Albeiro Córdoba fue un mando emblemático en el Bloque Oriental de las FARC. El domingo que pasó, terminada la Segunda Asamblea Extraordinaria del partido nacido de los Acuerdos de Paz, que en adelante se denominará COMUNES, dirigió una carta a sus antiguos camaradas de armas que asistieron junto a él al también llamado Segundo Congreso. En ella expresó:
“Agradecemos a todas y todos los presentes, por esos debates políticos que se dieron tan nobles, pero con altura, sabiduría y respeto, sólo así logramos blindar nuestro partido de los ataques sin fundamentos del enemigo interno y externo, porque allí ganó la verdadera democracia de un partido con vocación de salir adelante venciendo todas las adversidades”.
Esas palabras resumían la alegría y la satisfacción que sentían todos los que participaron en la Segunda Asamblea. Ella se realizó mediante una plataforma de internet montada por el mismo partido. Para ello se crearon 12 puntos de agrupación de la militancia: Bogotá, Medellín, Barrancabermeja, Valledupar, Montes de María, Suroccidente, Sur, Guaviare, Meta, Venezuela, Cuba y Prisioneros Políticos. Una experiencia nueva para todos.
En cada uno de esos puntos se agruparon los delegados elegidos por las Asambleas Departamentales y Locales en un lento pero efectivo proceso. Para poder ser delegado se requería acreditar la pertenencia real al partido, aparecer en el registro de militantes y comunas que reposa en la Comisión de Organización Nacional. No podía pasar lo del primer Congreso, al que se colaron numerosos supuestos militantes, avalados por maliciosos jefes que luego desertaron del partido.
Este control riguroso, respaldado en disposiciones legales, fue causa de inconformidad para algunos dirigentes regionales, acostumbrados a presentarse a los eventos partidarios con informes que daban cuenta de abultadas cifras, cuya realidad resultaba dudosa. La exigencia del registro comprobable de militantes reales en barrios, municipios o veredas terminó por evidenciar lo que se sospechaba. Pomposos dirigentes estaban parados sobre el aire, carecían de bases.
Por tanto no podían salir elegidos. Y no lo fueron. De allí nació un ruido de tonel vacío. Quejas porque se les impedía participar. Nadie puede tomar parte en un evento de un partido al que no pertenece legalmente, y menos en representación de bases que son solo humo. Casos hubo de miembros de la dirección nacional del partido FARC, que no militaban en ninguna comuna de base y corrieron afanados a afiliarse a última hora. Paradojas de la política.
De acuerdo con los Estatutos del Partido, a las Asambleas Nacionales, aparte de los delegados elegidos, asisten por derecho propio los integrantes del Consejo Nacional de los Comunes, la dirección de 111 que resultó elegida hace 3 años. De esos sólo hay 87 en ejercicio, el resto se fueron marginando por una u otra razón. Tres de ellos, Victoria Sandino, Joaquín Gómez y Benkos Biojó expidieron una carta pública en la que se negaron a asistir.
Uno de sus argumentos era que se trataba de una asamblea espuria y antidemocrática, razón extraña que ni siquiera tomaba en cuenta las resoluciones del Consejo Nacional Electoral que obligaban a realizarla, de manera virtual dadas las condiciones por la COVID19. El partido no podía dar espera so riesgo de perder la personería jurídica. No era manipulación ni maniobra. La Asamblea estaba fijada desde abril del año pasado, pero la pandemia impidió realizarla.
Es apenas obvio que no puede ser igual una Asamblea presencial que una virtual. En esta última todo resulta complejo, se trata de un evento con centenares de personas desde todo el país, bregando a comunicarse por una pantalla de computador. El orden del día no podía ser abierto, debía circunscribirse a los temas más urgentes, mientras se podía cumplir un evento cara a cara. Primero el Consejo Político Nacional, el ejecutivo de 15 miembros, y luego el Pleno del CNC, en sendas reuniones, convocaron la Asamblea con la agenda que fijaron.
En ambos espacios la mayoría estuvo de acuerdo en la convocatoria y el orden del día. Los perdedores, en lugar de aceptar la decisión democrática, optaron por armar un escándalo mediático en contra de las reglas disciplinarias y estatutarias del Partido. Y de manera prepotente manifestaron que no asistirían a la Asamblea. Efectivamente no se hicieron presentes. Figurar como senador o dirigente nacional no habilita a nadie para obrar de ese modo.
En parte sus resentimientos obedecen a que no compartieron la separación del Partido de algunos de sus integrantes que violaron sus estatutos de tal modo, que no dieron lugar a otra alternativa. La medida de separación estuvo antecedida del procedimiento reglamentario. La Comisión de Ética recomendó al CPN la separación y este la reafirmó por mayoría. Los afectados, tercamente, se negaron a interponer el recurso de apelación, por lo que la decisión quedó en firme.
Han insistido en que el CNC o la Asamblea Nacional vuelvan a examinar sus casos, algo que no contemplan ni los Estatutos ni el Régimen Disciplinario. Si hubieran interpuesto el recurso de apelación, el CNC hubiera asumido la competencia, pero no lo hicieron. La Asamblea Nacional del Partido no es instancia de resolución de causas disciplinarias. Algo que se niegan a aceptar los que atacan las decisiones democráticas con constantes diatribas.
Tenían además inconformidad con el orden del día. Querían incluir otros puntos, los incumplimientos del gobierno al Acuerdo de Paz, los asesinatos de excombatientes, los problemas de la reincorporación. Estos temas son objeto de tratamiento permanente en el Consejo Político Nacional, al que pertenecen los rebeldes, y ellos lo saben. Acciones de denuncia y movilización, como la Peregrinación de noviembre, fueron producto de ese trabajo. Y todos los días los delegados de FARC en el CNR y la CSIVI pelean con el gobierno por las falencias en la reincorporación.
