La semana que acaba de finalizar empezó y terminó con noticias devastadoras, no solo para nuestro país sino para América Latina y ampliando un poco más el panorama, para el mundo. La primera ha sido la detención de uno de los directivos del ahora grupo político Farc, próximo representante en el Congreso de la República, por claros vínculos con el narcotráfico y nada menos que con el cartel mexicano más tenebroso en este negocio ilícito, el cartel de Sinaloa. El país y todas aquellas naciones que se han comprometido con el proceso de paz colombiano, quedaron estupefactas. Como se lo preguntan hoy muchos medios y sus respectivos analistas, ¿cómo es posible que Santrich mantenga este vínculo? Es inexplicable que un exguerrillero de las Farc que logra insertarse nuevamente en la sociedad colombiana inclusive en una posición en el Congreso de la República, haya cometido semejante error que lo ubica en una posición peor que la que tuvo en su pasado.
Como sucede con todo en Colombia, hay dos posturas absolutamente opuestas entre los ciudadanos, con respecto a semejante hecho. Para quienes se oponen al Acuerdo con las Farc, este episodio es la prueba contundente de que este grupo guerrillero ha sido narcotraficante y que el gobierno ha sido ingenuo. Para quienes defiende este proceso, esta es la prueba contundente de que no habrá impunidad con aquellos que cometan delitos después del Acuerdo. En lo que ambos sectores están de acuerdo es en la gravedad de las acusaciones que hoy existen sobre la conducta de Santrich.
Ya se venía hablando de los problemas de los fondos extranjeros y nacionales para la paz, pero esta semana salieron a relucir sus principales culpables entre los cuales hay un sobrino de otro exguerrillero, Iván Márquez, que aparece tanto en los líos mencionados de narcotráfico como también siendo eje de la cadena de corrupción de estos recursos destinados al posconflicto. Una verdadera vergüenza nacional porque el destape lo hicieron de nuevo los extranjeros: los embajadores de Suecia, Suiza y Noruega, donantes de parte de estos fondos y grandes apoyos al proceso de paz. A medida que avanza la semana, se destapa esta inmensa máquina de corrupción que cada día involucra a más funcionarios de varias entidades del gobierno. Y faltan datos de los beneficiarios fraudulentos de esos inmensos contratos que hasta ahora se desconocen.
Se destapa la inmensa máquina de corrupción en los fondos de la paz
que cada día involucra a más funcionarios
de varias entidades del gobierno
Al mismo tiempo, durante todos estos días crecía la preocupación en Colombia y en Ecuador sobre el secuestro de tres periodistas del periódico ecuatoriano El Comercio, nada menos que en la frontera entre Colombia y ese país hermano. Después de muchos rumores, se confirmó la terrible noticia de su asesinato por parte de una banda de Guacho, ecuatoriano que encabeza, según los medios, las disidencias de las Farc. Hasta este momento ni se ha capturado a este criminal, ni se han encontrado los cadáveres de estos periodistas, lo que tiene a Ecuador, a Colombia y a todo el sector de la prensa latinoamericana, en situación de crisis. A Colombia se le agrega la vergüenza de que su incapacidad para controlar lo que se ha llamado la guerra civil en esta parte del país, es la razón de fondo de este gravísimo caso que afecta a ciudadanos de un país como Ecuador que ha logrado mantenerse en paz.
Pero esta triste historia no termina. Semana, en su edición actual, destapa otro escándalo de corrupción entre altos sectores de las Fuerzas Armadas, que demuestra claramente cómo robarse los recursos públicos no tiene barreras en Colombia. Desastroso pensar que altos mandos hayan desarrollado semejante capacidad de atracar los presupuestos financiados con los impuestos de todos los ciudadanos. Este capítulo solo empieza y faltan todavía muchos otros pedazos de ese perverso tinglado de corrupción.
A toda esta situación nacional hay que agregarle lo que está pasando en el mundo con las amenazas de Trump, los ataques con ácido en Siria, hechos que han logrado alterar la situación de la economía mundial. No serán fáciles las semanas siguientes ni para Colombia, ni para el mundo, pero no se puede perder la esperanza de un futuro mejor, por lo menos más transparente.
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