¿Qué perdimos en Brasil 2014?

¿Qué perdimos en Brasil 2014?

Por: Juan Carlos Cárdenas Contreras
julio 06, 2014
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¿Qué perdimos en Brasil 2014?
Imagen Nota Ciudadana

Supongamos por un momento que la muerte de aquellos que celebraban las victorias de la selección Colombia nunca existió, supongamos un país culturizado, sin problemas de droga, un país al cual no habría forma de que periodistas e integrantes de UNICEF pudieran hacer “chistes” inofensivos que llegaran a ofendernos, intentémoslo.
La selección llegó a Brasil feliz después de 16 años de no haber ido a un mundial, nosotros los hinchas dichosos y orgullosos de tener representantes que están frente a los grandes del fútbol a nivel mundial, y sin embargo la humildad abundaba tanto para la fanaticada creciente como para los que representaban ese grupo de 23 cafeteros, y la mesura de un Tango que supo “colombianizarse”. Una eventualidad que estalló en una afición y propagación de fiebre amarilla como lo diría Ricardo Jorge. Afición en la que mujeres, niños, jóvenes, adultos, Zurriagas, Juanpas que jamás habrían soñado en gastarse 15 mil pesos en una camiseta, lo hicieran.
Ahora nuestra cultura civilizada, invadida de felicidad, de orgullo, de fiebre amarilla partido tras partido empieza a transformarse, una metamorfosis que no se veía desde las épocas del Pibe, de Higuita cuando era más feo, y del Tino decente que aparenta ser hoy, el cual todos admiramos y envidiamos por 2 o 3 razones. Esa cultura que queremos mostrar internacionalmente de humildad transformándose en una cultura prepotente como ocurrió después de un 5 a 0 un día cualquiera hace 21 años.
Los jóvenes y adultos felices después del debut contra Grecia ya infectados por la fiebre comienzan a soñar con un paso a octavos, los hijos de Santos, y los Cardona comiendo en restaurantes sin sobresaltos y sin ser centro de espectáculos bochornosos ansiosos por conseguir la victoria al día siguiente en su deporte. Costa de Marfil aparece y nos recuerda la humildad con la que vinieron, con la que nosotros aun éramos fuertes y con un mensaje de futbol para caballeros, humildad que empieza a transformarse frente a Japón, humildad que seguía intacta en 23 colombianos pero no en quienes representaban. Era como si el alma después de la fase de grupos se hubiera dividido en octavas partes y solo nos quedaba una de ellas, un alma oscura que deseaba la baja de un señor con ansiedad de morder para poder acabarlos y destrozarlos lo más fácilmente, mirando hacia adelante ya no con humildad, si no con deseo de sangre, de ganar a costa de todo. Tuvimos la suerte de encontrarnos un equipo aún más transformado que nosotros.
Llegamos a lo más lejos que ha llegado esa enfermedad de fiebre amarilla, en la que su metamorfosis estaba en la peor de sus etapas, en la que la percepción más notable era a través de redes sociales, de como un país que no iba por poco hacia 2 décadas a un mundial, iba para humillar a un pentacampeón, a el anfitrión de casa, que sabíamos que teníamos las herramientas para destrozarlos pero ese no era el propósito de nuestro puesto en ese evento. Era inevitable la caída, estábamos frente a un amigo que estaba en casa, un amigo que seguía humilde y nervioso, que tenía el apoyo de quien condenaba las faltas, y que recibía a otro amigo cambiado prepotente que ya no los veía si no como enemigos, tal cual como clientes en restaurantes de Rio de Janeiro lanzando platos a otros que se consideraban amigos o paisanos. Y no hablo de lo ocurrido en la cancha, en la cancha se vivió una injusticia, hablo de la metamorfosis del verdadero campo, de un país que hoy desea una Alemania victoriosa en tono de venganza, un país que será reconocido por no tener que restringir el uso de bebidas alcohólicas para que su enfermedad no los mate.
Esta Colombia utópica, perdió en Brasil su humildad, de los cuales hay 24 sobrevivientes, que nosotros los infectados admiramos, y ojala la cura la tengan ellos en su sangre para que salven este país de la metamorfosis que sufrió a causa de ese zancudo que pico y nos tiene hoy con guayabo y lagunas de lo que paso ayer. Sin embargo, para felicidad de nosotros los enfermos, a menos que la FIFA lo decida, logramos hacer que nuestro amigo se infectara, que hoy tenga la misma sed de sangre, que quiere a nuestro sobreviviente de apellido Zuñiga ejecutado y perseguido por a ver tocado a su “perla” del fútbol y se enfrentará a una Alemania humilde y tranquila.

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