¿Qué se ganó y qué se perdió con la Consulta Anticorrupción?
Opinión

¿Qué se ganó y qué se perdió con la Consulta Anticorrupción?

A un enorme costo, se ganó una manifestación de lo que ya se sabía, y finalmente no se votó ‘contra la corrupción’ sino contra otros males que la gente rechaza: inequidad, clientelismo…

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agosto 29, 2018
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Ganar, no se ganó nada. O mejor, se ganó a un enorme costo una manifestación de algo que ya se conocía.

Que la población está en contra de la corrupción no es sorpresa ni necesitaba ser demostrado; es más que conocido. Por supuesto que a nadie se le ocurre defender que debe protegerse o promocionarse la corrupción. Se sabía de antemano que solo podían existir votos por el sí y que serían tan numerosos como el número de gente que se pudiera sacar de la apatía y escepticismo respecto a la eficacia de las instituciones. No se ganó la obligatoriedad que es la razón de ser de la consulta. Nada de lo que significa es nuevo: siendo el contenido de las preguntas más una manifestación de rechazo a los políticos que unas propuestas de medidas que afecten el fenómeno de la corrupción, no hay cambio ni novedad en lo que significa el resultado.

Malgastar los dineros públicos es otra forma de corrupción; pero el costo fue enorme no solo en lo económico, sino también en lo que se perdió del sentido de lo que es honestidad.

Porque lo primero es definir qué significa ser corrupto y para ello es indispensable diferenciar entre ser honesto y ser honrado. Por corrupto se entiende en general el comportamiento indebido, pero, para los efectos de nuestro vocabulario mediático, corrupción pareciera referirse solo a las maneras indebidas de hacer fortunas: como lo expresó el presidente Duque, mediante ‘el saqueo de recursos públicos’. Manejos indebidos de los cargos oficiales para propósitos diferentes a robar al Estado pasan prácticamente ignorados. Escándalo hay cuando hay dineros de por medio, pero sentencias amañadas, o nombramientos cuestionables, o actos ilegales para alcanzar jerarquías políticas, o actos administrativos basados en convicciones religiosas, apenas se tocan porque se asume como natural que ‘el poder es para poder’. El abuso del poder cuando no es para enriquecimiento ilícito no parece entrar en la categoría de ‘corrupción’. Incluso en el Código Penal la única mención a la palabra ‘corrupción’ es vinculándola al delito de Cohecho, y para la consulta fue omitido referirse al sector privado. Ser corrupto se caracterizaría únicamente como no ser honrado ante el Estado.

Honestidad es un concepto más de ética, aunque menos ‘jurídico’. Y por eso ser honrado no significa ser ‘honesto’. La honestidad es un valor relacionado con la propia conciencia no frente al Estado. Honesto es quien no acepta la posibilidad de hacer trampas para obtener resultados por muy deseables que éstos sean. Y lo otro que caracterizó este proceso fue el revelar hasta qué punto somos indiferentes a la falta de honestidad, tanto por parte de quienes realizan actos con esa característica, como de quienes debería molestarse con ellos.

 

 

Deshonesto es confundir la falta de interés en votar
con un resultado atribuible a la capacidad de movilización
de Uribe y el Centro Democrático.

 

 

Porque lo que sucedió fue un tremendo engaño en cuanto a porqué se votaba: el contenido de las preguntas no tenía que ver con la ‘corrupción’ o existían ya en el ordenamiento jurídico; lo que ganan los altos funcionarios y en especial los congresistas no los induce a la corrupción (como bastante se dijo, si acaso reducirlos llevaría a lo contrario); que duren más o menos periodos en las curules tampoco tiene porqué disminuir la corrupción; que tengan los parlamentarios que divulgar sus declaraciones de renta esperando que esto limite eventuales enriquecimientos ilícitos es como esperar que un delincuente llene en una hoja de vida los alias con los que comete  los delitos; mejorar las leyes vigentes siempre se puede, pero eso depende de la voluntad y la capacidad para implementarlas porque de lo contrario lo que se crean son nuevos caminos de corrupción; la falta de ética de quienes tiene facultades discrecionales para ejercer el poder –por ejemplo los jueces- no se remplaza con reglas inaplicables como hablar de cárcel obligatoria cuando el hacinamiento en los sitios de reclusión ya es la primera violación a los derechos humanos.

En fin, no se votó ‘contra la corrupción’ sino contra otros males que la gente rechaza –inequidad, clientelismo, etc.-, y genéricamente contra la ineficacia de nuestra organización institucional. Es equivalente a lo que fueron los ‘indignados’ en España, solo que apenas ahora lo repetimos aquí. Fue sí un voto de oposición al establecimiento como hoy funciona.

Pero si evaluamos como contrario a corrupto no solo el ‘honrado’ sino más bien al ‘honesto’, la consulta fue una trampa, un engaño para que se votara por puntos ajenos al problema de la corrupción; y la deshonestidad se multiplicó por quienes adhirieron a liderar esa campaña a sabiendas que esto era así; y se institucionaliza la deshonestidad al no reconocer que el mandato que buscaban no se dio y al reivindicar una obligatoriedad que justamente por eso no existe; y deshonesto es descalificar a quienes denuncian este engaño, o confundir la falta de interés en votar con un resultado atribuible a la capacidad de movilización de Uribe y el Centro Democrático.

 

 

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