En los ochenta The Cure en Bogotá no era un grupo, era una maldita fiebre. Si, en las comuna de Medellín había más criterio y los pelados, entre balas y borracheras, descubrieron a Television, Sex Pistols y se inventaron a Mutantex. Una chimba. Ser punketo o metalero en Medellín hace cuarenta años era una prueba de fe. Entre toda las maldiciones que le echó a la ciudad Pablo Escobar la masacre sistemática de rockeros es una de las que menos ha importado. Jacobo Celnik, sumo pontífice del rock nacional, lo cuenta en uno de sus libros. Por eso está bien que en Medellín, los cincuentones, critiquen y vean como gomelos a los rolos –palabra que voy a extender a todos los que hayamos nacido lejos de Medellin y de la Costa Atlántica-que teníamos la nevera llena y que le pedíamos a papi los discos que el Circulo de Lectores iba promocionando en su catálogo. Igual, a crédito todos somos ricos.
Pero que vengan los autodenominados locos a criticarnos la pasión por Robert Smith, a insinuar que somos blanditos porque nos derretimos por Lovesong y que pongan este tipo de memes en sus cochinos feed de Instagram si es que tienen demasiado guevo:
The Cure, a cuarenta y cinco años de su creación, siguen siendo los herederos legítimos de la banda más radical del punk a finales de los años setenta, Joy Division. Estamos seguros que Ian Curtis, si no hubiera cedido ante la tentación de amarrarse una soga al cuello mientras veía la telenovela, se hubiera puesto laca en el pelo y pintorrejeado la jeta como el que iba a ser su compadre, su inspiración, Robert El puto Smith. Así que, si no viviste en una comuna en los ochenta no tienes derecho a decir que The Cure es una mierda. Lo único cierto es que eres un puto farsante.
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Necesitamos a The Cure para borrarnos de la mente la desagradable guacherna de Verónica Alcocer
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Acá estoy, desafiando el dolor del túnel carpiano, escuchando por enésima vez Wish, esa gran obra de 1993 y recordando todas las razones por las que creo que a los 15 años fui feliz y The Cure está en cada renglón de mi vida. Y lo desafiante y provocador es que siguen siendo hermosos. Anoche, cuando me enteré, por letras de Robert Smith, que regresarían al país, casi lloro. Necesitamos a The Cure para limpiarnos de tanta masacre, de tanto uribista despechado aún, necesitamos a The Cure para borrarnos de la mente la desagradable guacherna de Verónica Alcocer.
Aún no hay detalles, no sabemos si es Páramo –aunque estoy seguro que si, The Cure es una banda recontra Páramo y viceversa- el que los trae pero desde ya queremos mandar muy comedidamente a los farsantes que creen que Robert Smith es el Luis Miguel de las señoras Dark y decirles que se ven putamente viejos posar de locos en ese cementerio que es el muro de Facebook.