Henry Acosta fue el facilitador del diálogo entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos. Cuando las negociaciones eran apenas una ilusión lejana a finales del 2010, Acosta se encargó de llevar el mensaje de paz a los comandantes de la guerrilla. El conducto para llegar a Alfonso Cano fue Pablo Catatumbo, a quien había conocido cuando, años atrás, fue interceptado en la cordillera central en el Valle del Cauca, como narra en su libro, El hombre clave. Sin Acosta, tal vez el acuerdo final que se firmó en 2016 se hubiera quedado en un intento más esfuemado por el viento.
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El papel de Henry Acosta, economista quindiano radicado en Cali, concluyó con la firma del acuerdo de La Habana a finales de 2016 y desde entonces guardó sepulcral silencio sobre los secretos de una negociación llena de tropiezos. Cinco años después, Acosta vuelve a hablar ante los micrófonos y en esta conversación con Juan Manuel Ospina explica por qué el acuerdo de paz está fracasando, por un lado debilitado por las distintas disidencias encabezadas por Iván Márquez, Romaña, Gentil Duarte y Mordisco, y por el otro debido al incumplimiento del gobierno a los más de 13.000 excombatientes que entregaron sus armas.
Sin embargo, desde los orígenes del acuerdo Juan Manuel Santos se comprometió con puntos que parecían imposibles de cumplir. “Él decía que lo más importante era que las Farc dejaran las armas y firmaran el acuerdo, lo demás que lo resuelva el siguiente presidente”, repitió el presidente en más de una ocasión, según el propio Acosta, quien se entusiasmó tanto con el tema que esta conversación fue casi un monógolo que Juan Manuel Ospina prefirió no interrumpir.
Juan Manuel Ospina: ¿Cuál cree usted que es el verdadero origen de las disidencias de las Farc tras el proceso de paz de La Habana?
Henry Acosta: Para explicarlo hay que retroceder hasta 1993, cuando se realizó la octava conferencia de las FARC, en la que se reunieron los comandantes más importantes de la guerrilla, los estados mayores de cada frente o columna. Esa conferencia fue de gran importancia porque su objetivo central era definir cuál iba a ser el hilo rojo, cuál era la columna vertebral de la lucha de las FARC. Ahí se presentaron dos asuntos muy importantes. Primero, Iván Márquez junto a un grupo de comandantes propuso luchar por la toma del poder y una vez tomado el poder convertir a Colombia en un país socialista. Por el otro lado, Alfonso Cano, junto a otro grupo de comandantes, propuso luchar por la toma del poder y una vez tomado el poder convertir a Colombia en un país capitalista, con una economía de bienestar al mejor estilo de los países escandinavos.
Tras escuchar las propuestas, Manuel Marulanda Vélez, que era un hombre sumamente malicioso y sabía que los grupos de Márquez y Cano estaban proponiendo objetivos totalmente opuestos, dijo: “Hagamos lo siguiente: busquemos la lucha por la toma del poder y apenas nos lo tomemos, vemos qué hacer con el poder. Dejemos la cosa así”. Marulanda fue muy hábil porque no puso a consideración las propuestas. De haber sido así eso significaba que las FARC se dividirían.
Pero también hubo otro punto muy importante en esa conferencia. Las FARC habían intentado en varias ocasiones negociar la paz como en Tlaxcala, Casa Verde o el Caguán. Los únicos diálogos de paz fueron los de La Habana porque los anteriores apenas se quedaron en intentos sin una agenda concreta. Durante la octava conferencia, definieron que en caso de hacer una negociación sobre las causas políticas, sociales y económicas del conflicto, dejarían las armas proporcionalmente al cumplimiento de lo acordado con el Estado.
J.M.O: Pero en La Habana se acordó que las Farc entregarían todas las armas a una comisión de la ONU.
