Para agregar, el acusado trabajó como conductor de un bus escolar. Por Dios, ¿en qué mundo estamos?
Solo una reflexión colectiva sacará a este país de esta oscuridad. La ética tiene que ponerse de moda; tienen que recuperarse esos límites que se perdieron. Que quede claro, Colombia es un gran ejemplo para el mundo de que no basta con tener los fundamentals bien (señores macroeconomistas, demasiado poderosos en nuestro país). Tampoco es suficiente seguir denunciando y quejándonos, sino que llegó el momento de actuar, todos, sin excepción: en el hogar, en los colegios, en las universidades y en el Estado, porque aparentemente pocas cosas se están salvando en el país. Nunca es tarde para empezar, aunque los verdaderos cambios solo se vean en el largo plazo. Precisamente por eso es necesario emprender esta tarea ya.
E-mail [email protected]
