Desde la década pasada los asuntos que afectan a las personas LGBTI han comenzado a calar en los discursos y las promesas que cada cuatro años repiten en letanía los aspirantes a cualquier puesto de elección popular en este país.
Igualdad, garantías, derechos, tolerancia y cero discriminación se han convertido en muletillas fáciles de utilizar para salir de apuros cuando aparecen las incómodas preguntas sobre matrimonio igualitario y adopción por parte de parejas del mismo sexo, que, cuyas respuestas, a los candidatos podrían hacerles perder votos de los sectores más conservadores. Aunque en muchas ocasiones dejan de lado temas menos visibles e igual de importantes, como la necesidad de que en el país exista una Ley de Identidad de Género que resuelva problemas como el acceso a la salud (y al trabajo y a la vivienda y a la educación...) que padecen las personas transgénero.
A la hora de intentar ganar el tan gaseoso voto LGBTI, los candidatos seguramente se encontrarán que la tan mal llamada "comunidad LGBTI" es igual de inabarcable. La mayoría de políticos intentan ganarse a la "comunidad" a punta de generalidades, dándoselas de open mind y tartamudeando siglas y conceptos que han tenido que aprender a manejar a la fuerza.
Lo único claro es que si bien esa tal comunidad no existe, somos muchos los maricas y sectores LGBTI en este país, todos dispersos a través del espectro político, los estratos socio-económicos, las variables étnicas y todos tan divididos como la bandera multicolor que pretende cohesionarnos.
Nos dimos a la tarea de revisar los planes de gobierno de los candidatos a la alcaldía de Bogotá para ver sus propuestas relacionadas con asuntos LGBTI y darles una idea de quién es el candidato que más se ajusta a su perfil.
DANIEL RAISBECK
Raisbeck es el alcalde que Bogotá necesita... Pero cinco siglos después de la segunda venida del mesías, porque sus propuestas están dirigidas a una ciudad de seres de luz.
Dentro del plan de gobierno "Capital Libre" usted no encontrará la sigla LGBTI por ningún lado. Tampoco a los afro, a los ROM ni a los indígenas. Raisbeck es de la idea de que el Estado no tiene por qué legislar sobre asuntos de libertades como el matrimonio, sino que su deber es aceptarlo, porque es la decisión de dos individuos (independientemente de su género) que libremente quieren celebrar un contrato. Funciona igual para el tema de consumo de sustancias, derecho de las mujeres sobre su cuerpo y demás.
Este candidato tiene una posición clara frente al actuar del gobierno Petro: la burocracia LGBTI poco resuelve los problemas de fondo que afectan a estos sectores. Centraliza muchísimo todo hacia la Alcaldía. ¿O acaso Misión Bogotá, un programa que peligra con desaparecer cuando termine la actual administración seguirá siendo la única oferta laboral para una mujer trans en la ciudad?
"Mi propuesta se basa en respetar las libertades individuales. El distrito y el Estado no tienen por qué favorecer a ciertas minorías y no a otras, o implementar políticas de cuotas", me dice Raisbeck cuando lo llamo a preguntar por sus propuestas puntuales. "Yo creo que hay que mirar a cada individuo como una persona con la libertad de escoger su personalidad y su tipo de etilo de vida y sexualidad. El Estado tiene que ser completamente neutral: en temas de contratación debe contratar a la persona por su talento, por su habilidad, su experiencia y su trabajo, y no por cuestiones de género, raza ni nada de eso".
Lo que sucede con Raisbeck es que es demasiado ilustrado como para entrar a las filas de los burócratas colombianos. Su propuesta posmoderna de gobierno se hace tan abstracta a la hora de llevarla a un terreno práctico que termina por convertirse en el Pigasus de los candidatos a la alcaldía. Ya saben, ese cerdo que lanzó a la presidencia de Estados Unidos el Partido Internacional de la Juventud (los Yippies) en el 68, quienes estaban mamados del status quo y las formas tradicionales de hacer política y se dedicaban a dar golpes de opinión a punta de teatro.
Cuando le pido a Raisbeck que me dé un polo a tierra y me ponga en terreno práctico su propuesta, digamos, en el caso de los abusos policiales contra las mujeres trans, recurre nuevamente al ideal: "Eso es completamente ilegal y va en contra de cualquier libertad individual. Lo que hay que hacer es hacer respetar esas libertades individuales en todos los casos. No se trata de crear una política transgénero LGBTI, se trata de una política de cultura ciudadana, cívica. Lo que proponemos es identificar casos de corrupción en la policía, sacar a los agentes que sean culpables, regresar a las políticas de Mockus de enviar a la policía a facultades universitarias, a entrenarlas en resolución pacífica de conflictos. Hay que fomentar la tolerancia desde el mismo Estado, desde la fuerza pública. Esas son acciones concretas. La idea es fomentar esa resolución pacífica de conflictos, tolerancia".
