Lo destrozaron en redes sociales. Decían que era un indio conformista. Que estaba acabado. En España lo trataban peor. Su equipo no confió en él. Desde la primera etapa, cuando pinchó, nadie del Movistar lo ayudó. En la etapa del pavé, cuando se cayó Landa, medio equipo se quedó a ayudarlo. La prensa española señalaba el final del de Cómbita. Pero se desquitó.
Era una etapa corta, sesenta kilómetros, tres premios de montaña, muy parecida a la etapa con llegada a Formigal en la que, aprovechando un ataque largo de Alberto Contador, le sacó la diferencia suficiente para derrotar a Froome en la Vuelta a España del 2016. Nairo se constituyó en el primer corredor en ganarle al equipo Sky. Aprovechó otro ataque, el de Dan Martin, a 15 kilómeros de meta, ataque largo en donde muy pocos triunfan. Empezó a recoger corredores, Valverde, su compañero, apenas lo ayudó trescientos metros en la subida y, a cinco kilómetros, ya estaba solo frente a la carretera. Landa, el caballo de batalla de los españoles de Movistar, perdería dos minutos con el de Cómbita.
Apenas llegó a meta Nairo pedaleó unos veinte metros y se fundió en un abrazo con uno de sus ayudantes. Nairo sabía que no ganaría el Tour este año, difícilmente podrá remontar el minuto que le lleva Froome, pero sí demostró que su equipo, el Movistar, no necesita tres líderes si él, quien estando mal es capaz de estar en el top 5 de la carrera más exigente del mundo.
Ahora las redes sociales vuelven a pordebajear al campeón boyacense. Las redes que lo llamaron indio vago, vergüenza nacional. Dicen que ganó porque el tren del Sky, liderado por el cada vez más impresionante Egan Bernal, le permitió tomar la distancia diferente. Nairo ya no es el principal rival de los capos de la carrera. Pero ahí está, amenazando a todos de nuevo, listo para darlo todo en la próxima etapa del viernes. Pase lo que pase Nairo volvió a demostrar, por sexta temporada consecutiva, que es el mejor corredor de nuestra historia