Lo que la mayoría de la dirección del partido pensaba, y que fue corroborado en la Asamblea del fin de semana anterior, es que estamos inmersos en un gran debate político, el cumplimiento cabal de los Acuerdos de Paz. Es claro que este gobierno de derechas no tiene interés en cumplir, así que hay que pensar en la posibilidad de otro tipo de gobierno que sí lo haga. Y la ocasión se producirá el año próximo. Hay que metérsela toda a un gobierno comprometido con la paz.
Eso sí que podría encarrilar las cosas. Y por eso el orden del día de la Asamblea se dedicó a esos importantes asuntos. Cómo haremos política en la campaña que desde ya arranca por el Congreso y la Presidencia en 2022. Ahí se jugará no sólo nuestro futuro sino el de Colombia entera. Hay que trabajar por una inmensa convergencia política que esté con la paz y el cumplimiento de los Acuerdos. Y eso pasa por cambiar el nombre de FARC, que espanta a muchos.
Los ausentes por voluntad propia quisieron ridiculizar la agenda prevista. Pero los 258 delegados presentes en la Asamblea Nacional les negaron sus pretensiones. La idea que imperó fue que el orden del día previsto por el Consejo Político y el Consejo Nacional no se iba a alterar. Tanto así que comenzando la Asamblea, al ponerse a discusión el orden del día, un delegado se puso de pie y planteó que se incluyera en la agenda el cambio de dirección del partido.
La Asamblea Nacional, máxima instancia de dirección de la agrupación, tenía todo el poder para hacerlo. Ninguna razón le impedía elegir una nueva dirección y excluir a los inconformes. Pero se negó. Para no violar el compromiso de no alterar el orden del día con el que había sido convocada. Para tratar los problemas internos, acordó más bien mandatar al Consejo Nacional de los Comunes para que en un Pleno, en el próximo febrero, se ocupe de resolver todos esos asuntos.
Así que de la sacudida interna que al parecer interesa a muchos, prácticamente no se ocupó para nada la Asamblea. Lo hará ese Pleno del Consejo Nacional de los Comunes en febrero. Lo que puede afirmarse según el ambiente y las propias conclusiones adoptadas por la Asamblea, es que la actual dirección nacional del partido cuenta con una excelente solidez, y que más bien son quienes la atacan los que se verán en aprietos. El respaldo a Rodrigo Londoño es mayoritario.
La Asamblea se ocupó solamente en los temas convocados. La comisión de cambio de nombre y logo del partido presentó diversas propuestas recogidas. En la votación final ganó COMUNES. Así como la idea de conservar la rosa, pero mejorada en su estética. La votación en la plenaria estuvo acompañada de notas jocosas. Como la testarudez de la ínfima minoría que se oponía al cambio del nombre y hacía más bien reír. El nuevo nombre se recibió con aplausos festivos.
La redacción de la plataforma política del partido terminó con éxito. Así como la de la propuesta de convergencia con otras fuerzas políticas. Las líneas generales para el trabajo con miras a las elecciones de 2022 también se acordaron con el aporte y la participación de todos. Un tema que ameritó discusión fue si se cambiaba la distribución regional adoptada en el 2018 para los 10 curules a que tenía derecho el partido. La aplastante mayoría se inclinó por conservarla.
El tema del representante legal se saldó con una reforma estatutaria. En adelante su nombramiento no dependerá de la Asamblea Nacional, sino de la dirección ejecutiva o Consejo Político Nacional, del mismo modo que el gerente de cualquier empresa es elegido por la junta directiva y no por la asamblea general de accionistas. Desde los lugares donde se agrupaban los delegados, informaban en voz alta cuantos votos emitían por una u otra opción. Una experiencia maravillosa.
No podían faltar los problemas de conexión inesperados que angustiaban a los presentes en uno y otro punto. De hecho el ingeniero que nos asesoraba en el Hotel Chinauta Real, donde se agruparon Bogotá y Cundinamarca, en algún momento informó de 57 ataques cibernéticos a la plataforma. Por fortuna todo eso logró superarse. Hasta intervenciones de personalidades desde otras ciudades y el exterior pudieron presentarse con éxito en la instalación y clausura.
La Mesa Directiva de la Asamblea, presidida por Rodrigo Londoño, estaba situada en Medellín. Y hay que resaltar su trabajo. Con suma modestia dirigió las comunicaciones virtuales con los demás puntos, con el más amplio espíritu de amplitud y democracia. Aquellos que anuncian catástrofes en el partido COMUNES, pensarían distinto si vieran la manera como se realizan sus debates y se adoptan sus decisiones. Se discute, pero hay acuerdos y se respetan.
Salvo por un reducido grupo. Uno de sus integrantes, Andrés París, separado también del partido por su reiterada deslealtad, se dedicó a difundir su veneno en varios medios, al igual que a intrigar por sus chats. Con secreto interés varios medios aparentan tomarlo en serio. En las sedes de la Asamblea, la irritación contra su actitud fue la nota dominante, particularmente entre las exguerrilleras, que conocieron bien de sus acosos y manifiesta descomposición moral.
Comentaristas de prensa se refirieron a una posible deslegitimación del partido por causa de esos ataques. En los COMUNES se piensa todo lo contrario. Quienes se envilecen cada día más son quienes los hacen. El partido está vivo y dispuesto a la lucha política, desprendiéndose lentamente de las taras que le impedían avanzar por el camino correcto. La Asamblea fue toda obra de la militancia, la dirección se limitó a dirigir sin la menor intención de imponer alguna cosa. A eso se le llama democracia y el partido COMUNES salió de su Asamblea orgulloso de tenerla.