El gran problema con la corriente libertaria es que escribe palabras como equidad e igualdad con lápiz grueso. Claro que lo ideal sería un Estado que no tenga que meter sus dedos en las libertades de nadie, pero para asegurar el disfrute completo de esas libertades debe reconocer también las diferencias. Como me lo explica el historiador Pablo Bedoya, investigador del Centro Nacional de Memoria Histórica: el Estado debe reconocer que existen grupos históricamente en desventaja para los que hay que legislar de manera diferencial. Además, porque el Estado mismo ha colaborado en muchas ocasiones a ahondar esta desventaja. La estigmatización sobre los sectores LGBTI tiene muchas de sus raíces en la complacencia del Estado que hasta los años 80 criminalizó las relaciones entre personas del mismo sexo.
Las políticas diferenciales apuntan a mitigar y desaparecer esas desventajas. No es lo mismo una ciudad que se piensa para una masa homogénea de ciudadanos, que una que tiene en cuenta las necesidades específicas de ciertas poblaciones. Por ejemplo: las personas en situación de discapacidad, en quienes el Estado tiene que pensar a la hora de hacer accesible el espacio público de acuerdo a sus particularidades.
A pesar de todo, Raisbeck es el candidato que más me agrada de todos. Eso de que el Estado no debe gobernar sobre las libertades individuales y que debemos limitarlo estrictamente para que funcione como protector de esas libertades, suena a un paraíso hippie de liberación sexual, igualdad de géneros, raves, pepas, policías en tutú repartiendo jeringas o ayudando a los ancianos a cruzar las calles. Una utopía de la intolerancia ética, en donde convivan pacíficamente los maricas con los homófobos en un total escenario de libre expresión, con unos límites de intolerancia establecidos y acordados por todos los ciudadanos.
Pero para eso habría que lanzar una bomba atómica sobre el mundo entero y volver a comenzar. Ubiquémonos: esto es Bogotá en pleno siglo XXI, una sociedad que no ha sabido domar sus intolerancias para que convivan éticamente y sin violencia unas con otras dentro de un Estado que se precia de democrático, la segunda región del país donde se registran más homicidios contra personas LGBTI y donde se concentra el 13% de los casos de violencia policial contra esta población según cifras de Colombia Diversa, una ciudad profundamente prejuiciosa en donde el respeto por las libertades individuales se resuelve a punta de hipócrita corrección política en el mejor de los casos, y en el peor con limpieza social.
PACHO SANTOS
Intentaré ser lo más objetivo, respetuoso y serio posible con Francisco, no vaya y me quiten el saludo mis amigos uribistas. Porque sí, por más antinatural que parezca, los maricas godos existen.
Para Pacho los asuntos LGBTI parecen reducirse a una simple moda, cuando dice en su plan de gobierno que "tristemente, en Bogotá persiste la exclusión y la estigmatización en contra de ciertas minorías a cuenta de orientación sexual, su identidad y la manera en la que se visten". ¿La manera en la que se visten? ¿En serio? ¿A eso se reduce la expresión de género? Pacho necesita una buena cátedra sobre orientación e identidad de género, pero dudo que exista algo parecido en ELITE.
Como llenando espacio para salir al paso con una propuesta LGBTI, el candidato acude a una obligación que tiene cualquier alcalde: garantizar el cumplimiento de la Ley 1482 de 2011 (Ley Antidiscriminación), una ley tan estática como inoperante. Pero bien que alguien la recuerde. Igualmente apunta a revisar los presupuestos, planes y programas que la actual alcaldía ha creado para los LGBTI y a equilibrarlos con las demás poblaciones vulnerables. También propone una línea de atención para reportar casos de violencia y agresión, bien en sintonía con la vanguardia tecnológica que también propone Raisbeck. Hasta ahí todo bien, podríamos elegir a Raisbeck y así evitar los casos de geolocalización telefónica y posterior terapia de electrochoques.
La cosa con Pacho es que uno sabe que nada está bien con él en este tema: ni Uribe defiende derechos de esta población, ni su partido, el Centro Democrático, se destaca por ello.
