¿Qué convierte una fecha en histórica? O ¿Quién lo define? Son algunas de las preguntas que se formuló el historiador, profesor del Collège de France y coescritor del guion de la inauguración de las recientes olimpiadas de Paris, Patrick Boucheron, en su libro Fechas que hicieron historia, subtitulado, Diez formas de crear un acontecimiento.
Plantea el escritor que muchos de los más importantes y trascendentales acontecimientos de la historia no quedan registrados en ninguna parte por el contexto en que se produjeron, la conveniencia o no de adoptar esta fecha, las fuentes que alimentan el relato y la literatura e iconografía que preservan otra clase de sucesos en el tiempo.
Incluso, dice, que las conquistas históricas son más procesos de “aculturación” que victorias militares, y los manuscritos perdidos llegan a nosotros transformados y traducidos, lo que añade elementos de azar y malentendidos respecto a la narrativa histórica.
Dicho esto, haré la salvedad de que muchos de los más importantes acontecimientos de la historia que sucedieron en 2024 no quedarán registrados para la posteridad en ninguna parte.
No quedará registro alguno de las mujeres en Kenia que no cuentan con legislaciones que las protejan del feminicidio o, de Sudáfrica, en donde a pesar de existir, son absolutamente inoperantes.
No hablará de las niñas, adolescentes y adultas de la India que luchan contra la normalización de las agresiones sexuales en espacios públicos; o aquellas que se levantaron en Corea, Japón o Rusia para exigir respeto por su autonomía corporal; o las que en Afganistán lo hicieron en contra de los tratos inhumanos del régimen Talibán.
Tampoco se hablará de las 300 mil niñas, adolescentes y adultas desplazadas en Haití que viven en campamentos en donde se ha recrudecido su vulnerabilidad y la violencia sexual en su contra.
La historia tampoco recordará a todas y cada una de las madres que acompañaron a sus hijas e hijos en sus últimos minutos de sus algunas, cortas vidas, silenciadas por la violencia desenfrenada que se apodera del mundo con 56 guerras activas que este año se han internacionalizado, involucrando a 92 países en estos conflictos.
Tampoco habrá registro de aquellas que tuvieron que salir de sus países huyendo de los bombardeos, del hambre, de la desesperanza y que, al pedir asilo, son tratadas como delincuentes convirtiéndose en el tema principal del discurso de la extrema derecha que este año arrasó electoralmente en el mundo con sus fuertes valores patriarcales, roles de género y por supuesto, sus férreas políticas antiaborto.
No veremos a las mujeres que han levantado sus voces en diferentes escenarios para señalar a sus agresores, como lo hizo Gisèle Pelicot, quien valientemente decidió no esconder su rostro explicándolo con la que se convirtió en su icónica frase: “porque la vergüenza tiene que cambiar de bando”.
Gisele acudió a la corte día tras día con una dignidad notoria a escuchar los relatos de sus victimarios, hombres que aceptaron la invitación de su esposo para agredirla sexualmente mientras se encontraba en un estado de completa indefensión, consiguiendo que este jueves 20 de diciembre, el tribunal de Aviñón le aplicara la sentencia máxima de 20 años al principal acusado, Dominique Pelicot.
Es posible que se recuerde, como un caso anecdótico, el sacrificio de Saltanat Nukenova, víctima de feminicidio a manos de su esposo, el ministro de economía de Kazajistán, Kuandyk Bishimbayev, cuya fuerte agresión física fue grabada por cámaras de seguridad lo que incitó a una enorme revolución que derivó en una ley histórica contra el feminicidio en este país.
Como un oasis en este desierto, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Paris 2024 se convirtieron, por primera vez en la historia, en un ejemplo de paridad, justicia y equidad. Una competencia en la que participaron el mismo número de hombres y mujeres, 5.250, en un número más equilibrado de pruebas, 152 femeninas, 157 masculinas y 20 mixtas.
Considerados “Los Juegos Olímpicos de las Mujeres” por diarios como el Clarín de Argentina, la mayoría de los récords fueron rotos por ellas, 30 de los 57 que se marcaron en Paris.
Esta paridad que estableció el Comité Olímpico Internacional, comprendida como la creación de un entorno justo donde tanto hombres como mujeres pudieran competir en igualdad de condiciones, permitió a las mujeres hacerse inmortales.
Este ejemplo para el mundo fue precedido por actos concretos de paridad que emergieron en diferentes lugares del mundo. El Comité Olímpico de EE. UU., por primera vez, proporcionó apoyo para el viaje de cuidadores y niñas y niños pequeños.
La Federación Belga de Hockey, dos años antes de las olimpiadas, igualó los salarios de las selecciones masculina y femenina, lo que motivó al equipo de hockey de mujeres a alcanzar su primera semifinal en la historia.
De las 206 delegaciones olímpicas, 62 participaron con más mujeres que hombres, entre otras, la de Estados Unidos, que fue el país que más medallas obtuvo.
Esta aparición paulatina de las mujeres en la historia sólo se hará costumbre, como dice nuestra mujer colombiana en el cargo más alto del gobierno, con la cooperación del Estado, la población civil y el sector empresarial, quienes, al unirse en una misma causa, logran resultados extraordinarios.
Un ejemplo de esto es lo que hace la UNESCO y la fundación L’Oréal quienes otorgan anualmente el premio a las Mujeres en la Ciencia, el cual este año fue otorgado por América Latina y el Caribe a la Profesora brasilera, Alicia Kowaltowski, por su contribución en la comprensión de enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes, lo que no sólo brinda visibilidad a su importante investigación sino que también cambia la representación social del rol de la mujer invitando a otras niñas a que elijan ser científicas en el futuro.
En 2024, tal vez el más relevante rompimiento de estos techos de cristal lo protagonizó la hoy mandataria de la duodécima economía más grande del mundo, México, la científica y académica, Claudia Sheinbaum, por quien el diccionario de la Real Academia de la Lengua tendrá que hacer una excepción permanente, otorgándole la posibilidad de nombrarse adecuadamente como Presidenta.
Finalmente quiero invitarlas e invitarlos a que sigamos llenando la historia de acontecimientos protagonizados por mujeres que nos permitan romper este vaticinio que organismos internacionales pregonan a los cuatro vientos: que al ritmo actual de progreso, se tardará 131 años alcanzar la plena paridad entre hombres y mujeres.