Los colombianos “somos unos indisciplinados compulsivos, amigos cálidos y generosos, anfitriones hospitalarios con los extranjeros, “mamagallistas” consuetudinarios, incumplidos inefables, impuntuales incorregibles, formalistas solemnes o informales sin pudor –según el caso-, mentirosos impenitentes, oportunistas inexorables, trabajadores tenaces cuando toca y nos lo permite nuestro fiestero calendario, alegres y parranderos por ambiente e inconstantes por naturaleza”.
Así lo afirma, entre muchas otras cosas, el arquitecto y escritor Germán Puyana García en su libro Cómo somos los colombianos que, como dijo el exministro Enrique Parejo González: “es un verdadero tratado sobre nuestra cultura y nuestra idiosincrasia”. Publicado en 2002, hoy permanece totalmente vigente.
Si usted busca esta obra se va a sentir identificado si no con el párrafo que abre esta columna, sí con alguno de los muchos que nos baja de la nube y nos deja ver como lo que realmente somos: un pueblo que se amoldó a su tragedia política, de valores, ecológica, etc., en lugar de rebelarse contra ella.
El próximo viernes 20 de julio celebramos una vez más nuestra independencia de los españoles, que no la de nuestros lastres. El sicólogo Santiago Brand, hijo del memorable futbolista de Millonarios Alejandro Brand, ha dedicado parte de su profesión a buscar la forma de modificar nuestros comportamientos sociales y encontrar esas pequeñas acciones que hagan la gran diferencia. ¿En qué momento hay que comenzar con esas pequeñas acciones que nos permitan evolucionar y migrar realmente al escenario de ser un país desarrollado? Brand asegura que respetar la fila, dejar pasar a quien pone la direccional, ser puntuales, dejar de buscar excusas –entre muchas otras pequeñas acciones- son las que nos van a dejar evolucionar. El sicólogo hace énfasis en esa pésima costumbre colombiana de echarles la culpa a los demás, pero -además de eso- nos defendemos de manera agresiva, con violencia. Siempre hay una excusa, siempre evadimos nuestra responsabilidad.
“Qué pena” la usamos para deshacernos de nuestra responsabilidad
para pretender que diciendo “qué pena” mágicamente
se solucione la incompetencia, la mala actitud, la demora para cualquier cosa
Una ciudadana inglesa que vive en nuestro país, de quien me reservo el nombre por solicitud suya, cree después de los pocos años de vivir en nuestra tierra, que la expresión “qué pena” la usamos para deshacernos de nuestra responsabilidad para pretender que diciendo “qué pena” mágicamente se solucione la incompetencia, la mala actitud, la demora para cualquier cosa… La embarrada de turno. Eso es lo que le impide a una sociedad progresar.
Brand dice que siempre estamos insatisfechos con todo y que si no sabemos perder, menos ganar. Si perdemos, la depresión nos apachurra, nos deprime; “con la euforia del triunfo, la gente se mata; la victoria nos pone a matar”. Agrega que somos tan poco conscientes de cómo somos que, a propósito de la posesión del nuevo presidente, creemos que con el cambio de gobierno todo cambia mágicamente; que pensamos que son los demás quienes tienen que cambiar o el nuevo gobierno darlo todo… ¡Pero nosotros nada!
Qué se hace en un país desarrollado: Hay disciplina en todo, se respeta la fila, se usa el pito sin agresividad, se le cede el paso al peatón, a quien pone direccional, se resuelven las cosas hablando, se respetan las normas y la autoridad; lo que se proponen lo hacen, así no siempre salga bien, no tienen explicación ni excusas para todo…
“Emotivos por sangre, reacios a aceptar cualquier rienda de la autoridad, proclives a improvisar siempre, tendemos a hacer frescos de las responsabilidades; pesimistas por costumbre y por comodidad, maliciosos por instinto y envidiosos por la atmosfera social que respiramos, los colombianos somos, ante todo, recursivos hasta lo inaudito, ya sea para construir y hacer el bien o para destruir y hacer el mal…”, así nos dibuja con acierto Germán Puyana en su libro.
Para hablar cortico, mientras no se cumplan esas pequeñas acciones que comienzan en la casa, mientras no seamos más disciplinados, mientras permitamos que nos sigan robando y no hagamos nada, mientras no se siga haciendo nada por el medio ambiente, mientras siga habiendo huecos en las calles, no vamos a progresar.
Como muy bien lo identifica Puyana, “desde los albores de nuestra historia somos más pasionales que racionales, más amantes del poder que de la paz y más dispuestos a querer imponernos a nuestros antagonistas que a concertar con ellos”. Agrega que “siempre hemos sido buenos, triste y dolorosamente buenos”, y termina: “Unos por acción y otros por omisión, virtualmente todos –aunque proclamemos nuestro amor a Colombia- contribuimos a degradar el espléndido paraíso que nos obsequió la providencia”.
¡Hasta el próximo miércoles!