Para dominar las artes culinarias se requieren muchos ingredientes, entre los cuales, la disciplina, la investigación, saber escuchar, practicar y ser éticos, son de lo más relevantes. La sazón, tener el 'punto', el 'ojo', la creatividad y la elegancia en el mise en place, son atributos que brindan un plus diferenciador a cada quien. Por tal razón, saber cocinar no solo responde a la combinación correcta de buenas técnicas gastronómicas, es un arte maravilloso de sabores y personalidades. Eso, justamente, es lo que muchos televidentes esperábamos y apetecíamos seguir viendo en esta nueva versión de MasterChef Celebrity Colombia 2021, pero, para sorpresa de todos, esta vez hallamos abundancia, pero no precisamente de buena cocina. La envidia, la zapatiesta, la cizaña, la hostilidad, la manipulación, el irrespeto y el poco sentido ético, se han convertido en los brillantes caldos y consomés entre los participantes, incluyendo a los jueces.
La cultura del “todo vale”, del arreglo, del “quítate tú para ponerme yo”, el interés particular sobre el colectivo y la metalización del rating, poco a poco han logrado disgustar a muchas familias frente al televisor los sábados por la noche. Las incongruencias, los comentarios atacantes hacia el otro y los comportamientos desmedidos en pro del perjuicio ajeno, se han convertido en los condimentos para la receta de supervivencia de un canal que no ha sabido qué más inventarse. Tras lo visto en el capítulo del 14 de agosto, podemos reflexionar que realmente en esa cocina lo último que se hace es cocinar. Vemos que el sentido de competencia está bastante distorsionado y que los criterios de evaluación sólo se ajustan para conveniencias particulares pasando por encima del objetivo principal: el deleite de los televidentes de aprender y disfrutar la elaboración de platos exquisitos.
La preocupación por mantener audiencia se ha traducido en la extensión del desdén social sucumbe el oxígeno de todo cuanto nos rodea a diario. No es justo que tanta ponzoña desmantelen limitados momentos familiares sabatinos y que la percepción después de ver el programa sea seguir optando por otros formatos internacionales a causa del desestrés, alivio y agrado que generan, placeres que en la cotidianidad moderna son bastantes apetecidos y poco logrados. Todavía, la televisión colombiana, no ha aprendido a zafarse de esos mismos contenidos malogrados que hastían.
De ahí que siempre se tenga en boca que las mejores producciones quedaron en el otrora de los años ochenta y noventa, porque lo que hoy se ve, fácilmente se desecha por series, películas y sagas transmitidas por operadores internacionales. En ese sentido, cabe preguntarse entonces, ¿qué se cocina exactamente en MasterChef Celebrity Colombia ? ¿Cuál es el oído real de la cocina? ¿Qué tipo de exigencias se demandan tras un plato?
¿Qué clase de técnicas son las requeridas para una semifinal? ¿Dónde queda la credibilidad profesional de los jueces y de qué escuela de gastronomía egresan? ¿El reto y el éxito finalmente se reducen a un negocio de libreto pactado? Y la más importante, ¿cuáles son los méritos de quién obtenga el título a mejor cocinero? Quedó más evidenciado con el más reciente capítulo que el contenido del programa perdió el rumbo, olvidándose por completo de la audiencia a quien se dirige.
Interrogantes como estos serán más frecuentes a medida que transcurra el programa, puesto que, para cocinar con maestría, se necesita el crecimiento eficaz hacia el aprendizaje de buenas prácticas culinarias que en ningún momento se limiten a la premiación célebre de marañerías a fin de conseguir éxito. Ojalá estos hechos que se transmiten sigan incomodando e invitando a más de uno a la no replicación de tales prácticas desabridas que ensalzan esa sociedad que no gusta, que no queremos más, y que para nada se saborea. Por tanto, resulta mejor abrir más recetarios culinarios y ver programas donde sí se cocine realmente.