En su programa de gobierno, Pacho la caga definitivamente en el tema de trabajo sexual. Para el candidato, hay que realizar "operativos en las zonas de prostitución para su prevención y sanción". Sanción para personas que en muchas ocasiones no encuentran otro sustento que el trabajo sexual porque la sociedad les niega su derecho a ser ciudadanos, es como decirle a una víctima del conflicto armado que debe pagar porque quién la manda a estar en medio del fuego cruzado.
El trabajo sexual no es ilegal en Colombia, por lo que no puede ser objeto de sanción. Lo que hace falta es regularlo para ofrecer garantías de que sea un trabajo digno al que se acceda por elección propia y no por condiciones de pobreza, exclusión a razón de la identidad sexual u obligación por parte de mafias.
Finalmente, Pacho asegura que fortalecerá "una cultura de tolerancia y no discriminación hacia los grupos poblacionales con distinta orientación sexual, pero respetando las decisiones, procesos de formación y valores al interior de la familia". Recemos porque esta propuesta también sea incluyente con los valores al interior de las familias homoparentales que también pagan impuestos en Bogotá.
ENRIQUE PEÑALOSA
Igual de frío que Pacho está Peñalosa. Parece que de su estadía en París sólo se dedicó a ver fachadas, estudiar urbanismo, sistemas de transporte, y que de vuelta en el país se le pegó la fiebre de la seguridad y la hipervigilancia.
Mis queridos gomelos compañeros del gremio de maricas de esta ciudad, siento desilusionarlos, pero en estas elecciones tendrán que escoger entre ser fieles al candidato amante del cemento, las megaobras y las aceras limpias, o a lo que realmente importa en temas LGBTI, quizá en sectores menos favorecidos.
Porque el plan de gobierno de Peñalosa lo único que revela es su total desidia hacia el tema. Una sola aparición de la sigla LGBTI y un párrafo imperativo y general: "Bogotá tiene que sentirse orgullosa de ser una ciudad plural, multicultural, diversa y de gran riqueza social". ¿Bogotá tiene? ¿Cuáles son las propuestas específicas para superar esas barreras particularmente en el tema LGBTI? El candidato sólo hace dos propuestas dirigidas a las familias que tienen personas en situación de discapacidad, dejando su oferta de inclusión de los sectores LGBTI a la suerte de la retórica.
A esto se le suma la desconfianza que siembran los antecedentes de Peñalosa. En 2011, Mauricio Albarracín, exdirector de Colombia Diversa, advirtió sobre la agenda cristiana que se escondía tras la candidatura de Kike de ese año.
El 12 de septiembre de 2011, Peñalosa firmó un acuerdo con la Confederación Colombiana de Libertad Religiosa, Conciencia y Culto (CONFELIREC), una organización que se activó aquel año para dar la lucha reaccionaria contra el derecho al aborto. El acuerdo que se celebró entre la Confederación y Peñalosa,era clara en garantizar "la soberanía" de los "principios y valores teístas fundacionales, desde una particular visión social, económica, política y cultural, para lograr los objetivos de ordenar la sociedad y orientar el desarrollo humano integral". Y aunque el acuerdo en esa ocasión giraba entorno al aborto, todos sabemos en que otros temas desembocan esos "valores" y esa "visión" particularmente goda.
Claro que hay que darle el beneficio de la duda a Peñalosa, todos lo merecen, porque como bien lo dijo Santos hace un tiempo: "Sólo los imbéciles no cambian de decisión". Y eso también aplica para él.
"Como lo dijo el pastor, estamos frente al mayor desafío y es lograr aprender a vivir mejor. Que los niños y niños que nazcan en Bogotá nazcan en una familia, que sean deseados, que tengan mamá y papá" Enrique Peñalosa durante una ceremonia en la Iglesia Manantial del Pastor Eduardo Cañas en 2011.
RAFAEL PARDO
Con Pardo preocupa el acuerdo celebrado con el MIRA, en el que se acordó una política pública de libertad religiosa y la creación de una dirección de asuntos religiosos cuyos alcances desconocemos por ahora. Porque si a la actual administración hay que criticarle su burocracia LGBTI, a este acuerdo hay que vigilarlo para no irnos al terreno contrario.
Por otro lado, su propuesta poco clara sobre lo que sería la Guardia Urbana, que si bien asegura el candidato que serán civiles desarmados y se dedicarán a repartir comparendos, es una iniciativa que ha despertado en algunos sectores el miedo de que esta pueda convertirse en una especie de Convivir, como las que operaban en Medellín en los 90: escuadrones de seguridad que se salieron del control estatal y terminaron por imponer sus propios órdenes morales, de convivencia y redundaron, en muchas ocasiones, en limpieza social.
