Dos mujeres esbeltas, de cabellera rubia que le caían hasta la cintura, esperaban a Nicolás Castro afuera de la casa en donde vivía con su familia en Chía. Una vez salió, catorce policías lo esposaron y pusieron su cara contra el piso. Ese mismo día fue directo a la Picota. El delito, querer matar a Jerónimo Uribe, el hijo del presidente, le daba una condena de 15 años
Cinco meses antes, al mediodía del 9 de julio del 2009, vio su rostro en el noticiero de Caracol. Debajo de su imagen aparecían sus palabras, las que había escrito unas noches atrás en el grupo de Facebook Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe, hijo de Álvaro Uribe.
La descripción de lo que le harían al hijo menor del entonces presidente era contundente: “Este grupo se ha creado para aquellos que quieren vengarse del bellaco tirano, gobernante legítimo, masacrador, genocida, cobarde, monstruo llamado Álvaro Uribe Vélez, asesinando a su no menos criminal, y no menos barbaro hijo Jerónimo Uribe ”. Envalentonado, usando el seudónimo de Cuervo del Salado, Nicolás fue el único que se atrevió a escribir un mensaje en el grupo: “Este tipo con sus artesanías de Colombia no hace más que explotar indígenas y gente de bajos recursos, además está acusado de plagio en la universidad de los Andes y es bien conocido por acallar ese y otros tipos de problemas que ha tenido al interior de esa universidad, amenazando con matar a quien se le enfrente…hp”. El estudiante de artes de la Jorge Tadeo Lozano dejó la sopa que almorzaba, se levantó de la mesa y corrió a su casa a desactivar su cuenta de Facebook. Ya era tarde.
Un par de días después detectives de la DIJIN, respondiendo a la denuncia puesta por Jerónimo Uribe a las 5: 06 de la tarde de ese 9 de julio, hora en la que Fiscalía está oficialmente cerrada, hacía un exhaustivo allanamiento en la casa en Chía en donde vivía junto a sus papás y sus dos hermanos. Se llevaron sus computadores, los analizaron y, cinco meses después, Nicolás estaba encerrado en una de las celdas húmedas, frías y sucias de La Picota.
Mientras su defensa trataba de desmontar los argumentos de la Fiscalía, en un proceso que ellos consideraron siempre plagado de inconsistencias, Nicolás, resignado, trataba de adaptarse a su nueva vida en el penal. Lo metieron en el patio de funcionarios públicos, al lado de policías, políticos y agentes del DAS. Se levantaba a las siete de la mañana y después de desayunar se enfrascaba en los dos libros que leyó en ese periodo para intentar entender lo absurdo de su detención: Vigilar y castigar de Michel Foucault y El proceso de Kafka. Al caer la tarde jugaba un campeonato de microfútbol y en las noches apostaba monedas en el póker y el parqués.
Los esfuerzos que hacían su familia y abogado para sacarlo de la Picota se estrellaban con la insistencia de los medios de comunicación de mostrarlo como un delincuente. Noticias RCN afirmó que había extorsionado a Jerónimo Uribe y la Revista Semana se preguntaba si era “¿Un terrorista de internet?”. Mientras tanto un juez desestimaba, en una audiencia procesal, el 95 por ciento de las pruebas. Las supuestas conversaciones que había tenido por el Messenger con una amiga, en donde afirmaba que iba a matar a Jerónimo y en donde él confesaba haber creado el grupo de Facebook, habían sido manipuladas. El propio hijo del presidente envió un documento diciendo: “listo, definitivamente él no tiene nada que ver, no queremos saber nada más del asunto, chao”
El jueves 8 de abril del 2010 terminó una pesadilla de cuatro meses en La Picota. En su casa en Chía Maria Eugenia, su madre, le hizo una fiesta. Por primera vez pudo escuchar a todo volumen el black metal que le apasiona sin que nadie en su casa protestara. Se reincorporó a la universidad y terminó el último semestre que le faltaba en la Tadeo para graduarse. Estaba convencido que podía reencausar su vida pero pronto entendería que, después de haber sido detenido, nada volvería a ser lo mismo.
Un tipo le entregó en tres ocasiones, mientras iba hasta la Universidad, panfletos en donde quedaba claro la intención que tenían de matarlo. En el 2011, como refugiado político, se mudó a Buenos Aires.
Regresó a Colombia en el 2014. Ya los medios habían olvidado por completo el incidente. Se matriculó en la maestría de Escrituras Creativas de la universidad Nacional. Dos años le tardó escribir lo que sería su tesis: El terrorista una novela en donde contaba el martirio que había representado escribir un mensaje sobre el hijo de Álvaro Uribe en un grupo de Facebook. La obra quedó tan bien que no sólo fue laureada por la Nacional sino que Ediciones B la lanzará oficialmente en la próxima Feria del Libro que arranca esta semana.
A sus 35 años y con su primera novela publicada, Nicolás Castro está listo para ser lo que siempre ha soñado, para lo que se ha preparado desde hace 15 años: ser un escritor.