Según muchos historiadores, ahora resulta que los conquistadores de América deben ser considerados héroes y paladines, y que Hernán Cortés, el invasor del actual México —que como Hitler recibió ayuda de pueblos originarios—, es un redentor y no un asesino.
Cortés llegó a México por mediación divina a civilizar a los indios salvajes que se dedicaban a sanguinarios rituales de canibalismo. Y eso lo dicen aquellos hipócritas verdugos que aplicaron las más terribles artes de tortura —como el potro, la hoguera o el garrote vil— contra los blasfemos herejes que se negaban a aceptar los dogmas de la santa madre iglesia.
Se han criminalizado a los pueblos originarios para hacerlos pasar como los únicos culpables de su cruel destino. España ha demostrado su gran corazón y generosidad pues nos legó la lengua y la fe en un Dios único y verdadero. Por lo tanto sus descendientes deben rendirse de rodillas ante su majestad el rey Felipe VI, heredero de la dinastía borbónica, y darle infinitas gracias por sus bondadosas y benefactoras dádivas. ¿Qué seríamos sin sus muestras de infinita solidaridad?
Los ejércitos nazis avanzaron victoriosos por Europa y medio mundo como las armadas españolas extendieron su poderío por todo el continente americano. El führer fue entronizado y glorificado tal como Hernán Cortés y sus esbirros. Los conquistadores impusieron las leyes de pureza de sangre al mejor estilo de las leyes eugenésicas arias. Las encomiendas, mitas y resguardos cumplieron el papel de campos de concentración donde se esclavizaba a los " indígenas" y donde podían redimir sus pecados. Con clemencia y misericordia "el trabajo os hará libres", "arbeit macht frei", como bien rezaba ese célebre lema nazi colocado en la entrada del campo de exterminio de Auschwitz. La explotación, el expolio de las riquezas y las materias primas esclavizando a los indígenas y a los negros parece que son más virtudes que crímenes de lesa humanidad.
Esos indígenas o seres inferiores debían arrodillándose ante los altares para recibir el sacramento del bautismo a manos de los satánicos inquisidores que les "perdonaron la vida" con la promesa de alcanzar el paraíso celestial. Los sanguinarios conquistadores sedientos de oro y piedras preciosas con la espada y la cruz nos salvaron de las llamas del infierno al convertirnos en súbditos del rey de España.
"Es la hora de olvidar el pasado, pasar página y reconciliarnos como hermanos" dicen los cipayos monárquicos de uno y otro lado del océano, pero la memoria histórica nos relata capítulos dramáticos que nos conmueven como el martirio de las comunidades nativas, la violación de las mujeres indígenas, los abusos contra los niños y adolescentes. Ese terror inoculado todavía perdura en carne viva y en el inconsciente colectivo de nuestras etnias. La conquista no ha terminado porque las empresas y multinacionales españolas se extienden por todo el continente eternizando su dominio político y económico.
El reino de España, soberbio y pretencioso, se niega a pedir perdón por los crímenes cometidos durante conquista y colonización del Nuevo Mundo. Sin embargo, nada de eso nos debe extrañar pues en Europa renace con renovado ímpetu el nazismo y orgullosos sus cachorros levantan los brazos en alto homenajeando a sus líderes más preclaros. En España, el partido ultraderechista Vox defiende ese pasado glorioso de la conquista y colonización de América que hace parte de su ideario político. Nostálgicos admiran ese "imperio donde jamás se ocultaba el sol" y toman las posiciones de vanguardia. Los indígenas o herejes, por supuesto, son los únicos culpables. Se le rinde el culto al negacionismo, el revisionismo histórico proclamándose los únicos poseedores de la verdad.
López Obrador exige al rey de España que pida perdón por los agravios de la conquista y colonización de América. ¿Es acaso este un despropósito?, ¿está equivocado el presidente? Tenemos que reivindicar la dignidad humana y sacar cara por aquellos pueblos humillados y vilipendiados que se resisten a ser exterminados, hoy por la globalización neoliberal. Reclamaremos hasta el fin de los tiempos para que se haga justicia y se reparen las víctimas de este espantoso genocidio que el reino de España quiere presentar como una "inolvidable epopeya".
El ataque furibundo del escritor español Pérez Reverte, lanzando oprobiosos insultos contra el presidente López Obrador por reclamarle al rey de España que pida perdón por los crímenes cometidos contra los pueblos originarios durante la conquista y colonización de México, deja mucho que decir. Este romántico bucanero, admirador de las hazañas imperiales hispanas, escupió la dignidad de nuestro presidente López Obrador llamándolo "imbécil" y "sinvergüenza", por lo tanto exigimos que este miserable heredero de los terroristas Cortés y Pizarro sea declarado persona non grata y jamás vuelva a pisar el suelo mexicano.