Sin embargo, hay que reconocerle al candidato que dedicó un buen apartado de su plan de gobierno al tema de "Bogotá sin prejuicios". Lo malo es que se queda en asuntos generales: cultura ciudadana pero con la diferencia de que esta no está enfocada a la tolerancia sino en el respeto. Digamos, un pequeño avance de valores cristianos a principios éticos.
Nuevamente aparece la necesidad de hacer una labor pedagógica dentro de la policía, para que desde el interior de las filas se garantice la protección de las personas LGBTI y evitar la revictimización. "De esta manera la policía será el principal garante de los derechos de la comunidad y se movilizará para la sanción de quien vulnere derechos", precisa la propuesta de Pardo, que también hace énfasis en garantizar un buen entorno para las personas LGBTI en el espacio público, los colegios y las universidades.
El caso Sergio Urrego puso el tema de los colegios en el mapa de las propuestas electorales. Por eso, Pardo propone mantener y repotenciar la Ruta de Atención Integral a las Víctimas de Hostigamiento por identidad de género y orientación sexual, que busca garantizar en los colegios del distrito que las víctimas de hostigamiento sean protegidas frente a la desescolarización, la violencia y las "situaciones de indiferencia institucional".
Pardo ha expresado públicamente su apoyo al matrimonio igualitario y a la adopción. Sin embargo, luego de leer sus propuestas a uno le puede quedar la sensación de cuando sale del closet con el papá: le toma tiempo hacerse a la idea, luego se resigna y termina por parecerle un asunto de segunda categoría.
CLARA LÓPEZ
Y si Pardo es el padre, Clara definitivamente es la mamá sobreprotectora que hace la tarea, rebusca en revistas del corazón para velar por el futuro de su hija trans. Es la candidata de mariquita ilustrado, amante de las políticas diferenciales y la discriminación positiva, que se rapa a medio lado para demostrar su desprecio al binarismo del sistema sexo/género.
El talón de Aquiles de la candidata es que no ha sabido capitalizar la desconfianza creada por la administración de Samuel Moreno y apenas si se atreve a lanzar una tímida crítica contra la burocracia creada en el gobierno Petro cuando dice que garantizará la protección del ejercicio pleno de derechos desde un "enfoque diferencial, no asistencialista, ni clientelista, que favorezca la materialización del derecho al libre desarrollo de la personalidad, sin distingo de etnia, clase social, identidad política o religiosa y, por supuesto, sin distingo de la identidad o expresión de género u orientación sexual".
Lo que sí hay que reconocerle a López, y donde se nota la relevancia que le da su partido al tema LGBTI y su Polo Rosa, es que entiende que los asuntos LGBTI son transversales a otras problemáticas. Su plan de gobierno incluye a estos sectores en temas de educación, inserción laboral, salud, paz y "pos-acuerdo", derechos humanos, víctimas y la continuación de la lucha contra la discriminación. Además, la propuesta de Clara apunta también a fortalecer las unidades operativas que ya existen y que realmente necesitan algo de recursos para su continuidad: caso la Casa de Refugio LGBTI, un lugar que recibe a la víctimas LGBTI que han padecido violencia intrafamiliar y desplazamiento a causa de su orientación sexual e identidad de género.
En el capítulo dedicado a la "La educación, un derecho de todos y todas", López propone promover las políticas de inclusión de género, respeto a las minorías étnicas e indígenas, afrocolombianos, Rom y LGBTI. Reafirma la necesidad de promover una cultura ciudadana incluyente de cara al posconflicto.
A propósito de lo sucedido la semana pasada en Medellín, en donde una pareja gay fue atacada al interior de un bar en el Parque Lleras, el tema de seguridad en lugares públicos debería ser un tema central en la agenda de los candidatos. En este sentido, Clara propone una política de seguridad integral que pretende promover entornos seguros para la libre expresión de las identidades de género y orientaciones sexuales. Lejos de querer promover guettos, Clara dice que esta política de seguridad va anclada a una "estrategias de prevención y restitución relacionadas con vulneraciones de derechos, violencias, endodiscriminación e inseguridad en establecimientos, unidades de trabajo informal y sitios de homosocialización y transocialización. Todo lo anterior, favoreciendo estrategias educativas, informativas y de educación".
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