En los últimos días, los medios no han parado de azuzar la posibilidad de un tercer enfrentamiento bélico de nivel mundial que arrastre, ahora sí, a la mayoría de naciones.
Aunque aquí se debe hacer una aclaración, pues el escenario actual parece más un segundo capítulo de la Segunda Guerra Mundial.
Nuevamente el nazismo y el comunismo enfrentados. Sin embargo, bien dice el dicho: “perder es ganar un poco”. Y en el caso de la ideología nazista, aunque perdió la guerra, ganó los corazones de cientos de personas a través del mundo que hoy predican que un nacionalismo extremista.
Incluso en Latinoamérica se ven estás muestras de nazismo puro, con pequeñas células regadas por todo el continente americano.
Hace un par de días ronda un video en redes en el que un ladrón es aprendido por un celador en un techo y la ciudadanía sale indignada pidiendo que lo entreguen, y que si es extranjero —qué eufemismo más marica— lo van a matar; y es que últimamente, por ejemplo, Bucaramanga dejó de ser La Bonita, para ser La Peligrosa, ya ni los jóvenes se salvan. ¿Y el alcalde? Bien, gracias, mandó a poner patrullas afuera de los colegios. Ya veremos cuánto duran.
¿No estábamos hablando del nazismo? Pues ese video es una muestra de cómo incluso en las esferas sociales de más bajos recursos existe un marcado nacionalismo, un “patriotismo” acérrimo y desbocado que se ha manifestado en el país a través de la violencia racista, xenofóbica y clasista que nos domina desde hace décadas.
El mismo nazismo que se expandió como un virus dentro de las autoridades ucranianas, las cuales llevaron a cabo campañas de saboteo y “limpieza” contra los rusoparlantes del país. Las autoridades ucranianas lo llamaron “descomunizarse” –más eufemismos–. Y después preguntan por qué el otro reacciona. Tiran la piedra y esconden la mano. Aquí a uno le enseñan que el que está quieto se deja quieto ¿Ya ven por qué?
Y es que el pensar distinto, o tener ascendencia extranjera se volvió suficiente para justificar el actuar violento.
Los medios más grandes de este país ya comenzaron a sugerir la idea de que el comunismo llegué a territorio nacional —bien dicen que el pasado siempre vuelve— y es que con esta historia llevan desde Gaitán, y no fue precisamente el comunismo el que mató al líder.
Aunque eso parece que nadie lo recuerda, pero cómo culpar a la gente, si desde hace años se le satura de información, la cual se tergiversa según los intereses de los poderosos de Colombia.
Y es que mientras en la ONU se rasgan las vestiduras por el conflicto Ucrania-Rusia, en Colombia el ELN está matando líderes y lideresas a diestra y siniestra, aunque no es el único actor armado de la zona.
¿Y el presidente de Colombia? Ahí va, aprendiendo, el pobre ha estado muy pendiente del conflicto en Ucrania. Incluso mandó a la vicepresidente-canciller a que hablara en las Naciones Unidas para expresar su tajante rechazo a la violencia en el este de Europa ¿Con qué título se presentaría Martuchis?
No es por ser mala leche con los ucranianos, no obstante, si sus ciudadanos permitieron que su presidente los metiera en una tragicomedia —que es todo un experto— deberían los mismos encargarse de salirse de ella.
Ojalá y en Colombia no nos pase lo mismo, que nos pongan un presidente que más que trabajar, le guste salir en televisión con su propio programa, así como Maduro, y este otro presidente de ahí cerca, cómo era su nombre… En las últimas presidenciales nos asustaron con parecernos a Venezuela, nos prometieron bajar impuestos y más empleo ¿Alguien sabe cómo va eso?
Lo que importa aquí es que el próximo que se suba a la Casa de Nariño tendrá no solo que afrontar una gran depresión económica, sino, también, la posibilidad de que inmiscuyan a Colombia en un conflicto con sus vecinos de manera “involuntaria” —como le dijo Putin a Europa si se meten—.
¡Qué peligro lo de la estudiante en Bucaramanga! ¡Qué peligro que se lleven a nuestros jóvenes a una guerra que no es nuestra! Esperemos que las siguientes votaciones no sean avivadas por un pánico mediático y que les regalen las elecciones de Congreso y presidenciales; sí, el Congreso también hay que renovarlo.
¡Qué peligro que se roben las elecciones por andar preocupados por Ucrania!
