Llevo más de dos lustros recorriendo el país, escuchando y conversando con trabajadores, con informales, con desempleados, no solo de la industria petrolera, sino de varios renglones de la economía colombiana. También he tenido la oportunidad de estar en la academia, en la formación de líderes sindicales, conozco el sindicalismo global, doy clase a muchos estudiantes de derecho, y en general, a trabajadores, tanto del sector público, como del privado. Y de ellos es que quiero escribir hoy.
El viernes pasado, y como todos los fines de mes, el Dane publicó las cifras de desempleo, que volvieron a crecer y son realmente desalentadoras, también apareció el primer Gallup Poll de 2020, también arrasador, especialmente, con el presidente Duque, al que poco le interesa la coyuntura laboral: 13 % de desempleo, 70 % de informalidad, 5 % de sindicalización y 6 % de cobertura de la negociación colectiva en el sector privado. Colombia es el país más desigual y claro, con las peores condiciones laborales del continente.
El desempleado, que es un trabajador en potencia, quiere un trabajo. Y mientras más lleva buscando uno, le importa menos en qué y con cuáles condiciones. Generalmente espera que sea algo que sepa o que al menos, le guste hacer. Este es un país de casi 3 millones de desempleados, la mayoría jóvenes y mujeres. Con muchos me encuentro a diario, esperanzados con que yo pueda ayudarles a emplearse. Y vivo la constante frustración de no poder hacerlo.
En el sector público, la mayoría padece contratos civiles de prestación de servicios y aspiran una vinculación legal y reglamentaria, así sea como supernumerario o provisional. Cuando se es provisional se quiere pasar el concurso y al final, que se le inscriba en la carrera administrativa. Piensan en la estabilidad laboral.
En el sector privado el que gana un salario mínimo quiere ganar más y tener otras prestaciones extralegales. El que tiene contrato de trabajo a termino fijo o está contratado a través de una empresa de servicio temporal (EST) o un falso contrato sindical o contratista independiente, quiere ser vinculado de forma directa a la empresa beneficiaria. Disfrutar de prestaciones extralegales, de vacaciones remuneradas, de los beneficios que le trae estar afiliado a una caja de compensación familiar. Beneficiarse de los derechos que les ofrece la precaria legislación laboral colombiana.
Y el que ya tiene un contrato a término indefinido, que es una pequeña minoría, con un ingreso decente, prestaciones extralegales y vacaciones remuneradas, aspira a una casa, a educar a sus hijos, ir a la universidad. Tener estabilidad laboral. Las necesidades cambian todos los días. Evolucionan.
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Nuestros esfuerzos deben concentrarse en luchar contra la desigualdad, para disminuir el temor de la mayoría a no poder comprar los alimentos del día siguiente. Aunque no sea fácil
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Y estas necesidades son las que debemos atender los sindicatos. Nuestros esfuerzos deben concentrarse en formalizar actividades en el sector privado, pero también en el sector público. En conseguir contratos laborales con estabilidad laboral. En firmar convenios colectivos. En mejorar la vida de los trabajadores. En combatir la tercerización, en luchar por la reducción de la jornada de trabajo y con ello generar empleo, en llevar a la formalidad a los millones de colombianos que no pueden acceder al sistema de seguridad social. En luchar contra la desigualdad, para disminuir el temor de la mayoría a no poder comprar los alimentos del día siguiente. Aunque no sea fácil.
Y además de eso, tenemos que unirnos con otros sectores, a pesar de las diferencias, para luchar contra lo que desde el Comité de Paro hemos llamado el “Paquetazo de Duque”, al que los sindicalistas nos oponemos para atajar esas reformas que seguirán hundiendo la calidad de vida y las oportunidades de los trabajadores. Nos movilizamos para que todos los colombianos consigan empleo, salgan de la informalidad, dejen de vivir en la incertidumbre y la discriminación cotidiana, como la que vivió recientemente una “contratista” del Ministerio del Interior, a la que no se le renovó contrato de prestación de servicios a pesar de haber informado que estaba embarazada.
Por eso de nuevo el Gallup Poll, publicado el 27 de febrero, califica tan mal la indiferencia del gobierno Duque con los más pobres, califica tan mal a las instituciones del Estado, califica mal a los empresarios y califica mal a los sindicatos, pues muchos siguen encerrados en el marco institucional que les armó Alfonso López Pumarejo, y a veces no piensan estratégicamente y muchas otras no ven más allá de sus problemas internos y su limitada agenda gremial.
Cada día es más urgente la renovación generacional del sindicalismo, innovar agendas, contenidos, tipos de movilización, urge tener más afiliados y afiliadas, salir del estancamiento entendiendo e incluyendo a los nuevos trabajadores que hoy tienen otras aspiraciones y necesidades. Si no hacemos esto, estos nuevos ciudadanos encontraran otros espacios, otras organizaciones, fundaran otros sindicatos, encontrarán nuevas formas de reivindicar derechos y el anacrónico discurso sindical de la guerra fría, quedará condenado a lo que pudo ser y nunca será.
El movimiento sindical debe ser de millones, no un club de amigos con altos estándares de purismo y superioridad moral.