El 13 de junio del 2023, seis años después de su muerte política, Gina Parody pudo, por fin, respirar aliviada. Ese día la Fiscalía archivó la investigación de un supuesto conflicto de intereses que habría beneficiado a su poderosa familia con intereses en los cuatro principales puertos de Colombia, por haber ayudado a impulsar cuando eran ministra de educación, ella y su pareja Cecilia Alvarez-Correa de transporte en el gobierno de Juan Manuel Santos, un proyecto de infraestructura para construir la ruta Ocaña-Gamarra, puerto sobre el rio Magdalena que formaba parte de un plan de expansión del negocio de puertos de su familia y que finalmente podría favorecer sus intereses particulares. Las dos ex ministras terminaron enlodadas por ser esta vía parte de la Ruta del Sol mega proyecto contaminado por las coimas de Odebrecht. ¿Qué pasó con Gina Parody?
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La buena noticia que la liberaba de cualquier responsabilidad penal la sorprendió en su apartamento en Brooklyn, en Nueva York, un refugio que empezó a colmarse poco a poco de libros y en donde, en medio de la adversidad, la cartagenera encontraba por fin el espacio para darle rienda suelta a lo que ella considera es su verdadera vocación: ser escritora.
Allí vive desde el 2019, donde llegó con su pareja de entonces la también exministra Cecilia Álvarez cuando hicieron maletas huyéndole al aguacero mediático despertado por el escándalo de Oderbrecht y la ruta del sol que las sacó de Colombia. Prefirieron defenderse del tsunami judicial a la distancia.
Parody fue una de las más aventajadas discípulas de Álvaro Uribe Vélez. En los ocho años de la Seguridad Democrática, fue una entusiasta seguidora desde el partido de la U. Aunque Parody ya había generado una tormenta mediática por las cartillas de educación que pavimentó su retiro del cargo como ministra de educación de Juan Manuel Santos, no estaba curtida para repetir la historia, esta vez con ribetes más complicados. Porque no sólo fue el lío con Odebrecht y la Ruta del Sol.
Se enfrentó a un debate en el Congreso para responder por su distribución en las escuelas del país, cuyo contenido abierto frente a la formación sexual provocó la ira al exprocurador, Alejandro Ordoñez, quien movilizó incluso a las iglesias cristinas en contra de la Ministra. Las consecuencias políticas fueron mayúsculas no solo para la suerte de Gina Parody que terminó retirándose del cargo sino que afectó negativamente la votación del Plebiscito de la paz que terminó hundido.
Nueva York se abría para las exministras como un nuevo horizonte. Su relación de pareja había comenzado en el 2008 mientras Gina era senadora y Cecilia ministra consejera económica del entonces presidente Álvaro Uribe. El amor las fulminó hasta el punto de quemar las naves y en el 2009 viajaron juntas a Harvard en donde Parody hizo un master en administración pública y Cecilia en matemáticas. Con preferencias distintas la pareja no podía ser más armónica. A Gina le gustaba el silencio, los espacios tapizados por la tranquilidad. Cecilia llevaba la bulla barranquillera a todas las partes donde iba. Fue discípula de Sonia Osorio, la legendaria bailarina, así que le gustaba montar paso. Gina era un tronco inamovible.
Cecilia fue el bastión para hacer pública la relación y soportar los más virulentos ataques de un país conservador que, independientemente de los líos judiciales, se enfrascó en atacar en redes sociales a Parody por exponer abiertamente su sexualidad. Pero finalmente abrieron camino y se convirtieron en una referencia cuando Juan Manuel Santos las nombró ministras.
La aterrizada en Nueva York no fue fácil. Gina se dedicó primero a la soledad de su estudio. Se matriculó en un curso de escritura creativa en la Universidad de Nueva York y durante los primeros seis meses de pandemia se enfrascó en lo que sería su obra más ambiciosa: Mujer amurallada. Una historia evidentemente autobiográfica, aunque camuflada con claves de ficción. La historia cuenta la historia de Magdalena, una mujer que poco a poco va reventando la burbuja en la que esta encerrada para terminar su transformación en Bogotá en donde será ella misma. La prosa tiene el poder de la oralidad, el mismo que aprendió de su mamá en el sopor cartagenero del mediodía. De su familia caribe no sólo aprendió a contar historias sino a aprovechar la mañana, las mejores horas del día, las mismas en las que escribe.
Todo iba bien cuando las ideas salían a raudales, pero, según cuentan los pocos amigos que las visitaban, todo se resquebrajaba cuando a Parody, tomada por un bloqueo creativo, las ideas no le salían. Entonces estallaba y Cecilia tenía que soportar su mal genio. La neurosis es un estado mental típico de un escritor. Gina no parece caribeña. Es de una rigidez que no comparte con la que fue su pareja durante quince años. Gina Parody es de costumbres fijas, de rutinas. Por eso puede escuchar una canción que le guste treinta veces al día o empezar a trabajar a las cuatro de la mañana para poder consumir entera, sin dejar una sola migaja, la luz de antes del mediodía.
Cansada de la política y ya absuelta por el escándalo de la Ruta del Sol, Parody entró a estudiar cursos de escritura creativa en la Universidad de Nueva York, tuvo el tiempo necesario para diseccionar obras tan complejas como la de Jorge Luis Borges, el legendario autor sobre el que escribió su tesis.
Combinaba las clases que la llevaron a concluir su tesis sobre Jorge Luis Borges con la escritura en la que se empeñó los últimos ocho meses hasta concluir su segunda novela Él también lo hizo. Recientemente lanzada se trata de una denuncia soterrada contra un expresidente de la vida real que supuestamente abusaba sexualmente de sus colaboradoras. En el entre tanto la relación con Cecilia se fracturó y ella tomó la decisión de seguir el camino a su manera.