La Alcaldía de Bogotá y las universidades de los Andes y el Rosario podrían ponerse de acuerdo para revivir el río San Francisco desde la Quinta de Bolívar hasta la séptima, que hoy en día yace sepultado bajo un ataúd de cemento mal llamado “eje ambiental”. Por supuesto, a la ciudadanía nos correspondería cuidarlo, resembrarle árboles, caminar su cuenca con respeto. Quererlo. Sueño con que un día Bogotá vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: una ciudad anfibia. Podemos aprender valiosas lecciones sobre ríos que han vuelto a la vida en Seúl, Bilbao, Guayaquil, Madrid o Copenhague.
En la década de los 90, el río San Francisco fue sepultado en vida bajo un sarcófago de cemento que conocemos como “eje ambiental”. Basta caminar por el “eje” para darse cuenta que está totalmente muerto, que allí no puede vivir ningún pez o anfibio. ¿Cuánto le costarán a la Alcaldía de Bogotá las lavadas que cada tanto le hacen a esas escalas de cemento? En cambio, se imaginan tener un ecosistema con fauna y vegetación, aves y flores, el arrullo del agua y el cantar de las aves. Bajaría desde la Quinta de Bolívar, pasaría al frente de la Universidad de los Andes, luego cruzaría la estatua de la Pola y el Colombo Americano, el Parque de los Periodistas, la librería Lerner, la Plazoleta del Rosario, hasta llegar al frente del Banco de la República y el edificio de El Tiempo recién adquirido por la Universidad del Rosario. Y sigue. Revivir el río San Francisco, al menos en ese pequeño tramo, sería un acto de reconciliación y reencuentro con la naturaleza. Un primer paso simbólico en lo que será un largo esfuerzo para que Bogotá vuelva a ser una ciudad anfibia de ríos y humedales.
Muchas ciudades han perdido sus ríos por crecer de afán, pero algunas los han recuperado, ellas nos sirven de ejemplo a seguir. De hecho, las grandes capitales del mundo tienen sus referentes ambientales: Lima con su costa pacífica, Ámsterdam con sus canales, Río de Janeiro con sus playas y su cerro Pan de Azúcar. Bogotá puede soñar con volver a ser una ciudad anfibia de ríos, lagos y humedales; donde además no nos de pánico caminar por sus cerros orientales.
En 1957, el río Támesis en Londres fue declarado biológicamente muerto en una parte de su trayecto. Desde entonces, la capital británica se ha esforzado por recuperarlo, y si bien algunos problemas persisten, ya en el siglo XXI los peces han vuelto y su paisaje se ha recompuesto. En Guayaquil el malecón alrededor del río Guayas ha venido teniendo algunas recuperaciones. En Seúl, capital de Corea del Sur, el río Cheonggyecheon que estuvo sepultado por una avenida para carros botadores de humo, volvió a la vida y hoy es un punto de referencia de la ciudad. En la capital de Suecia, los canales que atraviesan la ciudad fueron recuperados. En Bilbao en España, el río Nervión volvió a vivir. En Madrid hay esfuerzos por recuperar el río Manzanares. Más allá de la recuperación de los ríos, hay otros ejemplos de restauraciones ambientales ocurridas o por ocurrir. La recuperación del Central Park de Nueva York que antes de ser inaugurado en 1876 era un “peladero” o el radical resurgimiento ambiental de los campos elíseos que París planea concluir en esta década.
Bogotá podría empezar por rescatar el río San Francisco entre la Quinta de Bolívar y la carrera séptima. Pero podría seguir por la recuperación total de los ríos Bogotá, Tunjuelo, Salitre, entre otros. También, recuperar del todo y revivir los terrenos aledaños a los humedales de Bogotá, hoy reconocidos por la Convención Internacional de Ramsar que protege a estos ecosistemas, que además son refugio de paso para las aves migratorias y hogar de las aves bogotanas.
Aprovecho para rendir homenaje y hacer memoria ambiental de todos esos ecosistemas anfibios de Bogotá que fueron secados y perdidos, ya sin remedio. El lago Gaitán en la carrera 15 con calle 78 sepultado por el mediocre edificio de Unilago. El humedal de la zona industrial de Montevideo en el costado sur del terminal de Transportes, hoy convertido en parqueadero. El lago San Cristóbal en la rivera del río Fucha en la calle 11 sur con primera. El lago del Luna Park en lo que hoy es el barrio El Restrepo. El humedal de Techo en la localidad de Kennedy. El humedal de Bonanza en la localidad de Engativá. La quebrada Rosales en la localidad de Chapinero. Entre otros. Para conocer más sobre estos y otros ecosistemas anfibios de Bogotá, pueden visitar la página Humedales Bogotá.