H.A.: En enero de 2015 hubo un pleno de las FARC en La Habana, en el Palco de Convenciones. Para entonces ya estaba redactado el acuerdo final, apenas faltaban unos pequeños detalles. En ese pleno estaban todos los comandantes, entre ellos Gentil Duarte, que era el comandante del Frente Primero. Se discutió la dejación de las armas y retomaron lo planteado en la octava conferencia: “Dejamos las armas proporcionalmente a lo cumplido de lo acordado”. Timochenko, que estaba ahí, dijo: “El presidente Santos no nos va a dejar hacer eso”. Luego se salió del pleno, me contó lo que estaban discutiendo y me pidió que me fuera para Bogotá para hablar con Santos. Yo lo llamé, en esa época nos comunicábamos a través de BlackBerry. Él me estaba esperando en la Casa de Nariño. Se salió de una reunión que tenía con cinco presidentes y me preguntó qué había pasado. “Presidente, están en el pleno y hay este problema con la dejación de las armas, dicen que debe ser proporcional al cumplimiento”. Santos me respondió con un mensaje claro: “dígales que primero dejan las armas y después firmamos. Si no lo hacen así, entonces que me digan, yo mando unos aviones, se vienen para acá y nos seguimos dando bala”. Yo me fui, llegué a La Habana nuevamente y le conté a Timo, que transmitió el mensaje en el pleno. Ellos, jugados por la paz, autorizaron a Timochenko para que hiciera lo mejor posible y siempre pensando en que la dejación de las armas debía ser prioritaria, y ojalá cumpliendo el requisito.
J.M.O.: Entonces, ¿en qué momento se da la desbandada de exguerrilleros?
H.A.: Ahí empezó el problema de las disidencias. El tema de la dejación impulsa a los comandantes a abandonar el proceso, pero parte de los guerrilleros de base que decidieron irse a las disidencias lo hicieron porque no los reincorporaron social y económicamente a la vida civil. Juan Manuel Santos no le puso cuidado a eso. Él decía que lo más importante era que dejaran las armas y firmaran el acuerdo, lo demás que lo resuelva el siguiente presidente. Yo estuve en Casa de Nariño sentado con Santos y le dije que la reincorporación era lo más importante. En ese momento, él tomó el teléfono, llamó a Miguel Samper, director de la Agencia Nacional de Tierras, y le dijo: “Miguel, dígame si hay tierras”. La reincorporación no era solo para los guerrilleros, sino para campesinos, afros e indígenas que estaban en las zonas que ellos controlaban. Samper le dijo a Santos que las tierras que tenían estaban en los llanos, en el Guaviare, en Vichada. Eso no servía.
En este momento hay cerca de 2.500 guerrilleros muy bien armados en la Segunda Marquetalia. Y hay otros 2.500 guerrilleros muy bien armados con Mordisco y Gentil Duarte. Mordisco es actualmente el comandante. Eso ya hace más de un año y medio, después de que Iván Márquez le dijera a Gentil que él quería ser el comandante de ellos. Gentil dijo listo, pero Mordisco, que no había apoyado el acuerdo de paz, le dijo que no, que hicieran un pleno y si designaban a Márquez como comandante, entonces bienvenido, pero a dedo no se podía hacer. Márquez no quiso hacerlo, pero igual se llevó a cabo y se designó a Mordisco como comandante y a Gentil Duarte como segundo.
J.M.O: Ya para ir cerrando, Henry, en todo este escenario de la configuración de las disidencias, se oye mucho que detrás de todo esto está el narcotráfico.
H.A.: Se crearon unos grupos denominados por el gobierno como GAO (Grupos Armados Organizados), pero yo prefiero llamarlos bandolas como la Dagoberto Martínez, la Jaime Martínez, la Carlos Patiño… son como ochenta o cien grupos, de 40 0 50 personas y compuestos por excombatientes, delincuencia común, campesinos pobres y exguerrilleros del ELN. Pero acá hay que decir algo, y es que el gran patrón de la droga hoy es el Cartel de Sinaloa y los GAO son los encargados de cuidar las regiones donde están los laboratorios, las cocinas, y los lugares donde se transporta la droga y desde donde se exporta vía lanchas rápidas y submarinos. Entonces, el sustento de todos estos grupos es el narcotráfico.